18 | Mi brújula

229 22 56
                                    

18| Mi brújula

HALLEY:

La evolución es producto del ser humano. Eso era algo que a todos nos iba quedando claro a medida que crecíamos, ya fuese por experiencias personales o a raíz de películas que conseguían marcarnos la vida.

Siempre supe de esta evolución, quizás porque desde que nací mi vida había sido muy particular, pero lo que nunca conseguí hacer fue llevarla a cabo. Mi evolución había permanecido estancada a lo largo del tiempo. El miedo fue uno de los factores responsables de ello, pero el principal fui yo, porque no impedí que el miedo se saliera con la suya y permití sus planes de limitarme, que por cierto le salieron muy bien.

Años más tarde, aquí estaba yo, llevando a la práctica la teoría que te enseñaban los cuentos, las películas e incluso la vida misma. Comenzando a sentirme libre y apreciando esa sensación incluso aun cuando el vértigo no había desaparecido.

Siempre fui una persona que apreciaba los pequeños detalles porque era de esas que creían que de las pequeñas montañas surgía algo enorme, era algo parecido a lo que me pasaba con la ecología. Lo sorprendente de todo era que nunca había cambiado de opinión y era por un simple motivo: la vida me estaba demostrando que no me equivocaba.

Sí, quizás estaba sonando como mi madre, pero es que por una vez aquella frase tenía sentido para mí.

Desde que me descubrió bailando la primera vez y averiguó cuáles eran mis problemas, Halle me había estado insistiendo en salir adelante y supo darme espacio para poder hacer las cosas a mi ritmo porque los cambios no eran mi fuerte y cualquiera lo sabía, pero aquello no sirvió de mucho porque cada vez que llevaba a cabo mi proyecto de cambio interior sentía tanto dolor que no quería seguir escarbando entre los escombros y me rendía. Salía huyendo.

Luego vino Hache y supo que, si no había podido cambiar por mi cuenta, tendría que ser necesario un empujón más fuerte porque perdería el tiempo de mi vida en sentirme mal dentro de aquel vacío que no parecía acabar. Así que, su insistencia y sentido de la empatía, muy sobre marcado al principio, me sacaron de quicio, pero me habían hecho darme cuenta de lo que realmente sucedía y también llegar a donde estaba en estos momentos.

Ellos me habían enseñado que cuando una persona estaba hecha de pedazos lo mejor que podías hacer era darle espacio e intentar que se recuperase con un poco de ayuda cada vez que lo necesitase pero que, si aquella persona se estancaba, había que sacarla de donde estuviese sea como fuere, porque si la engullían podía ser que no la volviesen a traer de vuelta.

Ellos habían sido mi parte fundamental durante todo este tiempo y lo seguían siendo.

Y he ahí el motivo por el que no estaba cometiendo un error en ser firme a mi creencia: ambos han ido poco a poco conmigo y al final estaba saliendo del pozo de los problemas. Algo enorme que se conseguía a pasitos y detalles diminutos y por lo que les estaría agradecida el resto de mi vida.

Podría mentir, pero a estas alturas ya no merecía la pena, no cuando no había podido ocultárselo a Halle y mucho menos cuando estaba pensando en hablar con Xander y explicarle como me sentía respecto a la danza. No había podido despegarme de Sky después de aquel sábado por la tarde. Cada mañana iba a recoger y terminaba sudando después de pasar bailando casi dos horas. Luego regresaba por la tarde, revisaba algunos apuntes de la universidad y volvía a repetir. Cada vez me costaba menos empezar, cada vez mostraba y sentía más y cada vez sonreía más al terminar.

Había estado alternando esos bailes repletos de improvisación con mi rutina de corredora matutina que había dado de lado estas últimas semanas. Últimamente cambiaba mi ruta cada vez que salía, porque mi mente vagaba por los recuerdos que tenía en Sky y se disponía a fantasear con nuevos pasos cada día y el control de mis movimientos siempre quedaba a un segundo plano que se dejaba llevar.

La Mecánica de los Corazones Rotos ✔  [#HR1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora