27 | El dueño de los momentos incómodos

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27| El dueño de los momentos incómodos

HACHE:

Esta semana las cosas habían sido diferentes.

Mis conversaciones con la chica de las estrellas se habían visto reducidas a mensajes escasos, a saludos y algún que otro par de frases durante las tardes. Mi tiempo a solas con ella se había esfumado y cada segundo en que la había tenido enfrente había resultado efímero. Sin embargo, a pesar de que entendía el porqué de aquello, algo en mí fallaba desde que tenerla a mi lado había resultado ser el agua en el desierto que muchos bebían con ansias después de días buscándola sin resultados.

Vuelta a la frase del costumbrismo que teníamos cuando disponíamos de infinitud de tiempo que emplear con alguien.

Nunca recordábamos que el tiempo también se acababa alguna vez.

Ni siquiera mi padre me dejaba tranquilo cuando me ahogaba reflexionando por mi cuenta sobre un tema que esta vez no le concernía. Su frase seguía estancada en mi cabeza, como un mantra que nunca cesaba. La diferencia estaba en que para este tipo de casos no necesitaba su ayuda, porque las justificaciones que me ofrecía no servían de anzuelo para volver a quedarnos a solas como aquella tarde lejana en Sky.

Qué cerca estuvieron las cosas de cambiar aquella tarde...

Casi estábamos a finales de semana y abril traía consigo el buen tiempo. Halle y yo llevábamos tocando y afinando toda la semana fuera del pequeño antro de Xander sin necesidad de tener que ir corriendo a por un café para que el vapor y el calor nos reconfortase o tener que ponernos los abrigos, sino que nos bastaba con las mangas largas que llevábamos en sudaderas o jerséis.

A veces, incluso, tenía que arremangarme las mías y ella pensaba que estaba como una cabra. No pareció convencerle mi discurso de la comodidad.

Halley y Xander se encontraban ensayando bajo los veinte peldaños que tenía la escalera y durante nuestros descansos, Halle y yo éramos capaces de escuchar parte de la canción que sonaba opacada tras la pared.

Llevábamos así estos cinco días. Halley había logrado diseñar al completo los carteles con el horario de las películas en la tarde y junto a Hans los habían colgado por toda la ciudad e incluso en el mismo teatro. El director de Sky había hablado con los de la cafetería en la que trabajaba para poder cambiar su horario y había conseguido las tardes libres para poder ser él el encargado de repartir entradas y atender al público en los días en que el teatro emitiría sus películas a partir de la semana que viene. Halley y Hans también habían seleccionado las que se iban a proyectar cada semana, aunque no esperaba menos de la señorita planificadora y rutinaria.

A partir de la semana que viene las cosas empezarían a pintar mucho mejor, hablando solo en términos generales, porque mi bienestar al completo significaba pasar cierto tiempo con ella y eso no tenía pinta de mejorar a medida que avanzasen las cosas. Halley era responsable del teatro incluso más que su mismísimo propietario e iba a estar a la cabeza de todas y cada una de las reformas, de los ingresos que se obtendrían en taquilla cada tarde y de dirigir a la compañía de baile que Xander se encargó de traer como voluntarios hasta el día de la actuación. Y, si estábamos así y dos de esas cosas aún no habían sucedido, me esperaba una buena.

Quizás debería hablar con ella y pedirle que nos diese un poco más de tiempo juntos. Creo que sería un bien común para ambos ya que las miradas que nos echábamos cada vez que teníamos la oportunidad demostraban que nos necesitábamos el uno al otro y que nuestra capacidad de negación podía bajar la guardia en cuestión de tiempo.

Seguía sin parecerme exitosa la idea de decirle lo que me sucedía cuando estaba delante, pero como salida me parecía la más razonable, solo tenía que encontrar el momento y averiguar si nos estábamos poniendo a prueba el uno al otro o si era por mera cabezonería por lo que no nos acercábamos mucho estos últimos días.

La Mecánica de los Corazones Rotos ✔  [#HR1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora