| Tercera Parte: El primer latido

137 19 10
                                    

Poco a poco, a la par que el tiempo, las agujas comenzaron a moverse casi de manera instintiva, impulsadas por unos lazos invisibles que sabía perfectamente a quién pertenecían

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Poco a poco, a la par que el tiempo, las agujas comenzaron a moverse casi de manera instintiva, impulsadas por unos lazos invisibles que sabía perfectamente a quién pertenecían.

Pensé que solo servían para coser heridas superficiales, pero me equivoqué.

Día tras día pensé que el dolor que oprimía mi pecho era consecuencia de una herida que se estaba infectando, que nunca existiría una solución eficaz contra mi propio tumor sistemático, pero terminé por darme de bruces con la sorpresa de que estaba sucediendo todo lo contrario: mi herida estaba sanando.

Había pasado tanto tiempo soportando un daño que me había hecho a la idea de que jamás se marcharía. Y fui conformista, en vez de luchar contra ello di un paso en falso y tomé una de mis peores decisiones: lo había convertido en rutina.

Día tras día, sus manos movían aquellas diminutas varillas de metal, que cosían lentamente la enorme brecha que había dividido a uno de mis órganos vitales hacía tantísimo tiempo.

Dolía pero fue involuntario. Con él siempre lo fue.

Aquella mañana desperté con una sensación extraña, inefable.

Y entonces lo escuché. Lo sentí.

El primer latido de un corazón que empezaba a arreglarse.

La Mecánica de los Corazones Rotos ✔  [#HR1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora