35 | Cita platónica

142 18 56
                                    

35| Cita platónica

HALLEY:

Lup-dup. Lup-dup.

Algo no iba bien.

Era capaz de sentirlo desde el momento en que abandoné la universidad para regresar a mi casa una hora antes de lo previsto.

Mi profesor de la última ahora se había contagiado de un virus de gripe que andaba suelto por la ciudad desde hacía una semana, por lo que decidí pedalear despacio hasta mi hogar, ponerme el pijama y descansar mientras me regodeaba de haber terminado todos mis trabajos hasta la fecha y ser una universitaria un poco más libre. Esta tarde tenía ensayo con Xander, y Hache y Halle nos presentarían las demos de un par de canciones más, con las que trabajaríamos hasta que ellos pudieran traernos sus nuevas versiones definitivas.

Pero incluso yo sabía que algo iba a impedir que yo me presentara esa tarde al ensayo.

No sabía cómo explicarlo, pero un nudo se había acomodado en mi estómago desde que alcancé mi bicicleta al salir y no se había marchado todavía. Cuanto más cerca me encontraba de casa más presión sentía en mi pecho y más rápido funcionaba mi corazón.

Me bajé de la bici con la intención de tranquilizarme y decidí continuar a pie hasta casa. Me obligué a pensar en miles de cosas que podían hacerme sentir mejor y me detuve concretamente en una vivencia de tan solo unos días atrás...

 Me obligué a pensar en miles de cosas que podían hacerme sentir mejor y me detuve concretamente en una vivencia de tan solo unos días atrás

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hache me pidió que lo acompañase a casa de su tío pues quería hablar conmigo sobre el funcionamiento del proyector y cómo iban las cosas. Había estado manteniendo el contacto con Hans, pero como él siempre ocultaba información quería escucharlo por mi parte, puesto que Hache le había dicho que yo era una de las personas más honestas que había conocido y que, si intentaba mentirle se darían cuenta de ello.

Además, Hache había insistido en que fuese para así poder asistir en directo a una de las charlas que mantenía tan a menudo con su tío. No pude negarme porque, de las pocas veces que habíamos tenido la oportunidad de coincidir, aquel señor me había demostrado ser demasiado agradable como para no aceptar algo por su parte.

Así que terminamos yendo a su casa, y él nos saludó jovialmente tendiéndonos dos tazas de té con galletitas que acababa de preparar para nosotros.

Nos sentamos en el sofá que quedaba frente al sillón en el que una vez Hache se sentó a tocar con unas de las guitarras de coleccionista que su tío tenía colgadas de la pared.

Después de hablar durante un rato acerca del teatro y de lo bien que estaba funcionando el proyector que nos había dejado a la organización de Sky, Edward nos contó que Hans y él habían retomado el contacto y que prácticamente hablaban a diario.

—Es genial recuperar a los viejos amigos —dijo.

Hache y yo le sonreímos mientras dábamos un sorbo a nuestra bebida.

La Mecánica de los Corazones Rotos ✔  [#HR1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora