12 | La sala del proyector y la chica de las estrellas

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12| La sala del proyector y la chica de las estrellas

HALLEY:

Unos días después de aquella especie de fiesta en Heaven seguía sin tener noticias de Hache. El guitarrista alias secuestrador especial me dijo que me sorprendería cuando el juego empezase, pero en aquel momento pensé que sería más pronto que tarde según se habían estado sucediendo los actos entre nosotros. Suponía que a eso se refería con el factor sorpresa.

Menudo chico...

Estábamos a miércoles y hasta arriba de cosas que hacer. El lunes pude colocar el suelo provisional del teatro, continuar limpiando los decorados más voluminosos e incluso me alcanzó para recontar el dinero de las entradas y ponerlo a buen recaudo. Justo ayer había hablado por teléfono con Hans sobre las cantidades que se habían recogido hasta el momento y me había dicho que, cuando cerrara la venta de entradas —esto era hasta agotar existencias en nuestro lenguaje escenográfico—, volviese a hacer un recuento y seguidamente entregaríamos todo lo que fuera necesario para cubrir los gastos del banco.

Había intentado ponerme en contacto con él hoy para comunicarle que, a pesar de no haber agotado existencias, podíamos pagar a esta entidad, pero me había costado mucho localizarlo, su nuevo trabajo le tenía hecho polvo.

A pesar de eso, cuando logré que me descolgara el teléfono, Hans no se lo pensó ni dos veces y me dijo que esta tarde nos íbamos a reunir Sky para encargarse él mismo de realizar el pago. Había pedido un par de horas libres en la cafetería para ello.

Me alegró verle, llevábamos prácticamente un mes sin hacerlo y ese hombre era como un padre para mí. Era como uno de esos amigos con el que siempre quieres contar y al que escogías porque realmente te inspiraba confianza y sabías que era capaz de hacer cualquier cosa por ti.

Hans siempre estuvo ahí desde que puse un pie en el gran teatro azulado y me dio la oportunidad de construir mis creencias en este sitio, además de ayudarme a desconectar de muchas otras cosas y errores de mi día a día, aunque esto último no lo supiera.

Así, después de una media hora poniéndonos al día y alguna que otra advertencia sobre el cuidado que debía tener con algunas partes del teatro que aún había que restaurar, Hans se marchó al banco y yo me quedé sola en mitad del teatro con miles de actividades que hacer por delante y páginas y páginas de apuntes sobre la sala de acústica esperándome en aquella sala del primer piso donde en vez de estar yo, debían de estar los técnicos de sonido.

Mentiría si dijera que no estaba nerviosa por el sábado. Esta era la primera gran actuación que preparaba al completo sin la ayuda de Hans y tan solo con la compañía de un par de apuntes tomados a gran velocidad en aquella libreta que me proporcionó la compañía de The Royal.

Además, estaba todo el asunto del creciente éxito en picado de Sky. Si algo salía mal, perderíamos ventas, tendríamos malas críticas, el negocio de Hans se hundiría y perderíamos el teatro. No quería que este lugar terminase formando un millón de escombros ni que todos aquellos túneles secretos que Hans había tardado años en construir desaparecieran de la ciudad. Si eso pasaba y terminaba siendo por mi culpa jamás me lo perdonaría.

Era un desastre que destruía todo lo que tocaba, eso no era ninguna novedad. Como le dije al atractivo guitarrista de ojos oceánicos, nunca terminaba lo que empezaba, y más aún cuando todo empezaba a perder la estabilidad y a ser difícil. Buscaba vías de escape para cualquier situación que me incomodase y pensaba demasiado las cosas, lo que en ocasiones podía terminar con una oportunidad gafada.

Si perdía lo único por lo que había estado luchando durante quince años de mi vida sería como sumar otro fracaso a la lista interminable e invisible que colgaba sobre mi cabeza. Dato adicional: me daba miles de vueltas y, para explicarlo gráficamente, sería como si fueseis envueltos de papel de periódico una y otra y otra vez.

La Mecánica de los Corazones Rotos ✔  [#HR1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora