36 | Faros

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36| Faros

HALLEY:

Cuando Hache me encontró tirada en el suelo del salón, con los ojos enrojecidos y observó la sangre que emanaba de mis manos y las manchas en mi rostro empalideció y juro que casi se desplomó en la entrada de casa.

Afortunadamente no lo hizo.

Corrió hasta mí en tres zancadas y me observó como si estuviera contemplando la escena de un crimen y yo fuese un cadáver. Había venido a buscarme porque no me presenté al ensayo y, aunque realmente nada demasiado grave había sucedido, esto sí podría haberse considerado como la perfecta escena de un crimen...

 Había venido a buscarme porque no me presenté al ensayo y, aunque realmente nada demasiado grave había sucedido, esto sí podría haberse considerado como la perfecta escena de un crimen

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—Halley... Halley, joder, ¡mírame! —exclamaba mientras sus manos recorrían temblorosas e inexpertas mis brazos. Al ver que no le respondía, llegaron a mis mejillas y me dieron suaves palmaditas para tratar de llamar mi atención.

Mi mirada estaba tan perdida como yo en estos momentos.

Entonces sentí que sus manos volvían a las mías y remangaban las mangas de mi camiseta.

—No he intentado suicidarme —aclaré. Sus ojos intentaron encontrar los míos, pero yo tardé mi tiempo en apartar mi mirada de la estantería contra la que me había golpeado media hora atrás.

Un sentimiento de tristeza invadió mi corazón cuando mis ojos encontraron a los suyos y observaron el brillo que desprendían. Estaba a punto de llorar.

Llorar por mi culpa.

«Hache no va a estar bien cuando se trate de ti».

Otro escalofrío recorrió mi cuerpo.

Sollocé. Aparté una mano de las suyas para eliminar aquella lágrima de mi rostro. Sentí cómo mi propia sangre volvía a pintar mi mejilla izquierda. Hache llevó sus dedos hacia un lateral de mi frente. Me había golpeado con una estantería y se me había abierto una herida.

—¿Qué coño ha pasado? ¿Quién demonios te ha hecho esto?

—Él... —sollocé con mis labios temblorosos.

—¿Él quién? —Negué con la cabeza—. Halley, ¿quién es él?

—No puedo decírtelo. Si lo hago va a... Voy a perderla...

Sus manos acunaron mis mejillas a la par que sus ojos me observaban con detenimiento.

—¿Qué vas a perder?

—La oportunidad de ser... feliz.

—No sé quién demonios te ha dicho eso, ni por qué le haces caso, pero te puedo asegurar que eso no va a pasar. —Me observaba con plena preocupación en sus ojos, como si me hubiera convertido en una especie de error que hubiera que purificar.

Como si la chica a la que quería se estuviera desvaneciendo ante sus ojos.

—Tienes que ayudarme. A recoger. Mis padres... Ellos no pueden saber nada de esto.

La Mecánica de los Corazones Rotos ✔  [#HR1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora