19 | ¿Te quedarás aquí?

188 20 22
                                    

19| ¿Te quedarás aquí?

HALLEY:

Al día siguiente llegué tarde a mi primera clase del día.

Pero solo cinco minutos.

Después de aquella propuesta que Hache me hizo en la playa las cosas se complicaron.

Yo no estaba dispuesta a verle mal y aun así él parecía querer evitar mi propósito. Aun así, anoche decidí sentarme junto a él en la arena seca, justo a unos pasos de la orilla para evitar mojar nuestra ropa.

—«Necesitas a una persona que sepa dónde está, que pueda orientarse. No puedes pedirle ayuda a alguien que está tan perdido como tú, Hache» —le respondí resignada.

Por supuesto que quería ayudarle, pero sabía que eso iba a ser imposible sabiendo como estaban las cosas conmigo.

—«Sí que puedo. Y lo estoy haciendo. Quiero que seas tú la que marque mis pautas, porque lo has estado haciendo sin ni siquiera saberlo hasta ahora y todo ha ido bien. Todo va bien cuando estoy contigo».

Recuerdo que en ese instante tuve un cortocircuito mental. Y que también sentí un pinchacito en el pecho por querer poner todo de mi parte para echarle una mano y saber que ayudarle podía terminar conmigo en el proceso.

Una persona rota no puede ayudar a otra, porque en el momento en que esta sane y avance, el corazón de la primera se descompondrá en polvo y sus pedacitos desaparecerán, disueltos en la marea que quedaba frente a nosotros.

Eso lo tenía claro.

Las cosas estaban muy mal conmigo a pesar de haber cosido un par de mis heridas.

—«Has confiado en mí y has descubierto que estaba tan perdido como tú. Pero, Halley, tú misma lo has dicho: estás saliendo de un pozo de problemas en el que estás en parte gracias a mí» —dijo—. «Sigo siendo una persona rota que sabe que necesitas un salvavidas, y no pretendo ser el tuyo, pero al menos estoy consiguiendo que recojas tus pedazos por ti misma. Tu teoría no es válida para mí».

Que hiciera alusión a las palabras que le había dicho en la noria me había reconfortado y por un momento tuve un impulso y terminé prometiéndole que lo haría. O más bien, le advertí que lo intentaría.

—«Un intento me vale, eso significa que no estás dispuesta a dejar que me siga perdiendo por todos los malditos sitios por los que piso».

Después de aquello decidimos pasar unos minutos más en la orilla de la playa, a medio camino de Santa Mónica y de Venice. No hablamos mucho durante el trayecto de vuelta, suponía que cada uno estaría pensando en sus cosas, pero tampoco pude decir que fuera un silencio incómodo. Con él no experimentaba nada de eso.

Al llegar al paseo marino, tomamos uno de los últimos autobuses en funcionamiento por la noche y emprendimos el camino hacia mi casa. Cuando el autobús hizo su correspondiente parada a unas calles de mi casa, nos despedimos cada uno con la mente en otro lugar y entonces yo me apeé del vehículo y él se marchó rumbo a la parada cercana al apartamento que compartía con Xander.

Tal y como él se propuso, no llegamos demasiado tarde ayer por la noche, pero el motivo por el que me retrasé para llegar a la universidad fueron la cantidad de dudas que comenzaron a rondar por mi cabeza y que a penas me permitieron dormir.

No sabía si iba a poder cumplir con lo que le dije y, a pesar de ser solo un intento, deseaba que saliese bien porque él había llevado al éxito cada una de sus locas ideas para hacerme feliz. Si no lo conseguía no sabía cómo iba a sentirme después.

La Mecánica de los Corazones Rotos ✔  [#HR1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora