VIII

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Serena estaba en nedui de la sala de baile, iba con el pelo recogido, con una cola, pantalón corto negro que dejaba ver sus blancas piernas llenas de marcas plateadas y negras. Una camiseta roja de manga corta que le caía en un hombro. Allí se podía apreciar la marca de nacimiento característica de los Herondale, una pequeña estrella. Necesitaba desconectar, y el baile era una disciplina que ayudaba a centrarse en una única cosa, en la música y en lo que ello conllevaba. El baile era un vía de escape de salir de todo aquello que le recordaba a las sombras, porque ese mundo estaba lleno de luz. Bailando no pensaba en la vuelta de su abuelo ni en la de su tio, y mucho menos de la vuelta de la chica demonio. La chica estaba asustada aunque no lo podía admitir, era una Herondale, y tenía sangre Morgenstern. Era una luchadora nata, no podía permitirse tener miedo. Su padre le había enseñado eso, a no temerle a nada, pero era mala alumna en eso, siempre le había temido a algo, y tenía la corazona que podía venir ese miedo muy pronto.

La música empezó a sonar. Sus brazos, sus piernas y su cadera se movían solas. Ya no se ponía a pensar en cuando debía moverse ni como, era algo que surgía cuando la música sonaba, era cuando ella notaba que volaba. Tenía el espejo delante, podía ver su cuerpo enmarcado allí, pero aunque Dean le dijera que su cuerpo era perfecto, ella se veía gorda, se veía hecha una miera. Ninguna chica de su edad tenía ese cuerpo lleno de cicatrices, de látigos, de mordiscos, de arañazos... Con 17 años su cuerpo era un mapa donde si se encontraban un hueco el cual no estuviera marcado por una cizatriz, allí era el tesoro. Esas cicatrices estaban ya curadas, gracias a las Iratzes que Dean le había hecho, pero estaban allí, marcando su cuerpo.

Mientras bailaba empezó a notar una presencia en la sala, la música paró después de cinco canciones seguidas. Se miró en el espejo, y el reflejo de Scott mirando en su dirección se había vuelto lo unico que podía ver.

*  *  *

Clary recién despierta mirando a su Jace, con los ojos cerrados, dormido, apoyado en su dirección. Ella miraba el techo recodando el momento en el que su hermano murió entre sus manos. El Jonathan que tanto había deseado tener murió, y el Sebastian, mitad demonio, que quería conquistar el mundo mundano y le infierno, había muerto con él. Ahora, sin explicación alguna, ese Jonathan, el malvado, estaba vivo otra vez junto a su padre, el nefilim que quería purificar la raza, y la demonio. Su cabeza no paraba de darle vueltas al asunto.

Notó movimiento a su lado, los ojos dorados de su chico la miraban con curiosidad.

- Buenos días.

- Buenos días Jace.

Jace se inclinó hacia ella para besarla. Sus besos ya no eran como aquellos que se daban cuando tenían la edad de Serena, estos eran más cuidadosos, más llenos de amor, no tanto de pasión.

- ¿En que piensas? - Preguntó él al levantarse.

- Morgenstern, ¿te lo resume?

Jace se la quedó mirando. Entendía eprfectamente lo que sentía, volver a tener a Sebastian cerca, no le hacía ninguna gracia, y menos ahora, teniendo a Serena de por medio.

*  *  *

Scott al levantarse empieza a escuchar música, música que le taladra los oídos solo despertarse. La noche de ayer acabó con las explicaciones de Serena y Dean sobre el mundo de las sombras y sobre todo aquello a los que ellos hacian referencia. Le explicaron quienes eran Jonathan y Valetine y que relación mantenían con la familía Herondale - Fairchild - Morgenstern.

Se levantó de la cama con difilcultad por las heridas que tenía del día anterior, se quedó mirandose en el espejo. No tenía nada que ver con Dean, él estaba más hecho, más fuerte, más rápido, pero Dean... era Dean, ágil, agraciado, y sobretodo, alto. Era normal que Serena se haya fijado en él y que de Scott pase, al menos es lo que piensa este último. No tenía nada en común con la chica y no estaba hecho para ella, aunque se esforzará en ello. Ella era mucha mujer para alguien como él. El chico bajo de la nube y se vistió. La música seguía sonando al salir de la habitación, así que fue en dirección a ella, a la música. Fue pasando entre pasillos llenos de cuadros de los diferentes ángeles de los cuales no recordaba el nombre, hasta que llegó a una sala grande, con un espejo en frente y con una barra de madera. Tenían un piano en una esquina, y en medio de la sala estaba ella, bailando, dejandose la piel.

Paró. Se quedó quieta. Él la admiraba.

*  *  *

- Dean, no puedes hacer nada, todo esto tiene que ver con la familía de Serena... si está distante deberías apoyarla, no enfadarla.

- Cuando salimos de la habitación de Scott... No sé, los gritos de Serena... sus llantos... me dejaron hecho uan mierda.

Izzie, Simon y Dean estaban en la habitación del último. El muchacho no podía dejar de pensar en la bronca que tuvo con su novia varias horas antes. Entendía que se pusiera de esa manera, su tio y su abuelo habían vuelto, tras la muerte. Era algo que poco corriente, incluso entre cazadores. Pero no quería que Serena se pudiera así con él, con su mejor amigo, novio y confidente. No tenía porque, pero sabía que no podía ponerse a hablar con ella ahora, debía dejar pasar unas horas más, tal vez después de ponerse a bailar, estaría más relajada. Sería más ella misma.

- A la hora de comer hablaré con ella. No puedo dejar que siga así...  Haré lo que haga falta para ayudar a los Herondale, a Serena.

El chico se levantó de su cama y se dirigió a la puerta.

- Dean... - Dijo Simon antes de salir tras su hijo por la puerta.

*  *  *

- Magnus, creo que deberiamos investigar la vuelta de Jonathan y de Valentine por nuestra cuenta.

- ¿Tú crees? Estoy harto de tantos temas nefilims.

Alec estaba caminando de aariba a bajo del salón, mientras su chico estaba tirado en el sofa con su gato encima mientras lo acariciaba. El brujo llevaba puesto una bata violeta con purpurina, un pantalón azul oscuro y una camiseta granate.

- Magnus... la vuelta de Sebastian a ti también te preocupa. - Comentó Alec.

- Pues cuando venga, le estaré esperando.

Magnus calló, dejó al gato y se fue a su cuarto, dejando a Alec solo con la última palabra en la boca.

Al cerrar su cuarto, con toda seguridad, se acercó a su escritorio y abrió un antiguo libro por las paginas marcadas. Se quedó mirando esas paginas malgastadas por el tiempo, observando con cara de preocupación, pensando en que brujo pudo haber ayudado a Lilith a traer de vuelta los cuerpos sin alma de sus dos aliados nefilims.

*  *  *

- Eres espectacular. - Dijo Scott al acabar de salir de en trance.

Serena seguía mirando el reflejo de su amigo en el espejo.

- Gra... Gracias.

Se giró de golpe para mirarle. Él se daba cuenta de el brillo que salía de ella, y a la vez, ella podía ver la admiración que él desprendia cuando la miraba.

- Eres perfecta.

Cazadores de Sombras: Ciudad del Infierno InfinitoWhere stories live. Discover now