XXXII

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Todo estaba preparado, ellos estaban preparados, Magnus ya los había encontrado, sabía donde se escondían. Des de el sueño de Jace, él y los suyos habían estado entrenando, la Clave había dado su visto bueno a la ascensión de Scott, y no habían querido esperar tres meses a realizar los tramites de su ascensión, ni de la boda, necesitaban un luchador más, y eso la clave lo sabía. Serena estaba en su cuarto, mirando el vestido dorado de encima de su cama, mientras pensaba en el porque realmente no hacían ahora. Se daban prisa por si acaso uno de los dos no salía de ahí.

- ¿Estás nerviosa? - Le preguntó su madre que estaba colocada detrás de ella.

- No sabes cuanto mamá.

- Tranquilízate, primero debe beber de la copa, luego...

- Luego, si vive para contarlo. - Continuó la rubia.

- No quería decir eso Serena. - Le dijo su madre abrazándola por la espalda.

- Si que querías, era lo que estabas pensando.

- No sabemos si podrá ascender... No sabemos realmente que puede pasar después de beber la copa.

Serena eso lo sabía, pero no podía dejar de pensar en las dos opciones, en los dos caminos que podía tomar su vida en pocas horas. Podía ser que Scott bebiera de la copa mortal, que todo fuera bien, y que a las pocas horas despertara con un nuevo apellido, siendo Scott Carstairs, y ella, acto seguido se colocara el vestido dorado, que subiera al altar y que se convirtiera en Serena Carstairs. Otro camino, y le más doloroso, podía ser que Scott al beber de la copa, no despertara, que empezara a convulsionar y que ella, la chica que amaba a ese mundano, se quedara sola para siempre. Y es que tenían razón en una cosa cuando describían a los de su especie, amaban como los ángeles y sufrían como los humanos por amor. Serena se levantó de su silla y se dirigió a la puerta, corrió y corrió oyendo la voz de su madre a lo lejos gritando su nombre, pero no iba a parar, no iba a hacerlo. Creía que si corría a toda velocidad podría cambiar el flujo del tiempo, atrasarlo, y cambiar su pasado, evitar conocer a Scott, evitar llegar al punto donde estaban, ahora, más que nunca, estaba preocupada.

- Serena. - Dijeron un par de voces detrás de ella.

No se giró, solo se quedó inmóvil en medio del jardín. No recordaba haber abierto ninguna puerta, pero estaba demasiado metida en sus emociones como para darse cuenta de por donde había pasado hasta llegar hasta ahí. Las dos sombras se colocaron delante de ella, y dos chicas, un pelirroja de ojos verdes parecida a su madre, y una morena de ojos oscuros, se quedaron mirándola.

- Sere... - Dijo la morena. - ¿Qué ocurre?

- Enamorarse de un mundano es lo peor que podemos hacer.

Kat, la pelirroja, se coloco a su lado, pasó su brazo por la espalda de la chica, y dejó que su cabellera rubia se posara en su pecho. La morena, Danielle, se colocó al otro lado de la muchacha. Ambas llevaron a la chica, paso a paso, y lentamente, hasta uno de los bancos del jardín del instituto donde las tres se sentaron. Serena, la chica que siempre había sido fuerte, luchadora, y nada débil, ahora parecía que la habían machacado entre varios subterráneos y demonios.

- ¿Qué pasa con Scott?

- Sabéis que va a pasar hoy.

Las dos amigas de las chica tragaron saliva y se miraron entre ellas antes de contestar. Conocían a Scott, más bien de lo que querían haberle conocido, pero sabían que era fuerte y que no iba a dejar que nada le separara de su cazadora de sombras.

- Scott es fuerte, - Dijo Kat. - podrá soportarlo.

- Pero... tengo miedo. - Dijo Serena alzando su rostro para observar al claro día. - No como aquel que inmoviliza todo el cuerpo, si no aquel que inmoviliza tu corazón.

Cazadores de Sombras: Ciudad del Infierno InfinitoWhere stories live. Discover now