XXXI

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Serena no podía respirar, le dolía el pecho y una de las piernas. Dean estaba a su lado, con estela en mano estaba intentado crear runas en el cuerpo de su amiga desangrada. El cuerpo de Scott yacía en el suelo sin vida, con una espada en la mano, y mordeduras por todo su cuerpo, mientras que mantenía sus ojos, sin luz propia, en el cuerpo de su chica.

- Serena, por el ángel... - Decía Dean entre lágrimas. - no nos dejes... tú no.

Serena no era capaz de contestar. Su pierna derecha estaba atrapada entre un montón de madera que había caído del establo y la izquierda estaba doblada de una manera extraña. Mientras que en su pecho había atravesado una gran barra de hierro. Dean no podía dejar de llorar mientras veía como su parabatai, ex novia, y su mejor amiga, se iba apagando cuando él no podía ayudar. Jamás había pensado que eso iba a pasar, que iba a perder a Serena en la batalla y que él no pudiera hacer nada. Mientras tanto, Jace, que estaba perdiendo a su hija en el otro lado de la sala, se peleaba con Sebastian, ambos con una espada, sangrando, y sudando, enganchándose el pelo en su nuca. Jace se sentía agotado, pero no iba a dejar a luchar, no iba a dejar que su hija, su pequeña, muriera en vano.

- Me las pagaras... - Dijo Jace jadeando.

Jace se lanzó hacia el hermano de su novia e intentó clavarle un cuchillo serafín en uno de los costados, pero el muchacho  llegó  a evitarlo y Jace cayó al suelo.

- No has podido salvar a tu hija, ni a tu yerno... - Dijo Sebastian riendo. - Y tampoco podrás salvar a Clary.

Jace alzó la cabeza y miró al muchacho, el cual sonreía enseñado sus grandes y afilados dientes y se dirigió, caminando lentamente, a Clary. La pelirroja estaba apoyada en la pared, sangrando por un brazo, mientras mantenía los ojos cerrados para aguantar el dolor. Sebastian se acercó a ella y con una mano, empujó su rostro hacia la pared dándole un golpe seco en la nuca. La chica no se quejó, y abrió sus ojos verdes para mirarle directamente. Sebastian intentó  forzar a su hermana a besarle, pero esta, con las pocas fuerzas que le quedaban rechazó el esfuerzo y le dio un cabezazo, y este se tambaleó hacia atrás. Sebastian miró con furia a su hermana, se acercó a ella y la cogió por el cuello, y la alzó hacia arriba contra la pared. Empezó a patalear  para soltarse de las manos del muchacho, pero no aflojaba la fuerza. Su cuerpo había dejado de responder, y ya no intentaba escapar de su prisión, solo oía a Jace gritar su nombre sin cesar, pero sus ojos ya se habían empezado a cerrar. Notó un pinchazo, en la barriga, y cuando bajó la vista lo vio. Sebastian le acababa de clavar un cuchillo serafín en el estomago, y había acabado con su vida.

- ¡Clary! - Gritó por última vez Jace.

El cuerpo de la chica chocó contra el suelo mientras miraba al padre de su hija a sus ojos dorados. No quería abandonarlo, pero su cuerpo ya no respondía, ya no podía hacer nada para parar aquella masacre. No podía evitar que Sebastian, en esos momentos, la clavará en su garganta el mismo cuchillo que había utilizado para matarla a ella. Lilith, Valentine habían ganado.

* * *

Jace se despertó de la cama pegando un saltó. Clary estaba a su lado, durmiendo plácidamente, mientras él había tenido una horrible pesadilla donde su hija, y Clary morían a manos de sus enemigos. Había visto la tristeza del parabatai de su hija, e incluso había visto la muerte de Scott. No podía quedarse sentado en la cama, no podía quedarse con los brazos cruzados mientras había una pequeña posibilidad de que murieran en la batalla. Se levantó sin hacer ruido alguno y salió por la puerta de su habitación, y empezó andar por el largo pasillo, pasando por la habitación de su hija. Serena tenía la puerta abierta, y se podía ver como la luz de la luna entraba por la ventana. Al lado de Serena, tirado en la cama abrazándola, estaba Scott. La cabeza de la chica estaba en el torso de él, mientras este la abrazaba acercándola a él. Jace se acercó a la puerta y miró con más atención, pero se decidió a entrar del todo. Intentó hacer el mínimo ruido, y miró por toda la sala. En la habitación había un tocador blanco, un armario empotrado, y un baúl de madera blanca delante de cama. Justo al lado de los dos chicos durmiendo, escena que no le gustó para nada a Jace, había una mesita de noche, y en la que estaba en el lado de Serena, había un marco con una foto, una imagen de Serena, Scott, Dean y Will, los cuales estaban en el jardín trasero, tirados en el suelo, sonriendo a la cámara y cogidos de la mano. En otro marco, aun más grande, había otra foto con los cuatro chicos más David, Dalton, Cole, Gabe y Dana, junto a Cassidy, Alex, Sammi junto al grupo de mejores amigos y compañeros de patrulla de los chicos, Kat, Danielle, Dylan y Cody. Estaban tirados unos encima de otros, riendo y cayéndose. Mientras Jace miraba esa escena, pequeñas lágrimas empezaban a caer por sus mejillas al pensar que dentro de poco su hija iba a dejar de tener esos momentos con sus amigos, y que iba a tener que hacerse una luchadora para salir de esa. La conocía, y sabía que cuando empezará la batalla, ella estaría prepara.

- ¿Papá? - Preguntó la chica girando su rostro adormilado hacia él.

- Serena, duerme. - Dijo sonriendo.

- ¿Pasa algo? - Preguntó la muchacha.

- No tranquila, solo me gusta ver si duermes bien... - Dijo acercando su rostro a ella. - Bueno, también quería saber si este te ha hecho daño.

Serena puso los ojos en blanco. Jace sonrió y acarició el pelo de su hija, y luego le indicó, en gestos, que se fuera a dormir. Serena obedeció y se colocó en el pecho de Scott, el cual seguía respirando tranquila y plácidamente por el sueño. Jace se dirigió a la puerta y antes de cerrarla volvió a mirar hacia dentro con tristeza. Siguió caminando, con las manos en los bolsillos del pantalón del pijama, a la vez que miraba hacia el suelo, pensando en la pesadilla que acababa de tener. Entonces, en ese momento, chocó con algo fuerte. Alzó los ojos y su parabatai estaba delante de él.

- ¿Jace qué te pasa? - Preguntó Alec.

- Nada, solo he tenido una pesadilla. - Dijo Jace pasándose la mano por el pelo rubio mientras miraba a los ojos de su mejor amigo.

- ¿Qué has soñado?

Jace negó con la cabeza e intentó avanzar en dirección a la cocina, pero Alec le cogió por el brazo y lo retuvo. Quería saber que había soñado su mejor amigo, y porque tenía esa cara, esa expresión que hacia que se le pusiera la piel de gallina. Jace le miró con dureza y este le soltó, y empezaron a caminar el uno junto al otro, sin decir nada, sin pronunciar palabra alguna. Se dirigían los dos a la cocina, pero no para comer nada, si no, porque Jace necesitaba salir al jardín por la puerta traserán mirar las estrellas, y respirar aire puro mientras pensaba una manera de explicarle a Alec como había visto morir a su hija, a Clary y a Scott, como los había perdido en la batalla y como se había sentido. Llegaron a la puerta de la cocina y ambos se giraron a mirar el grifo, el cual seguía goteando con la luz de la luna encima de él, iluminándolo. Giraron su vista y miraron hacia la puerta, la cual, Jace empujó con una patada hacia atrás. El cielo está rojo, anaranjado, como si los ángeles ya supieran lo que les esperaría los siguientes días, aunque realmente, nadie sabía cuando iba a empezar el infierno, aunque para los Herondale y los Fairchild ese infierno había sido infinito. Alec siguió a Jace mientras este caminaba hacia los árboles, mirando el cielo, sin separar su vista de él.

- ¿Has visto el cielo? - Preguntó Jace.

- Si, es rojo.

- Rojo como la sangre, como lo que nos espera. - Continuó el rubio.

- Eso es lo que nos espera cada día cuando salimos a buscar demonios. - Señaló Alec.

- Está batalla es diferente. - Afirmó Jace. - Está guerra es la definitiva.

Alec miró a su amigo. Este seguía mirando el cielo, con el ceño fruncido, y una expresión dura y seria.

- Puede que tengas razón.

- Alec, ¿puedo pedirte un favor? - Pidió el muchacho.

El moreno de ojos azules dijo que si con la cabeza cuando vio que Jace le estaba mirando directamente. Esperaba una respuesta, pero ya la tenía, con los ojos se lo había dicho, con su expresión, pero sobre todo, él ya lo sabía, era su parabatai  los dos podían contar el uno en el otro.

- Cuando vayamos a por Sebastian... - Empezó Jace. - Cuida de Serena, protégela con tu vida si es necesario.

Alec tragó saliva con fuerza, se le había formado un nudo en la garganta, pero consiguió contestar.

- La defenderé con mi alma.

Cazadores de Sombras: Ciudad del Infierno InfinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora