XXI

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Dean y Serena entrenaban, el uno junto al otro en la gran sala. Ella mantenía dos cuchillos en cada mano mientras que él tenía un arco con varias flechas. Las luces de la diana se encendían y se apagaban cada vez que uno de los dos le daba al centro. Sonreían contentos, de una manera en la cual se podían ver los agujeros de los dientes en la boca de ambos. Los dientes de leches se les habían caído esa misma semana y el ratoncito Pérez les había traído dinero  mundano para poder comprarse cosas. Dean se había comprado ropa, mucha ropa, no le cabían en los pequeños armarios que constituían su habitación en el instituto, mientras que Serena se había comprado libros, libros y algo de ropa, cosa que le había sugerido su madre. A ella le gustaba sentarse en su cama, después de haber bailado junto al chico en la sala de baile, y después de haberse dado una ducha, para ponerse a leer sin parar, hora tras hora. Miraba las páginas antes de leerlas, luego las olía mientras su padre le hacía algún comentario sobre su adicción a los libros. Le gustaba meterse dentro de los libros y creer que era una de las protagonistas principales de la novela, y poder ser tan valiente como ellas, poder ser una gran cazadora de sombras. La puerta de la sala de entrenamiento se abrió de golpe. Un hombre de unos treinta años  de pelo negro, o castaño oscuro, con ojos negros entró por la puerta. Tenía marcas  plateadas en la cara, formándole cicatrices en los pómulos. Su runa de Parabatai estaba encima de su pecho, en color plata.

- Futuros nefilims...

- Señor Carstairs. - Dijeron los dos a la vez.

Ambos agacharon la cabeza al ver al hombre hacerlo. Detrás de él, Tessa, la mujer de pelo castaño y rizado entró por la puerta. Ambos iban vestidos informalmente, ella con un colgante de jade en el cuello y un brazalete en su mano izquierda.

- Pequeños, no nos llaméis así. - Dijo la muchacha de veinte años al llegar hasta la altura de estos. - Vamos a entrenar.

Serena se dirigió a Tessa, y esta le quitó dos de los cuchillos que tenía la niña en la mano. El pelo rubio de la niña ondeaba con los movimientos de esta mientras la muchacha de pelo castaño intentaba atacar a la chica. Jem cogía al chico por el cuello mientras este saltaba para esquivar el puñetazo. Se miraban entre ellos sonriendo sabiendo lo que iba hacer el otro. Ambos se giraron, evitaron el golpe que su contrincante les iba a producir, y con su pequeña estatura, fueron capaces de darles el golpe de gracia a la pareja Carstairs.

- Con siete años... sin runas, y sois más rápidos que nosotros.

* * *

- Serena... - Susurró Dean.

Estaban en la penumbra. Las luces de las velas se habían apagado con el paso de las horas. Estaban los tres solos en la sala, mirándose entre ellos mientras lloraban sin producir sonido alguno. A Serena se le caían las lágrimas en los ojos, pero su rostro estaba indiferente. Dean la miraba preocupado, Scott era incapaz de mirarla, mirarla directamente a los ojos y ver la impotencia que ella desprendía.

- Serena... por el ángel... Si alguien tiene que sacarnos de aquí, esa eres tú. - Dijo Scott sin mirarla aun directamente.

Esta levantó la mirada por encima de del hombro, les miró a los dos, y estos se miraron entre ellos. Los ojos de los tres adolescentes, en ese momento mostraron esperanza.

* * *

- Alexander Lightwood, me estas mareando. - Informó Magnus sentado en la biblioteca del Instituto.

- No puedo dejar de pensar en mi sobrino.

Alec estaba dando vueltas por los diferentes pasillos de las estanterías de libros sin poder parar de caminar. Habían estado en una reunión con Clary, Jace, Izzie, Simon, Tessa, Jem, Jocelyn, Luke, y los otros miembros del Conclave. A nadie se le ocurría una manera de sacar a los muchachos de su escondite, ya que en realidad ninguno sabía realmente donde estaban escondidos. Por grupos se habían dividido, a Magnus y a él les había tocado buscar en libros aunque no sabían que buscaban. Magnus ya estaba agotado, su pelo negro azulado había dejado de brillar, y sus ojos verdes-amarillos ya no expresaban ninguna emoción.

- Alec, todo saldrá bien, ya lo verás.

El brujo se levantó de su silla y se dirigió a su novio. Le abrazó por detrás llenándole de fuerza y de esperanza. Le venía la imagen de su sobrino, corriendo de arriba abajo de la biblioteca con Serena detrás con una espada entre sus manos mientras él le recordaba que los patos iban a ir a por ella. Serena de pequeña había tenido miedo a los patos, cosa que su padre le había inculcado desde que había nacido. Tanto él como Jem habían sido los encargados de quitarle ese miedo a la muchacha enseñándole que esos animales no tenían nada de malo. Ahora pensaba en esos momentos, pero Magnus hizo que apartará sus pensamientos de su sobrino y de la chica.

- Magnus...

- Shhh... Calla. - Dijo el brujo.

Magnus juntó sus labios con los de su chico. Sus manos las pasó por la espalda del muchacho acercándole más a él. Haciendo que los ojos de ambos volvieran a brillar, que volvieran a tener color.

* * *

- ¿Tenéis alguna idea? - Había preguntado Jace al salir de la sala de entrenamiento.

- Si, pero... no podemos contar con vosotros aún. - Comentó Jem saliendo detrás del otro muchacho.

Todos se giraron para mirarle.

- ¿Cómo? - Inquirió Simon.

- No sois brujos... Y vosotros sois los objetivos así que no, no podéis venir. - Iinformó Tessa pasando por detrás de todos ellos.

- Tienen a mi hija. - Dijo Clary jadeante.

- Y a mi hijo. - Finalizó Isabelle.

- También tienen a Scott, que aunque es un mundano... es importante para nosotros. - Comentó Jem

Todos miraban a los Carstairs. Clary e Izzie tenían dificultades al respirar, Simon intentaba calmar a las dos madres que no dejaban de hiperventilar, mientras que Jace mantenía el cuchillo serafín con todas sus fuerzas aguantando sus ganas de lanzarse en dirección a los dos chicos nuevos. Los ojos de la chica, los grises ojos de la muchacha, expresaban la angustia que sentía hacia ellos. Jem, en cambio, no mostraba expresión alguna, si no que en ese momento parecía un Hermano Silenciosos  algo que había sido hacía un tiempo atrás. Tessa le cogió la mano, la apretó con fuerza, y él la miró de reojo. Sus ojos se encontraron una milésima de segundo.

- El fuego arderá. - Dijo Jem.

* * *

La casa explotó. Los ojos de los chicos se encontraron entre lágrimas. De repente, las cuerdas que los ataban se aflojaron. Se miraron entre ellos otra vez, mientras sonreían de la alegría. Ellos bajaron de las cruces a los cuales estaban sujetos. Los pies de los chicos chocaron contra el suelo, el momento del contacto, para ellos fue como llegar al cielo. Se sentían con los pies en la tierra, podía respirar tranquilamente, pero aún miraban a su alrededor preocupados por si Vlentine, Sebastian o Lilith los podían observar. Con cada paso se veían más cerca de la salida, aunque al menos, dos de ellos fueran sin camiseta o ella sin pantalones. Excepto Scott, los otros dos, tenían en su cuerpo las marcas hechas por las estelas. Serena tenía en su pecho el símbolo del ángel, mientras que Dean lo tenía en la parte derecha de la clavícula. Entonces, en ese momento hubo otra explosión. Los muchachos corrieron mientras se clavaban pequeños cristales en las palmas de los pies. Scott iba delante, y Serena era la siguiente cuando el suelo se abrió de par en par entre las llamas dejando a Dean al otro lado. Serena gritó y gritó con todas sus fuerzas. Dean no la podía oír, pero podía ver como los ojos de la muchacha se llenaban de lágrimas. Scott estaba detrás de la muchacha, llorando. La chica miró a su amigo mundano, cuando vio que su amigo nefilim saltaba para pasar al otro lado. Serena, asustada, se lanzó hacía él. Le aguantaba de una mano mientras el chico se dejaba caer hacía el infierno, hacía la nada.

- Serena... suéltame.

- Nunca.

Las lágrimas de la chica llegaban hasta sus manos, resbalando hasta los brazos de los dos muchachos agarrados de la mano. Ambos alzaron su otra mano, con una estela que habían cogido de la sala donde habían estado encerrados, y la colocaron en el brazo contrario del otro. Se miraron decididos, y una luz blanca salió de ambas estelas en los brazos de Dean y Serena mientras susurraban algún hechizo.

Cazadores de Sombras: Ciudad del Infierno InfinitoWhere stories live. Discover now