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Había pasado la noche en vela, dando vueltas en la cama sin razón aparente. Quizás la siesta de dos horas del día anterior no había sido tan buena idea después de todo.
Me levanté frustada, y entré al aseo para hacer mis necesidades y darme una ducha que debido al cansancio de mi cuerpo, se alargó más de lo esperado.
Al salir miré la hora.
Mierda.
Llegaría tarde, otra vez.
Cogí con rapidez el uniforme de la legión y empecé a atar todas las correas en su correspondiente sitio.
A los pocos segundos, el sonido de la puerta abriéndose captó mi atención.

—¿Estás list..?— el capitán enmudeció, repasando mi cuerpo de arriba a abajo —Huh... no tengo ninguna objeción, pero creo que la ropa se coloca antes que las correas— dijo mirándome divertido mientras cerraba la puerta.

Miré mi cuerpo a medio atar. Mierda, con las prisas sólo me había puesto la ropa interior y lo más jodido del uniforme, las correas.

—Ya decía yo que lo notaba raro...— suspiré rendida —hoy no es mi día, estoy reventada y mi cabeza no da para mucho— me pasé las manos por el rostro con fustración.

Levi se acercó a mí, me tomó de la cintura y unió nuestros labios en un suave beso. Sus manos viajaron por mi cuerpo, sentí mi sujetador caer y sus manos atando las correas que faltaban.

—¿Levi? Sigo sin llevar ropa— sonreí sobre sus labios.

—No la necesitas, me he puesto jodidamente duro al verte así— gruñó y profundizó el beso, entrelazando nuestras lenguas. Mis manos viajaron por sus hombros y su pelo azabache, tirando suavemente de él, y respondió atrayéndome más a su cuerpo.

Besó mi cuello y se recreó en él, succionando y lamiendo mi piel. En la parte baja de mi estómago empezaron a revolotear mariposas que parecían enfurecidas.
Jadeé cuando noté sus dientes clavarse en mi piel, a la vez que sus manos estimulaban mis pechos desnudos.
Desabroché su camisa impaciente, con ansias de él. Mis manos acariciaron sus marcados abdominales y descendieron lentamente hasta notar la dureza de sus pantalones. Ahogué un gemido al notar su prominente erección.
Empecé a masturbarle por encima de la ropa, obteniendo un grave suspiro de su garganta.

—Arrodíllate— ordenó en un gruñido, clavando sus grises ojos en mí.

—¿Y si no quiero? —respondí juguetona mordiendo mi labio inferior.

—¿Acaso no quieres? —arqueó una ceja.

Ups, pillada.

Me arrodillé y desabroché el botón de sus pantalones, bajando la cremallera lentamente con mis dientes, sonriendo interiormente al verle aspirar aire de forma errática.
Retiré el pantalón y su bóxer a la vez, relamiéndome al ver su miembro erecto apuntando hacia mí.
Admiré la expresión de goce en su rostro en el momento que mi mano hizo contacto con su pene, masturbándolo lentamente.

—Métela en tu boca.— exigió con ese tono autoritario que tanto me gustaba.

Sin retirar mi mirada de la suya, abrí mi boca, rodeando el glande con mis labios mientras jugaba con la lengua.

—Succiona.— dijo roncamente con firmeza.

Hice caso de sus indicaciones y con la mano acompañé los movimientos de mi boca.
Lamí la punta como si de un helado se tratara, ejerciendo presión sobre ésta.
El pelinegro no aguantó mucho más y tomó las riendas, enredó mi pelo entre sus dedos e introdujo su pene hasta mi garganta.
Soltó un grave gemido y acto seguido empezó a follarme la boca con rudeza.

—Mierda, voy a correrme ya.— anunció intentando sacar su miembro de mi cavidad bucal, pero respondí agarrando sus caderas, indicándole que no parase.
Maldijo por lo bajo y embistió contra mi boca, rozando con el glande el final de mi garganta. Un grave y ronco gemido acompañado de un último golpe de cadera indicó que su límite había llegado, corriéndose en mi boca.

Levi Ackerman (One shots) (+18)Where stories live. Discover now