24

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—¿Lo llevas puesto? –preguntó el pelinegro mientras aparcaba el auto.

—Ajá. –aseguré.

—Así me gusta. –sonrió ladinamente al mismo tiempo que dejaba un pequeño apretón en la parte interna de mi muslo.

Salimos del coche y andamos a través de unas calles hasta llegar a la entrada de la casa.

—Reina, se te olvida algo. –informó Levi tendiendo su mano.

Mordí mi labio inferior y saqué el pequeño objeto del bolso para dárselo.
Satisfecho, guardó el cacharro que se encontraba ahora en su posesión.

—¿Algo más, mi rey? –pregunté en un tono divertido arqueando una ceja.

—Sí, ven aquí. –respondió colocando una de sus manos en mi cuello y uniendo nuestras bocas con fiereza, derritiéndome por dentro. Segundos más tarde rompió el beso, emitiendo un ronco gruñido al separarnos– Maldita sea... no voy a aguantar esto.

—No exageres, solo serán unas horas. –reí mordisqueando su boca.

—Suficientes para desesperarme.
–rechistó.

Rodé los ojos y seguidamente pulsé el botón que se encontraba al lado del marco de la puerta. Esperamos unos segundos hasta que ésta se abrió.

—Oh ¡ya estáis aquí! –sonrió felizmente mi madre– cuánto tiempo.

Ella me abrazó efusivamente y en ese instante me sobresalté al notar como un pequeño aparato empezaba a vibrar dentro de mí.
Miré al pelinegro de reojo, maldiciéndolo por haberlo encendido en ese preciso momento. Un brillo divertido apareció en sus ojos junto a una pícara sonrisa que me hizo temblar.
Poco después mi madre dejó de abrazarme para saludar al que era mi marido.

—Os estábamos esperando, pasad pasad. –ésta se hizo a un lado para permitirnos el paso.

Nos adentramos en la casa en la cual había estado durante muchas etapas de mi vida. Sonreí internamente mientras observaba todo con detalle, añorando esos tiempos.
La mano del ojigris me distrajo, quien entrelazó nuestros dedos hasta que llegamos al salón, lugar en el que se encontraba el resto de mi familia. Al llegar saludamos a los presentes y ayudamos a mi madre a preparar lo que quedaba de la cena.
Poco más tarde, nos sentamos en la mesa para cenar; era 24 de diciembre y nos habíamos reunido para celebrarlo, y cómo no, Levi siempre buscaba darle algo de diversión a estos eventos, ya que no le apasionaban demasiado.

Empezamos a comer y no habían pasado ni cinco minutos cuando el pelinegro sentado a mi lado encendió el cacharro mientras yo daba un trago a mi cerveza, haciendo que me atragantara y por tanto, empezara a toser.
Solté una risita nerviosa cuando mi padre me escrutó con la mirada, como si me estuviera diciendo "imbécil" de manera indirecta.
Dejé de sentir la vibración en mi zona y me relajé, dispuesta a empezar a comer.
No dudé en coger una gamba y sacarle la cabeza para llevármela a la boca.

—Iugh, ¿te gusta chuparla? –dijo mi sobrina de ocho años sentada en frente de mí mientras me miraba asqueada.

—Sí, y la cabeza de las gambas también... –murmuró Levi ganándose un puntapié de mi parte.

—Claro, cariño -sonreí a la pequeña– realmente es tóxico, pero una al año no hace daño.

—Será tóxico pero eso no quita que tenga un sabor exquisito. –concluyó mi madre realizando mi misma acción, asqueando aún más a la cría.

La cena prosiguió, y en repetidas ocasiones el ojigris encendió el pequeño aparato que yo portaba en mi interior, sobresaltándome. Entre el alcohol ingerido y las vibraciones, la temperatura de mi cuerpo ascendía cada vez más y no podía evitar retorcerme en la silla disimuladamente.
Cuando estuve a punto de alcanzar el orgasmo, Levi lo apagó, desesperándome.
Le miré de reojo, suplicante, mientras esperábamos a que el pavo que había cocinado mi madre fuera servido.
Sus ojos brillaron, consciente de mi estado. Acto seguido, dirigió la mano a la parte interna de mi muslo y su toque directo en mi piel me hizo arder, ya que el vestido que llevaba era algo corto.
Seguidamente solté un suspiro tembloroso y dejó un pequeño apretón antes de volver a encender el vibrador. Sin poder evitarlo, mi respiración se agitó y clavé las uñas en su brazo, intentando no emitir algún sonido que pudiera delatarnos.
No pasó mucho tiempo hasta que tuve el plato puesto delante de mí, sin embargo, el hambre se me había ido por completo.

Levi Ackerman (One shots) (+18)Where stories live. Discover now