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•Aviso: Levi + Erwin + ____

Corría como alma que lleva el diablo, pues una vez más llegaba tarde a clase. ¿El problema? Que ya había recibido mil advertencias del profesor.
Pero ¿qué culpa tenía yo de que su clase fuera a primera hora? Suficiente era que me dignara a levantarme aun siendo tarde y sabiendo que no iba a llegar a tiempo.

Me planté delante de la puerta, y alisé la falda de mi uniforme mientras intentaba recuperar el aliento antes de tocar varias veces, para seguidamente abrirla.
Asomé la cabeza y absolutamente todas las miradas se posaron en mí.

—Esto... –carraspeé– ¿puedo pasar, Sr. Smith?

Sus ojos azules me analizaron durante unos segundos antes de decir un sonoro "adelante" y proseguir con su explicación.
Cerré la puerta después de entrar, y enseguida escuché al profesor de prácticas resoplar, disconforme.
Lo miré de reojo, el pelinegro me fulminaba con la mirada con cara de pocos amigos, mientras el rubio seguía impartiendo su clase.

Finalmente llegué a mi sitio y me senté bajo la expectante mirada del resto de mis compañeros.
Suspiré, relajándome al soltar el aire retenido en mis pulmones.
Acto seguido, abrí el libro y los apuntes, poniendo toda mi atención al discurso del profesor.

••••••

Por fin el timbre sonó, anunciando que la lección había finalizado.
Recogí mis cosas lo más rápido posible, deseando salir antes de que el rubio o el pelinegro me llamaran.

Empecé a andar decidida hacia la puerta, pero una grave voz me interrumpió.

—Señorita ___, quiero hablar con usted. –informó el más alto.

Mierda.

Chasqueé la lengua y respiré profundamente antes de acercarme a su escritorio.
Me escrutó con la mirada y cuando iba a hablar, el de ojos grises lo interrumpió.

—He perdido la cuenta de las veces que usted ha llegado tarde. –dijo molesto.

En serio, en mi vida había conocido a dos señores tan estrictos. Y hubiera sido muy fácil odiarlos si fueran los típicos profesores de sesenta años con sobrepreso y calvicie. Pero por desgracia no era así, ambos eran jóvenes y apuestos. En resumen, cualquiera pagaría por perderse entre sus piernas.

—Lo lamento, no volverá a pasar. -miré hacia abajo, mordiéndome el labio con nerviosismo.

—Por supuesto que no volverá a pasar, –habló esta vez el rubio– está castigada después de clases.

Levanté la cabeza y lo vi observando mi boca. Mis pulsaciones se aceleraron en menos de un segundo, y probablemente mis mejillas habían adquirido un tono rosáceo.

—En esta misma aula le esperamos, puede irse. –habló el profesor Ackerman antes de que pudiera rechistar.

Resoplé y retomé el camino hacia la que sería mi siguiente clase.

•••••••

Las horas pasaron con lentitud, hasta que la campana sonó de nuevo, anunciando el final del horario lectivo.
Me asomé a la dichosa aula y ahí vi al estricto Erwin Smith sentado en el escritorio mientras revisaba unos papeles.

—Pase, le estaba esperando. –dijo aun sin despegar la vista del montón de folios.

Su grave y firme voz provocó que las mariposas de mi barriga revolotearan agitadas.
Entré quedándome a poca distancia de él. El mínimo ruido resonaba por toda la estancia, ya que sólo estábamos nosotros en ese lugar, no veía al enano gruñón por ningún lado.

Levi Ackerman (One shots) (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora