Capítulo 8

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Cuando me despierto, me doy cuenta de que aún es de noche.

Miro el reloj de manecillas, y checo la hora con ayuda de la ligera luz que entra por la ventana.

4:00 a.m.

No es extraño que me haya despertado tan temprano. De hecho, desde hace dos días, cuando leí la carta de Gale, me ha costado conciliar el sueño.

No sé qué es lo que voy a hacer cuando vea a Gale.

Justo ahora viene a mi mente aquella última vez que lo ví. Cuando quise llamarlo y decirle que me equivoqué, que iba descubrir el modo de aceptar todo eso, que intentaría recordar las circunstancias en las que creó la bomba, que tendré en cuenta también todos mis crímenes sin excusa.

Que lo iba a perdonar. Sin embargo, no puedo. Ni siquiera ahora, a pesar de todos los años que han pasado desde entonces.

No puedo hacerlo, porque no puedo dejar de pensar que por su culpa perdí a Prim para siempre. Que jamás volveré a verla gracias a que él se dejó llevar por el odio que lo consumió por dentro.

Ha pasado mucho desde la última vez que nos vimos, pero no me siento lista para encontrarme con él.

Realmente no quiero verlo, no creo que algo buena pueda resultar de ese encuentro.

Lo único que ha logrado Gale con su carta y su llamada, es inquietarme. Su llegada inevitablemente trae consigo demasiados recuerdos dolorosos y llenos de nostalgia. Algo que, siendo sincera, no creo poder soportar, porque recordar conlleva abrir viejas heridas que me han costado mucho sanar.

Y no quiero retroceder. No puedo permitirlo después de lo mucho que me costó recuperarme.

Giro sobre la cama, y es cuando me doy cuenta de que Peeta no se encuentra aquí.

Su ausencia me causa un extraño presentimiento en el pecho. No quiero sugestionarme, pero me preocupa no verlo acostado a mi lado.

Quizá él esté en el baño. Pero si es así, ¿por qué no está iluminado el pasillo?

Sin levantarme de la cama, me asomo por la puerta abierta y veo que todo se encuentra en absoluta oscuridad. Lo cual me inquieta aún más.

Me levanto de la cama sin pensarlo por más tiempo, y salgo de la habitación. Avanzo por el pasillo con cautela, y bajo las escaleras sin hacer ruido.

Llego al salón, y veo que sólo está encendida la lámpara que está cerca del sofá. Y con ayuda de esa tenue luz es como distingo a Peeta en medio de la oscuridad, mientras se aferra con fuerza al respaldo del sillón individual.

Me tenso de inmediato al percatarme de que él está teniendo un ataque. Algo que no ha sucedido desde hace varios meses.

Me acerco con cautela a él, sin quitarle la mirada de encima. Y espero el momento en que se acabe el flashback.

Doy unos cuantos pasos más, hasta que consigo estar aún más cerca de Peeta.

Pongo mi mano en su espalda, y siento como su cuerpo entero se tensa de inmediato.

—¿Todo bien? —susurro, y acaricio suavemente su hombro.

Peeta sólo guarda silencio, y se queda completamente quieto.

Veo que él cierra los ojos con más fuerza, y que sus nudillos se ponen blancos mientras aprieta aún más el respaldo del sillón.

Probablemente no es buena idea lo que pienso hacer, pero su ataque está durando más de lo normal, por lo que me atrevo a abrazarlo y recargo mi mejilla en su hombro.

Volver a vivirWhere stories live. Discover now