Capítulo 19

1K 84 17
                                    

Es como si los últimos tres días, bajo el cobijo de la casa, el frío y el bosque, hubieran sido un respiro, una especie de vacaciones.

Mientras más tiempo permanezco en este lugar con Peeta, menos quiero irme.

Sin embargo, sé que probablemente tendremos que volver a casa en uno de estos días. Porque ya casi nos hemos acabado la comida. Además, la baja temperatura ha dificultado la caza porque incita a que los animales permanezcan casi siempre en sus madrigueras.

Tal vez podamos estar aquí otros tres días. Y estoy segura de que podremos sobrevivir bastante bien hasta entonces.

Por ahora no quiero preocuparme por ello. Sólo quiero disfrutar de que todavía estoy aquí con Peeta.

Me cubro más con las mantas, y casi por automático me acerco más a Peeta para conseguir más calor.

No sabría exactamente cuánto tiempo llevamos despiertos. Pero lo que es cierto, es que hace tanto frío que ninguno de los dos está dispuesto a levantarse.

—¿La chimenea todavía tiene leña? —me pregunta.

Alzo la cabeza, sólo un poco, y asiento con la cabeza.

Vuelvo a acomodarme. Y subo el cierre de la chamarra lo más que puedo, en un intento por protegerme del frío que amenaza con infiltrarse en mi cuerpo.

—Estamos perdiendo tiempo de caza —murmuro, mientras lo miro.

—Yo no diría que esto sea perder el tiempo —asegura. Se sienta y se estira con ganas.

Tomo las mantas de inmediato y vuelvo a cubrirme.

—¿Qué te pasa? —me quejo—. ¿Acaso no tienes frío?

Él me sonríe.

—Lo lamento —se ríe—. ¿Tú sí?

—Si.

Pienso que va a levantarse. Pero en lugar de eso, él vuelve a acostarse y me abraza.

—Entonces hay que quedarnos en cama —susurra, y me besa la mejilla.

Le sonrío.

—Esto ni siquiera es una cama —le recuerdo.

—Por supuesto que sí. Hemos dormido aquí un par de veces y nunca te he escuchado quejarte.

Suelto un suspiro.

—¿Crees que Haymitch me odie? —me atrevo a preguntar.

—Seguramente ha de estar más que furioso con ambos —dice—. Pero... sé que encontraremos las manera de que él nos perdone algún día.

Giro un poco la cabeza para poder mirarlo, y le acaricio la mejilla.

—¿Te arrepientes de haber huido conmigo? —le pregunto.

—Para nada —dice, sin ningún rastro de duda—. Aunque estemos congelándonos, soy más que feliz estando aquí contigo.

Nos quedamos en silencio, mientras observamos el fuego que arde frente a nosotros.

Menos mal que no está nevando, sino sí que estaríamos sufriendo por el frío.

—Sólo espero que cuando volvamos, Haymitch no me obligue a ir al Capitolio —dice él de repente.

Niego con la cabeza.

—No voy a dejar que nadie más te aparte de mí —respondo, y lo abrazo—, tú te quedas conmigo.

Siento que deja un beso en mi frente.

Ambos decidimos quedarnos un rato acostados, abrazados, para intentar conservar el calor entre nosotros.

Volver a vivirWhere stories live. Discover now