Capítulo 33

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Me asomo discretamente por la ventana de la habitación, y veo que hay un par de personas abajo. Quienes hablan con Haymitch y Peeta.

Ellos serían los terceros en venir esta semana. Pero por fortuna, el patio no está repleto de cámaras y reporteros.

Supongo que Plutarch ha cumplido su palabra. Porque, desde que se hizo pública la noticia de mi embarazo, sólo han venido unos cuantos camarógrafos entrometidos, pero nada de qué preocuparse.

Peeta y Haymitch son los que siempre se encargan de hablar con ellos, e inclusive hay ocasiones en las que les
dan dinero para que se marchen.

Esto no está tan mal después de todo. Creí que cuando la noticia se esparciera, iba a ser mucho más escandaloso. Pero no.

Lo que sí, es que definitivamente ya no puedo salir de casa, porque no dudo que no haya alguien afuera esperando para poder tomarme alguna fotografía o que intente entrevistarme.

Lo más importante de todo, es que la bebé está a salvo, y de cierta manera, lejos del lente publico. Tengo la esperanza de que, como ya no salen noticias de mi embarazo, todos se olviden del asunto y nos dejen en paz.

Afortunadamente, tengo razón.

El tiempo pasa volando, y el tema de mi embarazo queda casi en el olvido. Cada vez viene menos gente, y ya no sale nada en la televisión, ni en ningún medio de comunicación.

Y a pesar de que no los veo, mi madre me informa que Gale y su familia se han marchado. En un principio tenía la inquietud de reclamarle a Gale por lo que hizo, pero Peeta tiene razón, no tenía ningún caso hacerlo.

Y ahora que él se ha ido, ha vuelto la tranquilidad para mí.

Esa paz mental es la que necesito ahora más que nunca, porque cada vez estamos más cerca del nacimiento de la bebé, y debo admitir que me encuentro bastante nerviosa.

Según mi madre, aún faltan varios días. Pero dice que aún así debemos estar preparados por cualquier cosa. Es por ello que ella casi no sale de casa, y Peeta ha reducido considerablemente su jornada en la panadería.

Ahora que la barriga me ha crecido más, creí que Haymitch aprovecharía para burlarse de mí y que intentaría hacerme enfadar cada que tuviera la oportunidad. Pero por fortuna, no ha sido así. Al parecer me ve tan cansada, que no hace ningún comentario al respecto. Y también tengo la sospecha de que Effie ha tenido mucho que ver en ello. Y realmente se lo agradezco.

Con el tamaño de mi vientre, las noches resultan bastantes difíciles. Si no estoy parándome a cado rato al baño, me paso casi todo el tiempo intentando encontrar una posición cómoda para dormir. Los pies siempre los tengo hinchados, me canso demasiado rápido, y a diario se presentan una serie de incómodos dolores, y contracciones, que según mi madre, son completamente normales.

Bajo las escaleras despacio, aferrádome al barandal, y cuando llego a la sala veo que mi madre tiene algunos sobres en las manos.

—Han llegado algunas cartas para ti —me dice mientras sonríe—. Son del Distrito 4.

Me acerco sorprendida, y veo que son de Annie y Johanna.

Abro los sobres, el primero es de Johanna. Niego con la cabeza al leer que sigue llamándome descerebrada, y sonrío al ver su reclamo por no haberles contado antes del bebé.

Ambas me dicen que están de maravilla, y que nos mandan buenos deseos, especialmente para el bebé, que no saben que es una niña. Casi al final de la carta de Annie, ella me dice que estaría encantada de recibir una fotografía de la bebé cuando nazca, claro, si estamos de acuerdo.

Volver a vivirHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin