Capítulo 11

962 92 45
                                    

Tenso la cuerda del arco, y le apunto a la ardilla que se encuentra a pocos metros de mí.

Doy algunos pasos para acercarme más, mientras el animal se queda completamente quieto. Y justo cuando voy a disparar:

—No puedo creer que me hayas dejado plantado —escucho detrás de mí.

La flecha sale disparada a un par de centímetros de la ardilla, por lo que el animal se aleja corriendo a toda velocidad.

Con el corazón latiéndome deprisa, volteo y me encuentro con Gale.

Literalmente ha salido de la nada.

—¿Qué te sucede? —replico molesta—. Siempre detesté que hicieras eso.

—¿Qué te sucede a ti? —responde enfadado—. Estuve esperándote por horas ayer, y nunca llegaste.

Guardo la flecha en el carcaj.

—Lo lamento, olvidé que quedamos en vernos —me disculpo, aunque él parece no creerme—. He tenido tantas cosas en la cabeza...

—Si, ya —me interrumpe con brusquedad, y hace un gesto con la mano para quitarle importancia—. No tienes que estar inventando excusas.

Distingo enfado en su cara. Aún así, él ya no parece dispuesto a seguir reprochándome por haberlo dejado plantado.

—¿No tuviste trabajo hoy? —le pregunto, intentando romper la tensión que se percibe en el ambiente.

—Más al rato —responde, con la mandíbula tensa.

—Entonces... ¿sólo te has levantado temprano para venir a reclamarme?

Escucho que suelta un bufido.

—Está bien, sabemos como no estar de acuerdo. Siempre lo hemos sabido. Pero, ¿enserio quieres seguir discutiendo? —pregunta fastidiado—. No tengo mucho tiempo, y quiero aprovechar lo más que pueda de estar aquí en el bosque.

Nos quedamos mirando. Y accedo, tragándome mi enojo.

Avanzamos por el bosque en silencio, y nos detenemos cerca de nuestro antiguo punto de encuentro.

Veo que él se arrodilla en el suelo para revisar una de las trampas que puso hace unos días. Y la arregla, porque al parecer se dañó.

—Creí que tus trampas siempre funcionaban —comento, y él me mira por unos momentos. Luego vuelve a agachar la mirada.

—He perdido práctica —se pone de pie, y se sacude la tierra de los pantalones—. Y por lo que veo, tú no has logrado hacer trampas tan buenas como las mías.

Me encojo de hombros.

—Sabes que lo mío siempre ha sido el arco. Y aún así, casi siempre consigo atrapar algo con las trampas que pongo.

Él vuelve a ponerse de pie, y alza la mirada hacia la copa de los árboles. Un pensamiento agradable parece cruzar por su cabeza, porque distingo repentina alegría en sus ojos cuando vuelve a mirarme.

—¿Sabías que Rory va a casarse? —me pregunta, y distingo orgullo en su voz—. Ayer mi madre me llamó para darme la noticia. Y me pregunto... ¿En qué momento ha crecido tanto? No puedo creerlo.

Quiero decirle que me alegro por él. Pero la noticia me cae realmente mal.

Rory y Prim eran prácticamente de la misma edad. Y no puedo evitar pensar que podría haber sido yo quien le dijera a Gale que mi hermana encontró a alguien especial, y que va a casarse. Que no puedo creer lo mucho que ella ha crecido.

Pero jamás podré hacerlo. Porque ella ya no está aquí.

El dolor me ataca tan de repente, que siento que no puedo respirar. Los pensamientos son tan abrumadores, que me resulta imposible resistirlos.

Volver a vivirWhere stories live. Discover now