Capítulo 9

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Paso entre los árboles, y me detengo al llegar al tronco hueco donde sigo guardando mi arco y el carcaj de flechas.

Algunas cosas jamás cambian, y mis viejas costumbres aquí en el bosque son una de ellas.

Continúo avanzando, y reviso las trampas que dejé ayer. Desafortunadamente, veo que no he logrado atrapar nada. Por lo que tendré que internarme más en el bosque para conseguir algo para la cena.

Me dirijo a la zona donde sé que podré encontrar conejos e inclusive, si tengo demasiada suerte, un siervo.

Es buena época del año para cazar, porque hace calor y los animales están más tiempo fuera de sus madrigueras. Así que tengo una alta posibilidad de llevar algo a casa.

Camino con sigilo, y miro a los lados en busca de algún animal que pueda encontrarse a pocos metros de mí.

Mi instinto me advierte que hay algo cerca de mí, por lo que coloco la flecha en el arco y tenso un poco la cuerda.

Me doy la vuelta sin pensarlo, y el corazón me da un brinco al encontrarme con Gale.

Contengo el grito de sorpresa que lucha por salir de mis labios, e intento calmar mi respiración.

—Sabía que podía encontrarte aquí —dice, manteniéndose completamente tranquilo.

Siempre detesté que hiciera eso. Que se apareciera de la nada.

Es realmente desconcertante lo silencioso que puede llegar a ser. Y que a pesar de todos estos años siga siendo igual de sigiloso.

—¿Qué haces aquí? —pregunto confundida, aparentado estar tranquila—. Creo que ayer quedó más que claro que no es buena idea que nos veamos.

—Para empezar, no eres la dueña de este bosque —responde, un poco a la defensiva—. Y vine porque lo único que he querido hacer desde que llegué al 12, es hablar contigo.

Aparto la mirada y decido ignorarlo.

Guardo la flecha en el carcaj y comienzo a alejarme.

En realidad no quiero verlo. No estoy de ánimo para discutir con él.

—¿Es enserio, Katniss? —alza la voz, pero no me detengo—. Llevamos años sin vernos, y ¿ni siquiera por eso vas a hablarme? ¿No te interesa nada de mi vida? ¿Si ya tengo esposa o hijos?

Me paro en seco ante sus palabras, y me atrevo a voltear hacia él.

—Es probable que ya tengas hijos, o que al menos piensas tenerlos pronto. No me cabe duda de eso.

Gale mete las manos en los bolsillos de sus pantalones, y se acerca a mí.

—Temo decepcionarte, pero no los tengo aún. Y tampoco estoy casado.

—No te creo.

Él frunce el ceño.

—¿Por qué te mentiría?

—Porque seguramente ha de haber más de una mujer que esté al pendiente de ti. Y si enserio estás diciendo la verdad, no te preocupes, aún eres joven para casarte y tener hijos.

—¿Eso es en lo que piensas? ¿En cuantas mujeres han estado conmigo?

—Seguro más de una.

—No tienes idea.

Nos quedamos en silencio por unos segundos, mirándonos. Hasta que él decide volver a hablar.

—Creí que tú nunca ibas a casarte —afirma—, y me sorprende que lo hayas hecho con Peeta.

Volver a vivirWhere stories live. Discover now