Capítulo 37

1K 77 13
                                    

Deslizo el brazo por el abdomen de Peeta, y cierro los ojos mientras escucho los acelerados latidos de su corazón bajo mi oreja.

—¿No crees que esto es demasiado? —pregunto, él me acaricia el hombro desnudo.

—¿Por qué?

—Deberíamos estar en la cama, no en el sillón.

Lo escucho reír.

—Willow está durmiendo arriba, en nuestra habitación —me recuerda—. No hubiera sido muy apropiado de nuestra parte estar junto a ella mientras...

—De acuerdo, tienes razón —lo interrumpo—. El sillón fue la mejor opción.

Nos quedamos otro rato acostados en el sillón, abrazados, cubiertos sólo por las mantas.

—¿Qué hora es? —pregunto de repente.

—No lo sé —me acaricia el cabello—. Tal vez las dos de la mañana.

Me levanto un poco, y lo miro.

—Ya deberíamos estar durmiendo —le acaricio la barbilla—. Tienes que levantarte temprano para ir a la panadería.

—No importa —me sonríe—. Quiero estar otro rato contigo. Y volver a hacerte el amor.

Recargo los brazos en su pecho.

—No estoy tomando las pastillas —le advierto.

—¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Otro bebé?

Alzo una ceja.

—Claro, lo dices fácil porque tú no tienes que cargar con nueve meses de embarazo y después parir.

Se ríe.

—De acuerdo —me acaricia la espalda—, aún es pronto para pensar en tener más.

—Claro que lo es —me acomodo—. Willow apenas tiene un año.

—Pero, ¿si te gustaría tener otro bebé?

Asiento con la cabeza.

—No quisiera que Willow fuera hija única.

—Pero aún es pronto.

—Aún es pronto —repito.

Me lo quedo viendo, y él me acaricia la mejilla.

—Deja de verme así —me pide con una sonrisa—. Haces que esto de contenerme sea bastante difícil.

—¿Contenerte? —frunzo el ceño.

—No quieres quedar embarazada tan pronto, y... Ya nos hemos arriesgado demasiado esta noche.

Le sonrío, y me inclino para besarle la mandíbula.

—Katniss —me advierte, y me pone una mano sobre la mejilla—. Detente antes de que sea tarde y...

Lo silencio con los labios, él me corresponde con urgencia.

Nos besamos una y otra vez, mientras sus manos me recorren el cuerpo. Pero el momento nos dura poco, porque escuchamos que Willow comienza a llorar.

—Se acabó el descanso —me dice, y me acomoda el cabello detrás de la oreja—. Seguro necesita un cambio de pañal.

Le sonrío.

—Vamos.

Nos levantamos y nos vestimos. Y cuando llegamos a la habitación, vemos a nuestra bebé sentada en la cuna, mientras se agarra de los barrotes.

—Oye —me acerco, y la cargo—. ¿Qué ocurre?

La reviso, y me doy cuenta de que necesita un cambio de pañal.

Volver a vivirWhere stories live. Discover now