Capítulo 18

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Despierto al sentir que Peeta desliza su brazo por mi cintura, y que acerca su cuerpo al mío.

Su calmada respiración choca contra mi cuello, haciendo que se me erice la piel. Y sonrío cuando siento que sus brazos me envuelven en un cálido abrazo.

Que reconfortante es volver a despertar junto a él. Había echado tanto de menos su calor y su cercanía.

Entrecierro los ojos y veo que el sol apenas está saliendo, parece ser que aún es bastante temprano.

Aún me cuesta creer que anoche me atreví a proponerle que nos casáramos, a pesar de lo mucho que me negué a ello en el pasado.

Sin duda este es un gran paso para nuestra relación. Pero no me arrepiento de haberlo hecho.

Él está conmigo nuevamente, y eso es mucho más de lo que podría pedir.

Siento sus labios besar mi hombro desnudo. Y disfruto de la sensación de su cuerpo infundiéndole calor al mío.

—¿Qué hora es? —le pregunto, bajando la voz.

—No lo sé —me produce cosquillas sentir su respiración contra un punto sensible de mi cuello—, pero al parecer es muy temprano.

—Eso parece —le acaricio la mano, la cual permanece sobre mi abdomen—. ¿Cómo amaneciste?

—Bien. ¿Y tú?

—Igual, especialmente porque pude volver a dormir contigo.

—Lo sé. No tienes idea de cuanto eché de menos esto.

Me giro para mirarlo, y le acaricio la mejilla.

No puedo creer que él ya esté conmigo.

Es algo que he añorado por tanto tiempo, que parece irreal.

Sin pensarlo, me acerco a abrazarlo y recargo la mejilla contra la cálida piel de su pecho.

—Te amo —murmuro.

No me suena absurdo, equivocado o ridículo. Porque sólo estoy exteriorizando algo que siempre he sabido.

Sonrío cuando siento que deja un beso en mi cabeza, y que su mano me acaricia suavemente la espalda.

—Y yo a ti —susurra, y por el tono de su voz, adivino que sonríe.

—¿Ya volverás a casa? —me atrevo a preguntar—. Te echo de menos.

—Por supuesto, ahora eres mi esposa. Y no puedo estar viviendo en otro lugar que no sea contigo.

Nos quedamos en silencio, mientras le acaricio el abdomen con los dedos.

—Tal vez deberíamos ir al Edificio de Justicia —propongo.

—Quizá luego, ya estamos más casados de lo que podríamos estarlo después de firmar un trozo de papel.

Sonrío, y cierro los ojos mientras me relajo escuchando los calmados latidos de su corazón.

Hace tanto tiempo que no me sentía tan en calma, tan feliz... Que lo único que quiero es permanecer de esta manera con él tanto como pueda.

Sin embargo, sé que eso no va a ser posible. Porque él va a irse en algunas horas.

De repente, se esfuma esa tranquilidad. Y salgo de mi ensoñación al recordar todo lo que he estado evadiendo anoche y hoy al despertar.

Peeta va a irse al Capitolio, y no falta mucho para que Haymitch se percate de que huí de casa y me venga a buscar aquí.

—Peeta... —intento sonar calmada, para no inquietar su tranquilidad.

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