Capítulo 10

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Esto es ridículo.

Es realmente absurdo.

Suelto un bufido y me siento bruscamente sobre la cama, sintiéndome completamente desesperada.

Miro el reloj y veo que ya es media noche. Lo cual significa que Peeta tampoco llegará a dormir hoy.

Me desenredo de las sábanas y me tapo la cara con las manos para reprimir las ganas de gritar de exasperación.

Ya van dos noches seguidas que él no viene a casa, y ya no sé qué hacer.

No tengo la culpa de que Peeta tenga todos esos recuerdos de Gale y de mí en su cabeza. No es justo que me haga pagar por algo que está completamente fuera de mi control.

Mi corazón se acelera al escuchar el sonido de la puerta de abajo abriéndose. Salgo disparada de la cama y avanzo por el pasillo hasta que llego a las escaleras.

Bajo un par de escalones y me asomo discretamente para poder ver a Peeta.

Alcanzo a ver que él deja sus llaves sobre la mesita de centro y que se sienta sobre el sofá.

Espero unos segundos más, y finalmente decido bajar.

Camino sigilosamente hasta que llego a donde él se encuentra. Soy tan silenciosa, que Peeta ni siquiera se percata de mi presencia.

Me detengo, procurando quedarme a un metro de distancia para no incomodarlo.

—Por fin vienes —le digo, y él alza la mirada hacia mí.

—Se supone que ya deberías estar dormida.

—Por eso viniste a esta hora, ¿cierto? Para evitar hablar conmigo —replico enfadada, y me cruzo de brazos.

—Sólo quiero dormir —responde fastidiado, y se pone de pie—. No quiero discutir a esta hora.

Él pasa a mi lado, ignorándome por completo, y sube por las escaleras.

—¿Enserio vas a seguir huyendo? —alzo la voz, pero Peeta no me hace caso y se aleja por la planta alta hasta que lo pierdo de vista.

Subo las escaleras sin pensarlo, y me apresuro a llegar a la habitación.

Veo que se quita la playera, y rebusca algo en uno de los cajones de la cómoda.

—¿Enserio estás ignorándome? —espeto molesta, y me acerco a él.

Escucho que suelta un pesado suspiro. Y continúa ignorándome mientras se cambia.

—¡Sólo contéstame! —exploto.

—¡Te he dicho que no quiero discutir! —responde, completamente enfadado—. Mañana podemos hablar si quieres.

—Yo no soy la que necesito hablar. ¡Tú fuiste el inmaduro que se marchó en lugar de intentar solucionar las cosas!

Sus ojos resplandecen de enojo puro, y noto que las facciones de su rostro de endurecen.

—No lo entenderías —asegura, mirándome con seriedad—, es más complicado de lo que crees.

—¿Qué se supone que es lo que debo entender? —frunzo el ceño—. ¿Que estás haciéndote historias completamente absurdas de Gale y yo en tu cabeza?

Escucho que su respiración se dificulta un poco, y veo que sacude ligeramente la cabeza.

—No sigas Katniss, por favor.

Me detendría, pero estoy tan enfadada que no puedo quedarme callada.

—¿Enserio crees que podría engañarte con él? —pregunto con incredulidad—. ¿Después de todo lo que ha pasado entre tú y yo?

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