XXIV: Últimos días.

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Las siguientes semanas, a pesar de ser en el hospital, fueron asombrosas. Él iba a verme a diario, así como mis amigos, y mis familiares.

Comenzaba a acostumbrarme al hecho de estar de vuelta en donde comencé hace más de medio año atrás, en el hospital.

Me detengo a pensar en que la vida es un círculo, puedes vivir muchísimas historias y te pueden pasar muchas cosas, pero siempre vuelves a donde estabas.

No tenía idea de la hora que era, pero sabía que era de madrugada, tal vez las cinco o seis de la mañana, porque el cielo se veía un tanto iluminado.

Mi habitación era grande, tenía un sofá por si alguien deseaba quedarse conmigo durante la noche, y una hermosa vista hacia unos cuantos edificios, el jardín del hospital y hacia un cielo despejado. La mayoría de mis cosas estaban aquí, ropa ligera para cuando quisiera salir al jardín, ropa abrigadora para las noches en las que quisiera salir a caminar, algunos peluches, globos, flores y cartas.

Comenzaba a sentirla un tanto acogedora, ya no era simplemente una habitación totalmente blanca y pálida, era más bien mi nueva habitación.

Sentía cómo mis palmas sudaban, mi cuello también lo hacía y para qué hablar de mi frente, el sudor goteaba a mares. Ya me había sentido así otras veces, era fiebre, la doctora Mía me lo dijo una vez en una conversación antes de la morfina nocturna. Pero esta vez no aguantaba, el dolor de cabeza literalmente me estaba matando. Dolía como nada en el mundo, incluso más que cuando me dolían los huesos por la mañana cuando no me habían aplicado el anestésico.

¡Quería llorar! Y necesitaba a Brad urgentemente.

La fiebre me mantenía inestable y sin fuerzas; a duras penas presioné el botón de ayuda, y a los pocos minutos acudió una enfermera pelirroja. Sostuvo mi mano y se encogió de hombros.

Ambas sabíamos que no podíamos hacer absolutamente nada, porque no estaba autorizada a recibir tanta cantidad de anestésicos, podría darme alguna especie de paro cardíaco o algo similar.

–Necesito agua... –Logré decir.

Ella asintió y sirvió en un vaso plástico agua de una botella transparente. Me la extendió y me ayudó a beberla. Suspiré sintiéndome un poco mejor y cerré mis ojos dejándome llevar.

*

Estaba sentada en la camilla, porque hoy no había podido levantarme debido a la poca fuerza y resistencia que mis piernas tenían. Brenda estaba sentada a un lado de la camilla con un plato de sopa en su mano izquierda, y una cuchara en la derecha. Brad estaba sentado al otro lado de la camilla sosteniendo un vaso de jugo de naranja en sus manos.

–¡Tienes que comer algo! –Decía Brenda con desesperación.

–¡Pero es que no tengo hambre! –Refunfuñé enfadada.

–De todas maneras tienes que hacerlo, Clary, aunque no sientas hambre, por favor... –Dijo Brad más calmado y viéndome a los ojos.

Suspiré y los miré a ambos. Brenda estaba a punto de perder el control, le desesperaba mucho cuando no comía. A Brad también le sucedía, pero él sabía controlarse.

–Bien... –Susurré abriendo mi boca.

Ella cogió un poco de sopa con la cuchara y la introdujo dentro de mi boca. Tragué intentando no hacer asco, o terminaría vomitando.

–Bien, eso es... –Dijo Brenda tomando otra cucharada y repitiendo la acción.

Brad cogió mi mano y la acaricio con calma, viéndome a los ojos. Luego la tomó entre sus manos, y besó mis nudillos haciéndome sentir tranquila y en calma. Le sonreí y él me sonrió de vuelta.

kiss me hard before i go // Brad SimpsonWhere stories live. Discover now