I: Primer Contacto.

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En la escala del uno al diez, el número que representaría mi odio hacia los hospitales podría ser un ocho. Diría diez, pero el desayuno generalmente consta de galletitas de agua, mermelada de frambuesa y jugo de piña... Y, admito que ese conjunto de comida a las diez de la mañana es lo que más me hace feliz.

Hoy por fin podría regresar a casa luego de cuatro días encerrada en este sarcófago de paredes blanquecinas, olor a químicos, miradas de lastima y niños enfermos (que por cierto es lo que más detesto ver); dentro de una semana los exámenes estarían listos. Me habían inyectado una enorme aguja en el hueso de la cadera para poder extirpar algo de médula ósea, y si me preguntan, es el dolor más intenso que alguna vez en mi vida he sentido, no se lo doy a nadie. Sucede que llevaba dos meses con una gripe que simplemente no se iba y mi padre se había vuelto loco buscando algún medico que encontrara alguna explicación y cuando finalmente lo encontró, este dijo que era probable que estuviera anímica debido a los comentarios que había hecho sobre mis ganas exageradas de dormir y al color amarillento que había bajo mis ojos, pero cuando realizó el primer examen hace unas semanas atrás, algo en mis glóbulos detectó que lo que sucedía no era normal ni bueno, así que aquí estoy esperando los resultados.

Lo que más me asusta tiene relación con lo que dijo el doctor Olsen, quién citó las diez palabras que nos dejaron helados a mi y a mi padre: "Tienen que estar preparados para lo que sea que venga." Bueno... admito que no me preocupa demasiado la verdad, si fuera algo muy horrible nos habría dado un indicio.

Me despedí de la enfermera que se había encargado de atender todos mis pedidos y/o recados durante mi estadía en el hospital; ella era joven, no tenía mas de veintidós años y le gustaba casi la misma música que a mi así que nos dedicábamos a parlotear todo el tiempo sobre bandas.

Una vez en el automóvil, luego de que mi padre guardara mis pertenencias en el maletero, se sentó al volante con ambas manos en el y me dirigió una mirada.

–Cariño, no quiero que te preocupes por nada. Todo estará bien y ya sabes, como dijo el doctor hay que estar preparados, pero aún así que quiero que muchas sonrisas iluminen tu rostro, ¿Vale?

–Bien.

No se me da bien eso de responder discursos largos luego de un consejo o consuelo, ni mucho menos recibirlo, menos de un padre preocupado por lo que le pueda suceder a su hija. Pero el drama siempre abunda en estas situaciones

Cuando llegamos a casa todo estaba en orden como siempre, subí a mi habitación y apenas pude llame a Brenda, mi mejor amiga.

–Hola Brend, ¿Cómo...?

–¿Clary? Oh Dios, ¿Cómo has estado? Espera... llego en quince minutos.

–Vale vale, nos vemos acá. –reí.

Ordenaba la ropa que había en aquel bolso y separaba la sucia de la limpia cuando el claxon del automóvil de Brend resonaba por todo el lugar. Asomé mi rostro por la ventana y sonreí agitando mi mano, la morena se bajó y la perdí de vista entre sus salvajes cabellos ondulados y negros.

La oí subir los peldaños de la escalera y luego ya la tenía encima.

–¡Cuanto te he extrañado! –decía apretando mi cuerpo.

–También yo, también yo –sonreí.

–Bueno, me cuentas todo ahora ya.

–Si alguna vez dicen que te extirparán médula ósea de tu cadera, tu arrancas como puedes... ¿Si?

–¿Duele mucho? –preguntó con una expresión de dolor en el rostro.

–Ni te imaginas, ni si quiera con demasiado anestésico dejé de sentir –hice una mueca recordando el dolor de la aguja.

kiss me hard before i go // Brad SimpsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora