VII

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Raegan ya no se encontraba tan sola ahora: sus guardias y el clan de los Dreads le respaldaban. Teniendo el apoyo de cazadores la reconfortaba de cierta manera. Debía pensar en una manera de conseguir más seguidores. Ky-Alexia estaba de su lado, pero nada garantiza que peleen por ella, o que tan siquiera hubiese gente que se ofrezca para hacerlo.

El líder de su guardia, Grimjackez, caminaba a su izquierda, mientras que Berserker a su derecha. Ambos líderes de sus grupos hablaban con ella respecto al lugar que estaban a punto de pasar. Los consideraba sus dos generales, por el momento.

Un cambio de pintura sería buena idea.

—Bien, ahora ¿dónde estamos? —preguntó ella a sus dos generales.

—Esta parte de Cybertron es Stanix y esa ciudad es Fort Scyk —contestó Berserker—. Con suerte podremos encontrar más como nosotros.

—Ya veo —se puso la capa sobre su cabeza—. Soy literalmente una figura pública. Me reconocerán.

—¿Ha pensado en cambiar su pintura? —pregunta Grimjackez

—Todo el tiempo.

—Veamos qué hay por este lado y nos vamos. Crowbar, ve con Hatchet a revisar que no haya decepticons cerca.

—Entendido, Berserker. Vamos, Hatchet.

El bot cuadrúpedo siguió a Crowbar, en cuestión de segundos se separaron del grupo y desaparecieron entre los edificios. Grimjackez le ordenó a los otros guardias que revisaran el interior de los edificios para asegurarse que estaban a salvo. Sin rechistar, acataron.

—Por aquí hay un establecimiento de abastecimientos: llegamos ahí, agarramos lo que podemos y nos largamos —Raegan estuvo de acuerdo con Berserker.

Su guardia y los Dreads caminaron con ella al interior de la ciudad. Por ser una ciudad vecina a la suya, sufrieron las consecuencias de su rebelión: cada que avanzaban veían algunos cadáveres, una que otra extremidad sin su cuerpo y los edificios en ruinas. Era impresionante en el corto lapso de tiempo que transcurrió entre su escape y su llegada a Fort Scyk para que una ciudad ya estuviera hecha cenizas.

Miraba a los cadáveres, no podía evitar sentirse culpable por lo que les pasó. Así es la guerra. Solo el más apto y tenga el coraje suficiente sobrevivirá.

Berserker indicó que se detuvieran. Al hacerlo, otras pisadas se oyeron a dos calles de ellos. Esto los obligó a sacar sus armas, sin embargo se tranquilizador al ver que eran Crowbar y Hatchet. A la izquierda de Raegan llegaron los demás guardias.

—¿Y bien? ¿Encontraron algo? —pregunta ella.

—No hay decepticons. Parece que abandonaron está ciudad después de atacarla. Pero Hatchet olió el aroma de civiles.

—¿Dónde?

—Justo en la dirección a donde vamos.

—Entonces sigamos.

Tiempo después de estar caminando, llegaron al lugar de abastecimiento. Hatchet gruñó en cuanto intentaron acercarse. Había alguien cerca. Civiles o decepticons. Volvieron a sacar sus armas, se dieron las espaldas formando un círculo y se quedaron atentos a cualquier cosa que fuera a suceder.

Hatchet se acercó a la puerta del establecimiento, olfateó el suelo, luego los escombros que estaban a los lados de la puerta. En estos se tardó más, eso ya era una señal de que había alguien oculto. Hatchet volvió a gruñir, más fuerte. Se subió a los escombros, acercó la cabeza detrás de estos y sacó con su boca a un bot más pequeño que ellos: un youngling de color celeste con detalles anaranjados. Tenía piernas digitígradas y garras, y unos alenores extraños en su espalda, casi como alas, lo cual extrañó a la femme.

—Es solo un niño —suspiró Berserker, bajando su lanza—. ¡Bájalo, Hatchet!

El sabueso obedeció. El bot pequeño los miró asustado: los miró de derecha a izquierda, sus ópticos se fijaron en ella. Raegan intentó acercarse a este, pero el bot retrocedió, chocando su espalda contra la cara de Hatchet quien sólo gruñó molesto. Eso hizo que el bot rápidamente se alejara de él.

—¿Quién eres, youngling? ¿Eres el único aquí o hay más? —hizo lo posible por sonar amigable y poder acercarse a él.

El bot se tranquilizó un poco al oírla. Se sentó en el suelo con la cabeza baja.

—D-daygon —tartamudeó—. Y soy el único aquí. Los demás escaparon o... están muertos.

—Ya veo —se volvió hacia su grupo—. Entonces podemos entrar aquí, supongo. —miró nuevamente a Daygon—. Tranquilo, no hay ningún decepticon cerca. Puedes confiar en nosotros.

Raegan se quitó la capa de su cabeza, Daygon abrió sus ópticos de la sorpresa. Rápidamente se puso de pie, firme y se inclinó ante ella.

—¡Discúlpeme, mi señora! ¡No sabía que era usted!

—No hace falta formalidades, Daygon. ¿Podemos pasar? Necesitamos provisiones.

—¡Sí, adelante! —se dirigió a la puerta y la abrió con sus pequeñas manos.

Raegan les indicó a su grupo que podían entrar. Todos entraron menos Hatchet quien se acostó en el suelo para vigilar.

Los Dreads fueron al almacén de armas y repuestos junto con los guardias, excepto Grimjackez. Él se quedó con Raegan y esta se quedó cerca del pequeño bot.

—¿Qué pasó aquí?

—Cuando la señora Vargueryon escapó, Ky-Alexia entró en conflicto con los decepticons. Fort Scyk se unió a la causa, pero cayó en el intento. Algunos escaparon y otros murieron. Y yo me quedé atrás —explicó Daygon subiéndose a una mesa.

—Saben que intentará regresar, mi señora —le dice Grimjackez—. Los decepticons quieren evitar que regrese.

—Y lo toman intentado —dijo Daygon—. Creo recordar que la única forma en la que algunos pudieron escapar es porque tuvieron ayuda aérea.

—¿Aérea? —intervino Berserker con su lanza recargada en su hombro—. Los Vargueryn no tienen soldados que puedan volar.

—No eran soldados —murmuró el bot. Todos alcanzaron a oírlo, confundidos—. Escuché gritos y luego grandes llamaradas moradas aparecían delante de los decepticons.

Llamaradas.

—¿No viste quién las lanzaba?

—Corrieron rumores de que eran dos seres alados. Como el que apareció mientras escapaba.

—No digas esas cosas. Los predacons están muertos —dijo Crowbar cargando sus armas.

—Tal vez sólo fue un bot volando y haciéndose pasar por uno —comenta Crankase.

Raegan no lo veía así. Recordaba bien que las llamaradas moradas aparecieron cuando se metió a las cloacas, y el que apareció a ayudarlos era uno enorme. Dos diferentes los protegió a ella y a sus guardias. El segundo era más pequeño, y el más grande y de cuatro alas debe ser...

Un predacon alfa.

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Ya sé, ya sé. Me desaparecí por más de un mes sin publicar nada en ambos perfiles de wattpad, ni un mísero dibujo ya ni porque me terminé mi Sketchbook.

La excusa de siempre: escuela.
Otra excusa: mi mente se fue de vacaciones y no quiso escribir nada.

En fin, espero que les haya gustado, voten y dejen sus comentarios qué les pareció y nos leemos seguramente en dos semanas.

Bye-bye

La Última Vargueryon (TF Fic)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora