VIII

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Grimjaquez salió del establecimiento junto a Raegan y el pequeño bot. La Vargueryon con una tableta, que sacó de ahí dentro del edificio, empezó a revisar las últimas noticias sobre Cybertron: los autobots seguían siendo buscados, Megatron: asesino en masa, siguen buscando a los traidores en donde posiblemente esté su nombre, etc.

—No hay nada útil ahora. Estoy segura que ahora somos su principal objetivo —dijo Raegan.

—Estamos seguros aquí. Saben que vamos hacia Ky-Alexia, por lo que el camino será difícil —le dice Grimjaquez.

—Solo sé que ese lugar está siendo oprimido por los decepricon— Daygon caminó cerca de Raegan—. Sin ofender, pero no creo posible que ustedes que son pocos puedan contra cientos de soldados decepticon.

—Lo sabemos, niño —detrás de ellos aparecieron Berserker y el resto de sus guardias y de los Dreads—. Nos superan en fuerzas, pero nadie dijo que mientras vayamos de camino a Ky-Alexia los vamos a enfrentar directamente.

—Sabemos ser cautelosos. Somos cazadores después de todo, está en nuestro energon —dijo Dreadbot cargando sus armas.

—Estamos listos para continuar, Raegan —se posicionó a su lado Berserker.

—¡Oigan! ¿Puedo acompañarlos? —todos voltearon a ver a Daygon.

—No somos niñeros, niño. No tenemos tiempo para cuidarte —dijo Crankcase a secas.

Raegan lo pensó. Era el único civil vivo de esa ciudad. Dejarlo a su suerte y este sin saber pelear la haría sentir peor. Sería como abandonar a algún miembro de su familia. Ese ejemplo le caló en lo más profundo de su ser. Lo sufrió de primera mano. La traición de su hermano lo sintió así: la abandonó a su suerte.

Se acercó a Daygon. Los Dreads y sus guardias la vieron arrodillarse para quedar a su altura.

—No me gusta la idea de dejar atrás a mi gente. Tampoco a civiles que necesitan ayuda. Sé que tendríamos que ponerte un óptico en cima en todo momento. Te podrían tomar como rehén.

—¡No seré un estorbo, lo prometo! ¡Los ayudaré y haré lo mejor para hacerlo! —lo dijo con tanta energía, que a Raegan le enterneció de cierta forma.

—No deberías sacrificar tu niñez. Una vez que la pierdes, ya no volverá más. No tienes que meterte en esta guerra. No te permitiré participar en esta cruzada —Daygon bajó la cabeza—. Pero te dejaremos en un lugar más seguro para que no estés solo.

Sus ópticos brillaron. Daygon sonrió y asintió. Raegan se irguió y regresó a con su grupo.

—Continuemos con nuestro viaje.

Salieron de Fort Scyk a salvo. Estuvieron atentos a cualquier bot que veían. Puede que los Dreads hayan estado en desacuerdo en cuanto a la decisión de dejar a Daygon acompañarlos, más no se atrevieron a objetar.

Raegan se mantuvo firme ante su situación. Mantuvo en mano su combystick en dado caso que se topen con el enemigo.

Faltaba un día de viaje para llegar a su destino. Todavía estaban lejos. Para ellos no les dolían las piernas, pero a Daygon que no estaba acostumbrado a recorrer largas distancias se estaba cansando. Uno de sus guardias tuvo que cargarlo en sus hombros.

Llegaron a un acanrilado cerca del mar de Mithril. Raegan ordena que se detuvieran para descansar. Se quedaron ahí dejando de guardias a Hatchet y a dos guardias suyos. Estaban alejados de la orilla del barranco, a una distancia segura. Raegan no dejaba de checar qué decían las noticias: apesar de que no había nada interesante o bueno, seguía haciéndolo solo porque tenía un poco de esperanza en encontrar algo de utilidad.

La Última Vargueryon (TF Fic)Where stories live. Discover now