Capítulo 5

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Matt y yo hemos empezado a conversar de todo un poco durante nuestro desayuno. Las palabras fluyen como si nos tuviéramos mucha confianza.

Me cuenta sobre lo fabulosos que eran sus padres, los países que ha visitado con Joe y Jane por temas de negocio, cómo surgió la idea de la cadena hotelera alrededor del mundo y cómo lograron establecerla en menos de un año. Menciona cuáles son sus películas favoritas, los platillos que su madre le enseñó a preparar y las cosas que construyó con su padre. Hasta hablamos de nuestros temores y logra que le confiese lo mucho que le temo a las alturas. Él, en cambio, no le teme a nada.

Me cuenta también que recién abrió una fundación sin fines de lucro para encontrarle hogar a perros y gatos de la calle.

¡Vaya! ¿Hay algo que este chico no pueda hacer? Sin duda los Sinclair son una mina de oro.

Sin darnos cuenta, el tiempo se ha ido volando y ya son casi las diez de la mañana. Cuando Matt ve el reloj de su mano, se alarma y me indica que debemos irnos si queremos llegar a nuestra próxima actividad. Quiere aprovechar el domingo al máximo, ya que mañana regresa a su ardua rutina laboral.

Matt se levanta de la mesa y empieza caminar hacia la salida de la cafetería. Empiezo a hacerle señas con las manos.

—Oye—digo agarrándolo del brazo—. ¿No vas a...?—pregunto entre susurros. Estoy tratando de decirle que no ha pagado la cuenta y que yo soy muy pobre para pagarla.

Él sonríe despreocupado y me agarra de la mano para salir del lugar, pero lo detengo para mirarlo a los ojos.

—No nos iremos sin pagar—insisto—. Está mal.

—Está bien, Emma, enserio, podemos irnos—dice un poco incómodo. Es cuando logro leer su lenguaje corporal y saber lo que está pensando también.

—Oh, por Dios, Matt—digo impresionada—. ¿Eres dueño de este lugar?

Quita la vista, un poco apenado.

—Es de Jane, en realidad—confiesa—. Que lo heredó de mamá, así como yo heredé la ferretería de papá.

Estoy atónita. ¿Acaso los Sinclair son los dueños de todo Los Ángeles, California?

—Es por eso que conoces a la rubia sensual—murmuro.

Se encoge de hombros.

—Como te dije, una vieja amiga de la familia.

Me giro para ver a la rubia sensual que nos está mirando con una inmensa sonrisa en su rostro. Alza la mano para moverla en el aire como despidiéndonos. Le devuelvo el gesto sinceramente para luego salir por la puerta con Matt. Nos espera un largo camino de regreso a casa

Son las once de la mañana cuando logramos regresar a la Mansión Sinclair. Isabella debe estar histérica, olvidé por completo avisarle que iba a salir. En mi defensa, ni siquiera yo sabía que iba a salir por tanto tiempo; pero ahora que sé que Matt quiere que hagamos de esto una rutina diaria, le contaré.

No hemos ni llegado a la entrada principal y ya puedo escuchar los gritos de Isabella desde la distancia.

—¡Emma Rosalie Bennett!

Y ahí está, mi nombre completo. Está furiosa.

Matt y yo intercambiamos una mirada y caminamos hacia la entrada de la mansión. Ahí está Isabella de brazos cruzados esperando hasta que lleguemos. Está muy bien vestida hoy, trae un vestido blanco que resalta las curvas que yo jamás podré tener y zapatos de tacón del mismo color. Además, trae su cabello castaño largo recogido en una cola de caballo. Su rostro de enfado, sin embargo, no combina con su atuendo.

Factura al corazón © DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora