Capítulo 12

161K 11.7K 4.3K
                                    

[En Multimedia: ... ¿Debo decirlo? ;) ]


Mi corazón late en las frecuencias que más odio: lento, rápido, luego lento y luego rápido. Matt abre la puerta de su lado, se baja del auto, camina hasta mi puerta y se dispone a abrirla. 

—¿Por qué estamos en un aeropuerto? ¿Por qué hay avión ahí? ¿Nos vamos a montar en ese avión? ¿Acaso no respetas mis sentimientos?—disparo las preguntas rápidamente apenas abre mi puerta. 

Estira el brazo para entregarme su mano.

—Estamos aquí porque te invité a ver un atardecer. No es un avión, es una avioneta. Sí nos montaremos en ella y sí, linda, sí respeto tus sentimientos—dice con una expresión plácida respondiendo todas mis interrogantes en la misma velocidad que yo las hice. 

—¿Y nos tenemos que montar en esa cosa para ver un atardecer?—sigo cuestionando. Estoy aterrada, quiero pensar que Matt me está jugando una broma de muy mal gusto y que pronto se reirá develándolo. 

Sonríe. 

—¿Qué? ¿Pensaste que te iba a llevar a la playa a ver el atardecer?—dice divertido—. Lamento decepcionarte nuevamente, pero no soy el típico chico cliché de los libros románticos que has leído. 

Abro la boca.

—Preferiría que me lleves a la playa en esta ocasión—discuto. 

Mueve su mano enfrente mío, insistiendo que la agarre. 

—Esta es la regla número cinco, Emma y prometiste que ibas a cooperar—murmura—. ¿Agarrarías mi mano, por favor? 

Maldita sea, no está bromeando. De verdad nos vamos a montar en esa avioneta y mi estómago se revuelve ante el sentimiento de pavor.  Insegura, tomo su mano apretándola un poco para transmitirle todo mi desasosiego, pero él no reacciona ante eso. Me ayuda a bajarme del auto y luego se dirige hasta el maletero para sostener la perilla, abrirlo y tirar la puerta hacia arriba. Lo sigo corriendo. 

—¡Es una estúpida regla!—exclamo, pero él no se inmuta en mirarme. Saca dos maletas y me entrega una. La sostengo en mis manos y la observo con desprecio—. ¿Escuchaste lo que dije? ¡Tus reglas son estúpidas!

Matt ríe sarcásticamente. 

—No son estúpidas—replica indiferentemente—. Por favor ve a cambiarte, hay un baño entrando por la puerta de allá—dice señalando con su dedo una de las entradas traseras del aeropuerto. Niego con la cabeza—. ¿Por favor?—ruega. 

Frunzo el ceño, pataleo y corro hasta la puerta que me sigue señalando. Hay un pasillo muy corto con una puerta muy pequeña al fondo con los iconos de niño y niña típicos de los baños. 

Entro, cierro la puerta, le pongo el seguro y tiro la maleta al suelo muy malhumorada. Entonces, me empiezo a quitar la ropa que tengo puesta. 

—"No soy el típico chico cliché de los libros románticos que has leído"—imito a Matt muy enojada mientras me saco por la cabeza la blusa que tengo puesta y la tiro al suelo con fuerza—. ¡Pero para comprarme un vestido de cinco mil dólares, ahí sí eres cliché!—grito sin importarme si alguien afuera me escuche.

Me quito también el pantalón y lo tiro a un lado junto a la blusa. Abro la cremallera de la maleta que Matt me entregó hace unos minutos y saco un traje-pantalón algo pesado color blanco con líneas grises a los lados. La textura es rugosa, como de nylon.

Giro los ojos, meto mis pies en el pantalón y estilo el vestido hasta arriba. Subo la cremallera que tiene enfrente que llega hasta mi cuello y observo mi cuerpo detenidamente. 

Factura al corazón © DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora