Capítulo 27

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[En Multimedia: Emma contemplando uno de sus lienzos]

Mi rostro empalidece.

Sudo en frío al mismo tiempo que mis manos, que sostenían el teléfono con fuerza, tiemblan y casi lo dejan caer.

No puede ser. Debe haber una equivocación. Sí, eso es, la persona que envió el mensaje se equivocó de destinatario, ese mensaje no era para mí ni tampoco de la persona que creo.

Borro el mensaje enseguida, porque desconfío igual. No vaya a ser que el "número desconocido" esté rastreando mi ubicación.

—¿Qué ocurre?—Matt se percata que se me acaba de detener el corazón.

Respiro. Relájate, Emma, no es lo que crees.

—Umm, nada—cambio el semblante. Sonrío y saco el lápiz digital que trae inserto en una de las esquinas del teléfono—. Así que puedo dibujar en esta cosa, ¿eh?

Abro una de las aplicaciones de dibujo que tiene el teléfono y paso el lápiz por la pantalla. El trazo aparece velozmente. ¡Cuánta precisión!

—Así es—responde Matt—. Les dije que mi novia es una gran artista y que necesitaba el mejor teléfono del mercado en el cual pudiera hacer arte digital.

"Mi novia"... Me late el corazón a mil por hora. Ni siquiera puedo exigirle que deje de llamarme así, porque ya no me desagrada que lo haga. Todo lo contrario, me gusta. Es parte de esta nueva actitud que estoy experimentando.

Mientras trato de controlar el rubor en mis mejillas, hago un par de trazos en la pantalla y cuando ya tengo el control absoluto, dibujo unas cuantas líneas.

—Éste eres tú saltando de la 'Aguja Espacial'—dibujo rápidamente una caricatura de la torre y a una persona que se parece a Matt tirándose desde lo más alto.

Suelta una risotada, que me hace reír a mí también.

Libera los dedos de sus manos, que los tenía entrelazados, para tirar suavemente a un lado un mechón de cabello que recubría mi rostro.

—Amo verte sonreír—me contempla con ojos joviales.

Nerviosa, porque ése es el efecto que siempre tienen sus palabras bonitas sobre mí, trato de inhalar aire.

—¿Enserio? Pero si tú eres el que tiene el arma mortal en el rostro.

—¿Arma mortal?—otra carcajada emana de su boca.

Es oficial. Sin darme cuenta, le he dicho todas las frases que uso para referirme a él en mi mente. No se supone que deba saberlas, pero aparentemente ya no hay secretos entre nosotros.

—Sí, tu sonrisa es una arma mortal—revelo—, te juro que mata a cualquiera.

Su mano alcanza mi mejilla para acariciarla con tanta dedicación, que termino por recostarla sobre su palma.

—En verdad lamento lo de anoche, no debí saltar—dice viéndome directo a los ojos—. Fue una gran presión para ti y estuvo mal. Tal como te dije, quiero que cuando aceptes tener una relación conmigo sea porque de verdad quieras hacerlo, no porque me tiré de la 'Aguja Espacial' para presionarte.

Su tono es tan tierno, que me hace recordar por qué me gusta tanto su personalidad. Sí, es un demente que arriesga su vida practicando deportes extremos, pero tiene un corazón de oro. Y prácticamente me lo está regalando.

—No te preocupes... los chicos suelen presionar de esa forma—lo consuelo. Después de todo, no es perfecto. Cualquiera comete el grave error de tirarse por la 'Agua Espacial', ¿o no?

Factura al corazón © DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora