**capítulo 12**

3.3K 489 34
                                    

 

  Sonó un golpe en la puerta, rápidamente se hizo a un lado y permitió que el lacayo abriera la puerta. Eugenia se encontró con Lord Wellingham cuando él subió al piso de parquet del vestíbulo y le dio la mano. —Lord Wellingham. Es usted muy puntual, dijo, sin dejarle saber que ella lo estaba observando. Que durante la última media hora, ella había estado en este vestíbulo esperándolo.

  —Nunca dejo a una mujer hermosa esperando. —Dijo él, mientras tomaba su mano, y la besó, sus ojos se encontraron con los de ella cuando sus labios tocaron su guante.
El calor la recorrió a Eugenia y tomó un respiro para calmarse. Sus reacciones hacia él eran enloquecedoras y dulces, todo al mismo tiempo. Amaba lo que le hacía, pero también la asustaba. Había tanto en juego, su corazón era uno, si él era el tipo de caballero que hacía la corte durante su tiempo en la ciudad solo para darse la vuelta y marcharse sin siquiera dar una mirada atrás.

  La humillación, el dolor, sería insoportable. Pero quien no arriesga, no gana. Y en esta ocasión ella jugaba para ganar.

  Luchó por no sonreír como una debutante en su primer turno en la pista de baile. Le tendió el brazo y ella le permitió ayudarla a bajar los escalones hacia su carruaje. El día era cálido, ni una nube en el cielo, un día perfecto para visitar y explorar Edimburgo y sus alrededores.

  Su doncella se sentó en la parte trasera del carruaje y pronto subieron la colina hacia la antigua fortaleza. No podían acercarse demasiado, solo a la Milla Royal, debido a que el castillo era una guarnición del ejército. Lord Wellingham detuvo a los caballos y, por un momento, miraron hacia los altos muros, el sonido de los hombres detrás de las paredes del edificio eran apenas audibles.

  Su señoría hizo girar el carruaje y se dirigió de regreso a lo largo de la milla hacia Holyrood House. Las puertas del palacio estaban cerradas, sin embargo, la vista de los hermosos jardines más allá casi suplicaba ser explorada. —Me pregunto si la familia real está en residencia. —Dijo ella, mirando el magnífico edificio.

  —No lo creo, —respondió él, chasqueando la lengua para hacer avanzar a los caballos. Conduciremos hasta Arthur’s Seat. Supongo que sabes a dónde te llevo.

  —Por supuesto—. Eugenia se ajustó la pequeña manta que cubría sus piernas, disfrutando inmensamente del viaje, a pesar de que no habían viajado mucho ni habían visto demasiado.

—Solíamos hacer un picnic allí cuando éramos niños e íbamos a Edimburgo con mamá. Debo admitir que hace mucho que no venía por acá, —dijo Andrew.

  —Bueno, entonces, me alegro de ser yo quien te reencuentre.

  Su dulce sonrisa hizo que la calidez fluyera por sus venas. Este asunto de cortejar era realmente encantador, especialmente cuando a uno le gustaba ser cortejado y encontraba al hombre de su agrado.

  Ningún hombre se tomaría todas estas molestias para simplemente darse la vuelta al final de la temporada y marcharse. Oh, no, parecía casi seguro que Lord Wellingham se acercaba para pedirle que fuera su esposa. sin embargo no soñaría con una propuesta hasta no tener una propuesta clara, con todas las letras. Debía dejar de hacerse ilusiones, pero era tan difícil cuando él se portaba tan encantador.

  ¿Ella diría que sí, si lo hiciera? Ella le lanzó una mirada, suspirando interiormente al ver su perfil perfecto. Su hermoso cabello oscuro era lo suficientemente largo como para que la brisa ondeara mientras trotaban por las calles de Edimburgo.

  Sí, ella definitivamente estaría de acuerdo en casarse con él si él se lo pedía, y se deleitaría con cada beso y toque que le diera a partir de ese momento.

  Su corazón latía rápido, imaginaba cómo sería ser su esposa. Si tuviera la suerte de tener un matrimonio con afecto y amor como el que disfrutaban su hermano y Grace, estaría muy complacida. ¿Podría ser esto hacia donde se dirigían? Ciertamente parecía gustarle. Dejando de lado sus pensamientos fantasiosos y contradictorios, Eugenia se concentró en el camino que recorrían.

  Llegaron a la base de Arthur’s Seat en las afueras de Edimburgo justo cuando el sol se elevaba en el cielo. Lord Wellingham bajó de un salto y se acercó para ayudarla a bajar. Ella lo alcanzó, colocando sus manos sobre sus hombros. Un chillido rasgó el aire cuando la sacó del carruaje, levantándola como si no pesara nada más que una pluma. Su acción la deslizó contra él y, con una lentitud devastadora, la dejó caer sobre sus pies.

  Eugenia sintió cada músculo de su pecho, cada flexión de sus brazos, el calor de su aliento contra su rostro, su cercanía que la hizo olvidarse de sí misma, antes de que los dedos de sus pies golpearan el suelo.

  Ausentemente, escuchó a su doncella saltar hacia abajo del carruaje, pero aún así no tuvo la precaución suficiente para alejarse y salir de su agarre. Su mirada sostuvo la de ella, una promesa de algún tipo iluminó sus ojos.

  —Por aquí, — dijo Andrew, tomando su mano y comenzando por un camino muy trillado bordeado por la maleza de los árboles.

  —¿Ha estado aquí antes? —le preguntó ella, mientras llegaban a un claro. Lord Wellingham soltó su mano al ver a otras personas y la colocó en su brazo.

  —Una vez, hace varios años, pero no ha cambiado. Debería haber pensado en traer una canasta de picnic y una manta para que pudiéramos compartir y disfrutar de una comida.

  —Quizá la próxima vez —sugirió ella, con la esperanza de que hubiera más de estos días despreocupados, lejos del ojo de águila de la sociedad.

  —Me gustaría eso, —espetó él, inclinando la cabeza hacia un lado. Venga conmigo milady, caminaremos un poco más.

  —Dígame, Lord Wellingham, ¿visita Escocia a menudo ahora que tiene una propiedad aquí?—Esperaba que lo hiciera, que hiciera de Escocia su hogar permanente, especialmente si le ofrecía la mano. Podía vivir felizmente en su país de origen con el hombre por el que comenzaba a sentir algo más que una amistad.

  —Lo hago, al menos una vez al año, durante varios meses. Mi finca inglesa en Nottinghamshire, aunque hermosa, no es donde reside mi corazón. Mi infancia transcurrió más en Escocia que en Inglaterra, y siempre he dicho que es más casa aquí que en cualquier otro lugar.

  —¿En verdad?— Eugenia lo miró a los ojos fijamente. —Pero pensé que su casa en Escocia fue adquirida recientemente. ¿Solía vivir en otro lugar, o su familia tenía una casa de la cual no me ha comentado milord? ——Preguntó Eugenia, de manera suspicaz.





¡Feliz día del trabajo!
Bueno en mi país se celebra hoy, así que les dejo algo para que se piquen.

Gracias GabyPipo   por la bella imagen.

Las Mentiras del MarquésOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz