**Capítulo 28**

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Pasaron tres meses, y lo que Andrew prometió aquel día en el carruaje, que se iba, y no le molestaría más, lo seguía cumpliendo. Él mantuvo su palabra puesto que no había vuelto a Escocia en todo ese tiempo, se había quedado en su finca de Nottinghamshire. En cualquier caso, eso decían los chismes que le llegaban desde la ciudad en las cartas que recibía de familiares y amigos en Inglaterra. Todos los relatos decían lo mismo, el libertino marqués de Wellingham había evitado las delicias de la ciudad y se había recluido en su finca de campo. No había creído que él fuera capaz de vender la propiedad de al lado, pero en unas semanas la casa se vendió y los nuevos propietarios ya vivían y disfrutaban de su morada escocesa.

Cuando la casa se vendió y le llegó la noticia de que Andrew estaba a salvo de regreso en Inglaterra, la distancia empezó a carcomerle como un tumor canceroso.

A medida que las semanas se convertían en meses, su ausencia la abrumaba y durante las últimas semanas, había comenzado a ver su situación con mucha más claridad. Veía más allá de su ira y decepción iniciales y comprendía por qué había hecho lo que había hecho.

Puede que él no hubiera apostado por enamorarse de ella, pero lo hizo, y ella ahora lo creía más que nada. Había visitado Moy varias semanas después de su partida para estar presente en el parto de Grace y conocer a su nueva sobrina. Descubrió que Andrew había firmado cualquier reclamo sobre Greelane, devolviéndola en su totalidad incluso se negó a recibir su dote. Si lo deseaba, podía vender la propiedad y terminar con la conexión, pero no importaba cuán enojada estuviera, no podía hacerle eso.

La finca había sido el hogar de su infancia. Las mismas paredes, habitaciones y jardines que había llegado a amar, las adoraba aún más por el niño que creció dentro de sus paredes.

No podía venderlo solo para demostrar que realmente la amaba.

Su partida, el abandono de la casa, la desesperación que ella había leído en sus ojos aquel día en Londres cuando sus caminos se cruzaron, le dijo que el afecto que sentía por ella era verdadero.

El la amaba. Se había enamorado de ella a pesar de su plan inicial, y si era la propiedad que ella había heredado lo que había provocado ese amor, entonces apreciaría la casa para siempre. Debía preparar sus baúles inmediatamente. Tenía un viaje muy largo que hacer.

El carruaje giró hacia las puertas de Scott Abbey, y Eugenia se movió para mirar por la ventana la gran mansión georgiana que era la propiedad inglesa de Andrew.

Era más formal que la salvaje y resistente casa que había tenido su madre y, sin embargo, era igual de hermoso. Los nervios le dieron vueltas en el estómago al pensar en volver a verlo después de tantos meses. ¿La extrañaría? ¿Cuál sería su reacción al verla allí?

Eugenia sabía hasta el fondo de su ser que lo amaba. Lo había echado de menos, sin importar cuánto hubiera intentado no hacerlo al comienzo de su separación.

Sin embargo, su distanciamiento, por doloroso que fuera, era necesario. Necesitaba tiempo para pensar, tiempo para sanar y superar su dolor. Perdonarlo. Una lección sin dolor no tiene sentido, no puedes ganar algo sin sacrificar algo hermoso. Ella ya le había dado una lección, solamente esperaba que su amor se mantuviera en pie. No, ella no podía empezar a pensar así otra vez. Si pensaba darle una nueva oportunidad debía ser con el corazón abierto y dispuesto.

El carruaje se detuvo y un lacayo saltó hacia el vehículo y abrió la puerta. Eugenia bajó, estirando el dolor en sus huesos que millas de viaje habían causado a su cuerpo.

Un caballero dobló la esquina de la casa, su atención en el papeleo en sus manos, con la cabeza gacha y sin mirar hacia dónde se dirigía.

El calor la recorrió como whisky escocés al ver a Andrew. Iba vestido con pantalones color canela y botas de arpillera negras que estaban cubiertas de polvo. Una camisa y un chaleco, sin chaqueta, y las mangas de la camisa estaban arremangadas hasta los codos. ¿Había estado fuera y por la finca, mirando sus granjas arrendatarias, los campos?

Las Mentiras del MarquésWhere stories live. Discover now