**Capítulo 26**

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¿Por qué razón su suerte le había abandonado? Era la pregunta que se hacía Megan escondida detrás de una planta de helechos bastante alejada de la pista de baile.

Había estado escondiéndose toda la noche de dos innombrables. El primero, su desagradable primo quien ya tenía días tratando de camelar a su abuela pidiendo que le presionara para que se casase con el. Ya que desde el punto de vista de su tío Gregory, tía Petunia, y el mismo, eso era lo mejor así toda la fortuna quedaba dentro de la familia. Ella sabía bastante bien que lo que querían era adueñarse de su dinero a través del matrimonio.

El segundo era más peligroso aún, ese demonio castaño de ojos verdes llamado Phineas Brice. ¿Que quería con ella?, no lo sabía y no estaba dispuesta a averiguarlo. Pues ese era un hombre del que fácilmente una se podría enamorar y para las mujeres de su familia enamorarse era darle la mano directamente a la muerte. Sus padres se amaban locamente y fallecieron, su hermana se enamoró, se casó, y también murió. Así que en sus manos estaba su destino. Su abuela no había amado a su esposo pues se había casado por conveniencia, su matrimonio tuvo las bases sólidas del respeto y amistad. Y ya estaba próxima a cumplir su séptima década. Así que eso era exactamente lo que ella debía hacer.

Cansada de estar parada allí y sin poder salir a la terraza puesto que caía una suave lluvia que arruinaría su peinado y su vestido, avanzó hacia la sala de descanso de damas. Pero al ver que ingresaban dos de las señoritas más desagradables que en algún momento llegó a conocer se quedó nuevamente allí, Lady Pennywise quien tenía la cara tan larga como un caballo junto a una mirada fría y calculadora. Y su amiga Lady Badgley, pequeña y redonda como una manzana, eran un par de tontas solteronas que se encargaban de criticar y burlarse de cualquier persona que se cruzara en su camino. Dejó que ingresaran a la sala y pasó de largo.

Se adentró en un pasillo repleto de sombras temblorosas, en las paredes habían apliques alineados que a cada pocos metros la sumergían y la sacaban de la oscuridad a medida que avanzaba.

Probablemente una de estas habitaciones en lo profundo de la casa no estaría ocupada y podría descansar un rato allí. Gracias a Dios su abuela estaba exhausta y no le había acompañado el día de hoy. De lo contrario tendría que estar bailando con quién se lo propusiera. Eligió una habitación luego de presionar la oreja en la puerta y no escuchar nada, al entrar reconoció que era la biblioteca de la casa. El fuego en la chimenea casi se extinguía. Cerrando la puerta se acercó más a esa deliciosa calidez, pensando que podría enroscarse en el diván y disfrutar del santuario que había encontrado, no creía que Lady Somerset fuera a molestarse porque ella fuera a descansar allí un rato.

Solo después de acercarse vió que el diván estaba ocupado con dos figuras iluminadas por la luz del fuego. Dio un respingo con el corazón dando tumbos en su garganta. Su pequeño jadeo de horror obviamente se escuchó y la pareja se incorporó, separándose como si un rayo los hubiera partido en dos.

La mujer chilló, sus manos tratando torpemente de cubrir sus pechos expuestos con el vestido. Megan la reconoció de inmediato pues pocas mujeres poseían un busto de tales dimensiones.

-Lady Longbottom. -Murmuró, y antes de que su mirada se volviera al otro ocupante de la habitación, al hombre desaliñado al lado de la mujer, ella supo a quien iba a ver.

-¡Usted!-. Su vergüenza huyó cuando la indignación surgió. Se cruzó de brazos y levantó una ceja censurándole por su comportamiento.

-Esto no es lo que parece. -Aseguró, Lady Longbottom. -Dí algo-. Pidió a su compañero.

-Oh, estoy segura de que no he interrumpido nada indecoroso. -Mintió Megan, sin importarle el sórdido asunto que interrumpió. Solo queriendo salir de allí.

Las Mentiras del MarquésTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon