**Capítulo 24**

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Andrew no se quedó mucho tiempo en Edimburgo. Ya nada tenía atractivo para él ahora que Eugenia no estaba. Viajó a Holdstoke Manor, dio paseos diarios y trató de organizar sus ideas, pensando en cómo podría recuperarla.

  Hasta ahora, había fallado horriblemente en la tarea. Sabía que ella se encontraba en Greelane, podría viajar la milla que los distanciaba, obligarle a escucharlo  y pedirle perdón, pero como un cobarde solamente le había observado de lejos. De cualquier forma que observara su situación, no encontraba solución alguna, nada demostraba que la amaba más que a la propiedad, pues sus acciones fueron nefastas.

  La forma en que se propuso conquistar a Eugenia había sido incorrecta, poco caballerosa y cruel. Por supuesto, él nunca quiso que ella se enterara de sus absurdos planes. Esa fue la idea más estúpida que tuvo, pues siendo su hermano Graham Simpson, era imposible que no sumará uno más uno y le diera dos, debería haberle dicho todo él mismo, después de darse cuenta de que se estaba enamorando de ella.

  Ahora que ella conocía sus motivos, él sería mal visto para siempre en su familia si alguna vez volvía a estar a un pie de ellos. Después de que el laird lo despidiera, y también Eugenia, dudaba que eso ocurriera alguna vez, el Laird le daba igual pero su esposa no, no había nada que quisiera más que tenerla en sus brazos y dejar todo este amargo momento atrás.

  «Maldita sea». Tiró una rama que sostenía en la mano sobre la hierba alta por la que caminaba en el límite de su propiedad y la de Eugenia. Un lacayo había averiguado que ella residía allí, sola, suponía que ahora que se había casado no necesitaba de una acompañante. Según sus informantes su amiga Lady Megan, la había visitado la semana pasada, pero la misma había regresado a la ciudad después de quedarse unos días acompañándole.

  Se detuvo, mirando hacia la casa de su infancia, viendo cómo el sol de la tarde hacía que las ventanas que miraban al oeste reflejaran los rayos dorados. Varias chimeneas tenían humo, un lugar acogedor y hogareño que tuvo que admitir, ya no le importaba en lo más mínimo.

  Lo que le importaba era la mujer que se sentaba dentro de sus paredes. ¿Qué estaba pensando ella? ¿Se había calmado un poco después de que la explosiva verdad arruinara lo que había entre ellos? No lo sabía, y justo en este momento, tenía demasiado miedo de descubrirlo. El miedo a su reacción de alejarlo por segunda vez hizo que casi se volviera loco. ¿Cómo diablos podía hacerle ver que la amaba? Que verdaderamente la quería y no a su herencia.

¡Ya basta! Se regaño asimismo, sumergirse en la autocompasión no le iba  a  servir de nada. Necesitaba recuperar a su esposa y explicarle de mil maneras que si bien al principio su interés era la tierra, esta había pasado al olvido cuando se enamoró perdidamente de ella. Y que no le interesaba absolutamente nada más que recuperar su amor.
Antes de perder el valor pidió a un mozo que preparara su carruaje, y al ama de llaves que le preparará un hermoso arreglo de flores, mientras se daba un baño y se vestía con sus mejores galas. Estaba a solo una milla podría ir caminando si así lo quisiera, pero… si iba a recuperar a su esposa lo haría con todo lo que tuviera. Le recordaría a Eugenia del porqué se casó con él.

Al llegar a Greelane grande fue su sorpresa cuando le dijeron que Lady Eugenia, estaba de viaje con su amiga la señorita Megan Russell y la abuela de la misma, desconociendo su paradero.

  Furioso regresó a Holdstoke Manor, no solo porque su cobardía le impidió buscar a su mujer a tiempo, sino porque ella ni siquiera había informado que se había casado, que ya no era simplemente Lady Eugenia Simpson, ahora era la marquesa de Wellingham, su marquesa, Tan grande era su odio hacía él que prefería seguir viviendo como soltera, ¡eso sí que no! Ella estaba casada con él y aunque lo odiara debía aceptar su título. Iba tan furioso y ensimismado en sus pensamientos que estuvo a punto de pasar de largo e ignorar al mayordomo, pero este llamó su atención con un carraspeo demasiado audible como para no prestarle atención —¿Qué sucede Wallace?

Las Mentiras del MarquésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora