**Capítulo 22**

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  ¿Cuánto la amaba él? Eugenia casi se ríe de la absurda idea, hizo el papel de tonta otra vez. ¿Era ella  la única que no lo sabía? Incluso su amiga tenía una actitud cautelosa hacia Lord Wellingham. ¿Sabría algo Cecilia, lo conocería de antes? Ahora comprendía la actitud de Charles y Marie a su reciente llegada, ellos obviamente si lo sabían.

¿Cuántas personas que asistieron a la temporada escocesa sabrían que el estúpido marqués estaba allí con un motivo oculto? Para casarse con ella y recuperar su hogar ancestral.

«Bastardo inglés»

  —¿Cómo te atreves tan siquiera a hablar de amarme? Yo era el hazmerreír de Londres, y ahora me has convertido en bufón de la corte por segunda vez, ¡en mi propia tierra! —gritó Eugenia—. Nunca podré superar la vergüenza de casarme con un hombre que me engañó para que me casará con él, simplemente para recuperar su antigua propiedad. Porque déjame decirte que no serás tú, un marqués, quien sufrirá los comentarios sarcásticos y las risitas mientras pasas. Oh, no, todos esos crueles y estúpidos comentarios estarán reservados únicamente para mí.

  —Nadie dirá esas cosas, Gennie. No lo permitiré, porque no es cierto.

—Eso es estiércol de caballo, Andrew, y no me vuelvas a llamar así en lo que te resta de vida—. Ella se alejó de él, sintiendo una furia correr por su sangre. —Que digas que ya no te importa lo que suceda con la finca también es una mentira. Te preocupas, bastante, y por eso estabas tan interesado en una fuga tan pronto empezó nuestro noviazgo. No querías que formara ningún afecto con cualquier otra persona. Me quitaste la capacidad de hacer una pareja con cimientos sólidos. Tu amor es una baraja de cartas parecida a la de tu hermano, que estaba destinada a desmoronarse, que útil habrá sido para ti cuando te pedí mantener en secreto nuestro estúpido cortejo.

  Se pasó una mano por el cabello y ella pudo ver la frustración palpitar en su cuerpo. —Sí, te cortejé originalmente para recuperar la casa, pero solo pasaron unos días antes de que todo cambiara. Te quiero, Eugenia. Y no importa lo que diga tu hermano o cualquier persona. —Dijo, señalando a Simpson, lo que siento es más fuerte que cualquier cosa que haya experimentado antes. Nunca le he dicho a una mujer que la amo. Y te amo tanto. Que estoy dispuesto a todo lo que me pidas, porque no quiero perderte .

  —Y sin embargo, me perdiste, porque para mí eres lo peor que vive más allá de la frontera escocesa. Un inglés egoísta que no se preocupa por nada, ni por nadie excepto por él mismo—. Su hermano gruñó en aprobación a las palabras de su hermana.

  —No te metas en esta discusión. Esta no es tu batalla—. Gruñó Andrew señalalando a Simpson, mirando con odio al bastardo.

  El laird se puso de pie, su silla raspando el suelo de madera. —Será mejor que deje de hablar ahora, Lord Wellingham. O me tocará callarlo de otra manera, una, no sé... un poco más contundente.

  Andrew escuchó la advertencia en su tono, pero se negó a escuchar o ceder. Necesitaba que Eugenia le creyera. Que estuviera dispuesta a amarlo y estar con él para siempre, tal como le había prometido frente al párroco. No podía perderla ahora. No por esta razón, no cuando esa razón ya no le importaba. —Hazlo—, dijo, dispuesto a defenderse, defender su futuro con Gennie.

  —¡Suficiente!—. Gritó Eugenia, interponiéndose  entre ellos, sacando a Andrew de su inminente paliza con el Laird Simpson. —Graham, por favor, dame un momento con Lord Wellingham. Necesito solucionar este embrollo yo misma.

  Su hermano lo miró un último momento antes de salir furioso de la habitación, cerrando la puerta con fuerza detrás de él.

  Andrew no se movió, temiendo que si lo hacía, ella saldría disparada y su oportunidad de explicar, de hacer que ella entendiera, se acabaría. —Eugenia, por favor trata de ver la situación desde mi punto de vista. No quise lastimarte.

Las Mentiras del MarquésWhere stories live. Discover now