**Capítulo 23**

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Eugenia no podía dormir, pasó una semana en el castillo de Moy antes de dirigirse a la finca que su hermano le había regalado. Greelane era un hogar que había llegado a amar, pero que ahora ya no estaba tan segura de querer conservar. Ella podría venderlo, supuso. Su hermano había mencionado la opción si no podía soportar mantenerla. Pero… venderlo, no estaba segura si podría hacerlo. Iría a ver la propiedad por última vez, a recoger sus cosas y decidiría que hacer después. Su hermano le había pedido que se quedará en Moy pero ella no quería estar cerca de nadie. Estaba harta de que todos le vieran con pena. Un poco de soledad ayudaría a aclarar sus ideas y su corazón roto.

  El carruaje se detuvo ante Greelane, una casa hermosa y laberíntica que ella había llegado a amar. Bajó de un salto sin esperar ayuda y miró hacia la finca. Su mente, por más que lo intentó, no pudo evitar imaginarse a Andrew aquí de niño. Corriendo por la gran casa, por los cuidados jardines, jugando con su hermano siendo perseguidos por su niñera o su madre a quién parecía querer mucho. Por más que quisiera odiarlo su corazón se negaba a hacerlo. ¿Sería verdad que al final realmente la amara? ¿Se habría precipitado al echarlo de su lado? No, las pruebas estaban allí y ni siquiera había enviado una carta de disculpa, tampoco se había presentado  a la casa de su hermano rogando perdón, dejando en claro que su orgullo herido valía más.

  Supuso que no le había extrañado tanto como debería, no como ella le extrañaba a él. Como mujer que provenía de una familia amorosa, de parte de su hermano al menos, podía entender que Andrew deseara recuperar su propiedad. El único lugar donde tenía los recuerdos más felices de la infancia.

  Suspirando, se dirigió al interior. El ama de llaves la recibió en el vestíbulo. Eugenia ordenó que se le preparara un baño y que se encendiera el fuego en su habitación, se sentía exhausta. Después de sus viajes estos últimos días, sin contar la carga emocional que la acompañaba, todo lo que deseaba era un relajante baño y dormir.

  Estar sola y ordenar su vida, eso es lo que haría, cómo podría seguir adelante con la verdad con la que ahora tenía que vivir. Lucky Gennie. Nunca más,  ahora era triste Gennie, la chica incapaz de encontrar amor. Al menos amor no proveniente de su familia o amigos.

  Su habitación estaba tal como la recordaba, cálida y acogedora, las cortinas claras y la ropa de cama le daban al espacio un aire femenino e iluminaban los muebles de madera oscura. Se sentó en el borde de la cama y observó cómo la criada se entretenía con sus baúles, vestidos y batas, mientras una criada de la cocina trabajaba duro para encender un fuego en la chimenea.

  —¿Desea que le sirvan la cena, Lady Eugenia?

  Ella asintió con la cabeza, ignorando el hecho de que todavía la llamaban por su nombre de soltera. Por supuesto que lo harían. No sabían que se había casado y que ahora era la esposa de Lord Wellingham. Una marquesa. —Lo tomaré aquí en mi habitación en una hora. Gracias. —Contestó, no queriendo usar el comedor.

  Dos lacayos subieron un baño de cobre y lo colocaron delante de la chimenea antes de que toda una fila de sirvientes subieran balde tras balde de agua. Su baño fue relajante, alivió sus huesos doloridos y se relajó por primera vez en días.

  Cuando se metió en la cama más tarde esa noche, no pudo evitar preguntarse dónde estaba Andrew. ¿Había vuelto a Londres? ¿Estaba en su nueva propiedad de al lado o en Edimburgo? Una pequeña parte de ella esperaba que él estuviera en Holdstoke Manor para poder verlo, quería que él le explicara una vez más cuál era su razonamiento para romperle el corazón. Cualquier cosa para hacerle entender, para creer que no la habían engañado para casarse por el bien de una casa, más sin embargo eso nunca sucedió.

  Pasaron los días, llevaba casi una semana de regreso en Greelane cuando Megan y su abuela llegaron desde Edimburgo para visitarla. Eugenia les invitó a pasar,  pidiendo a su vez al ama de llaves que se sirviera el té en el salón de la planta baja. No había escrito a sus amigos contándoles de su dolor, de su desgracia, su situación tal como estaba con Andrew. Entonces, ¿por qué estaba Megan aquí? Tenía curiosidad por averiguarlo.

Las Mentiras del MarquésWhere stories live. Discover now