2. |Machista egoncéntrico|

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Capítulo 2

Machista egocéntrico

23 de Marzo

¿Alguna vez te arrepentiste de las decisiones que tomaste? ¿Dudaste que fueras capaz de realizar tus sueños? ¿No? Bueno, pues yo sí. Estoy realmente angustiada, inquieta, hecha un lío con lo que ha pasado. Adrien tiene un profundo odio hacia mí y no le he dado ningún motivo, ni siquiera entiendo su actitud conmigo. A penas me vio, me insultó, ¿qué clase de persona hace eso?

Carajo, el tipo me ha llamado zorra, puta y todos los demás adjetivos con los cuales cualquier chica se hubiese sentido ofendida; no obstante, puedo decir que soy fuerte, y aunque no negaré que uno que otro me ha molestado más de la cuenta, he decidido no hacerles caso. El chico es un maleducado.

Respiro hondo para tranquilizarme y serenar este furor que corre por mis venas como una rápida enfermedad destrozando todo a su paso. Faltan diez minutos para que mi show comience, y estoy nerviosa.

—Madi, si quieres puedes cambiarte de ropa. — La dulce voz de Marie interrumpe mis pensamientos.

—Así está bien, no te preocupes, recuerda que debo estar diferente a las demás chicas —la rubia asiente conforme con lo que le he dicho, y se retira al área que le corresponde atender.

Bien, ya es hora.

Subo al escenario junto a mis «compañeras de baile» he inmediatamente los ojos del público son puestos en mí como un cazador buscando a su próxima presa. La música empieza a sonar y yo tomo un profundo respiro, necesito darme fuerzas. «Excelente Madi, tu puedes. Eres una bailarina profesional, sabes hacer de todo, solo déjalos impresionados.»

Imito el sonido de la canción con la mímica de mis labios y le doy riendas sueltas a mi cuerpo; él sabe sacarme de apuros y envolverme en una nube de placer y deleite donde solo existimos las notas musicales, los movimientos, y yo.

Mis caderas toman el control al compás de la dulce sinfonía que hipnotiza a la audiencia, mientras paseo mis manos por cada lugar de mi anatomía. Doy un giro lento y escurridizo, para al final, bajar hasta llegar al piso; entonces es ahí cuando mi expresión se torna provocativa y, de forma sensual, me levanto de la plana superficie. Agito mi melena en un acto que derrocha chulería y cojo la silla —que es parte del baile—, para apoyar una mano en ella e inclinarme de forma que mi trasero quede al aire.

Meneo mis posaderas, entretanto siento que libero mis penas. Por eso amo bailar, porque mis problemas quedan en el olvido de la suave melodía y el vaivén majestuoso de cada paso.

Cuando la canción termina y el show finaliza por completo, la gente que antes ocupaba expectante los asientos del frente, se paran y gritan con emoción, que en una parpadeo me es contagiada; no puedo evitar sonreír como idiota.

De forma inesperada, las chicas se reúnen alrededor de mí y me abrazan con una sonrisa plantada en sus labios.

Dios, creo que voy a llorar.

Es la primera vez que demuestran que les agrado. Cuando comenzamos a ensayar la semana pasada, ellas simplemente se dedicaron a cuchichear en rincones, mirarme de soslayo y hacer lo que les pedía sin rechistar. Es increíble que me estén demostrando afecto. Se siente como que he sido aceptada de verdad.

Me gusta eso.

Bajamos del escenario, la felicidad inyectada en nuestros ojos y el orgullo de haberlo hecho bien, filtrándose en nuestro caminar. Paul, Marie y Alexander están enloquecidos y con sus semblantes brillando por la admiración y la alegría; me imagino que yo tengo que estar igual. Es como si hubiese ganado la lotería.

Save Him ® Secretos #1Where stories live. Discover now