25. |Palabras sueltas|

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Capítulo 25

Palabras sueltas

21 de Mayo

Bien, decir que me encuentro en un estado de shock y completa estupefacción, es quedarse corto. Joder, estoy anonadada y un poco intimidada con su presencia en mi cuarto, siento que si muevo cualquier músculo de mi pequeño cuerpo, él va a venir, con su gran e imponente altura, y atacarme. No sé si de buena o mala manera, con Adrien nunca se sabe.

Él podría acercarse y gritarme mucha mierda, pero también podría sorprenderme y hacer algo totalmente distinto.

Como besarme, por ejemplo.

Ugh, Madison, ¿qué rayos estás pensando?

—Estoy esperando a que explotes — digo elevando la mirada en su dirección. Respiro hondo al verlo con esos lentes de sol y su pelo en completo desorden.

Mierda. Es una jodida cosa linda de admirar.

El cantante ríe fuerte, una estruendosa carcajada brotando de su garganta. Parece tambalearse y comienzo a temer que esté drogado, él nunca ríe, ni mucho menos tiene esos ataques de venir y estar a mi lado. Dudo que haya ingerido alcohol, de ser así, Elise no lo hubiese dejado entrar. Ella es muy sensible a su hedor y sé que lo detectaría de inmediato.

—Maldición, ni siquiera sé por qué hago esto —murmura dando dos pasos hacia mí mientras retira el artefacto que cubre sus lagunas de metal. Trago saliva.

No me pasa desapercibido el carmín que brilla en sus ojos y la dilatación de sus pupilas.

En definitiva, él está dominado por esa jodida sustancia.

—Detente —ordeno y el tono firme de mi voz, hace que sus labios se frunzan en una mueca. No lo necesito tan cerca de mí, no es sano.

—Nunca fuiste receptiva a mi presencia —balbucea como si estuviera hablando consigo mismo. Por un momento, creo que se pierde en su mundo pues comienza a susurrar cosas que no alcanzo a escuchar pero que producen un escalofrío en mis terminaciones nerviosas.

—Deberías irte —siseo mordiendo mi labio inferior sin querer reparar en sus bestiales estanques gélidos, y al mismo tiempo, vulnerables. Creo haber mencionado que soy un poco débil cuando él me observa de esa forma: como si quisiera decirme algo, con impotencia, con dolor.

Más allá de su rabia y odio a mi persona, hay cosas que lo atormentan y mi jodida e inoportuna curiosidad quieren saber qué es.

—No me da la gana —masculla con aire distraído mirando todo a su alrededor. Chasqueo la lengua un tanto disgustada y exasperada, él tiene muchas cosas qué explicarme. Por ejemplo, ¿cómo llegó?

—Adrien, acabemos con esto. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo conseguiste mi dirección? — cuestiono, colocando un mechón detrás de mi oreja.

Le Brun suspira y vuelve a reír. Mierda.

— Es una larga historia, querida Dama de Compañía. — Aprieto los dientes y cuento hasta diez para no escupirle unas cuantas verdades. El muy imbécil acaba de llamarme, en otras palabras, prostituta y es algo que no tolero. Se la dejaré pasar porque está drogado como un demonio y no es muy consciente de lo que está diciendo, de lo contrario, estaría mandándolo al mismo infierno.

—Tengo tiempo —gruño. No es como si me pudiera mover de esta odiosa cama.

—Bueno, ¿por dónde empiezo? — se hace el interesante y yo solo quiero golpear su rostro.

Save Him ® Secretos #1Where stories live. Discover now