13.

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Debido a que en mi niñez pasaba la mayor parte del tiempo sin mis padres, el inocente niño que era, nunca dio por hecho que no era amado por uno de sus progenitores, hasta en aquella ocasión donde por primera vez me rodeé de gente que me hizo ver la verdad de una forma cruel.

Cuando ingresé en el jardín de infantes todo me daba miedo. Estaba acostumbrado a estar en mi mundo, solo. Así que cuando supe que tenía que compartir con otros niños lloré mucho, aunque con el pasar de los días descubrí que aquella sensación no era tan mala, después de todo, todos parecíamos tener miedo de estar ahí, pero lo sobrellevábamos juntos.

Al año siguiente, cuando por fin ingresé en la primaria, sentí todavía más miedo.

Por algún motivo, esos niños no se sentían como los del año anterior. Sino que, contrario a mí, parecían tener muchas experiencias que yo todavía no tenía. Algunos decían malas palabras, otros tenían bromas pesadas con sus amigos y ni hablar de la malicia que muchos escondían en el salón de clases tomando las cosas de otros y rompiéndolas por placer.

Debido a que era un chico silencioso, parecía pasar desapercibido y ellos ni siquiera llegaban a mirarme, por lo que personalmente nunca fui el centro de atención de sus burlas. Pero nunca me confiaba de ellos, siempre busqué protegerme. Desafortunadamente no todo es color de rosa todo el tiempo.

Viví una vida silenciosa y tranquila hasta ese momento, ignorante de una verdad rotunda que acabaría por marcarme para el resto de la vida.

La profesora nos había pedido crear manualidades y yo amaba hacer ese tipo de cosas por lo que las hice con todo gusto. Lo único a lo que no presté atención fue a la finalidad de la celebración que estaba por llevarse a cabo.

El día de la madre se estaba celebrando en la escuela y yo no sabía que todas las madres se harían presentes, excepto la mía. Siempre pensé que la ausencia de mi madre era normal, siempre me dije que "seguro está ocupada", "ella trabaja mucho" pero luego tenía delante de mí a un grupo de mujeres mirando a sus hijos con tanto amor, que sentí celos. Pero la peor parte llegó cuando teníamos que entregar nuestras manualidades.

Todos habíamos hecho una corona de cartulina llena de brillantina, que debía obsequiarse. Todas las madres estaban en un sitio, los niños en otro. Por lo que, al momento de entregarlas, todos se levantaron y se fueron a colocar la corona en la cabeza de sus madres, sin embargo, yo fui el único que se quedó sentado.

Mi padre estaba ahí, él siempre estaba.
Pero esa corona no era para él.

— Hyungwon, hijo... —me llamó con una sonrisa y los brazos abiertos— Ven aquí, no te quedes sólo.

Recuerdo que mis ojos se llenaron de lágrimas porque recién entendí por qué él era el único hombre en medio del grupo de mujeres; la verdad era que yo no tenía una mamá que me amara, esa era la diferencia entre el resto y yo.

— Esto no es tuyo. —le respondí con un nudo en la garganta, haciendo todo lo posible por no llorar.

No dije algo gracioso, dije algo doloroso pero aún así todos empezaron a reírse, como si fuera un payaso, un tipo tan miserable que daba risa.

Y me dolió, me dolió tanto que me fui de ahí corriendo mientras los escuchaba reírse, no importaba si fueron adultos o niños, igualmente les daba gracia. Y así mientras la profesora intentaba pedirles que guardaran silencio y mi papá me seguía, llamándome para que no me alejara de él... Yo corrí.

Corrí deseando llegar a sus brazos y confirmar que aquello que sentía era real. Si ella sólo estaba demasiado ocupada como pensaba, o era real lo que ellos me hicieron sentir.

Karma Se Escribe Con Mayúscula Where stories live. Discover now