07.

642 136 26
                                    

En un momento donde mi respiración ya era errática y nuestros cuerpos pedían más que un simple roce, no me privé de disfrutar la forma en la que Wonho me hacía sentir. Las caricias de sus manos estaban a otro nivel, no se comparaba en absoluto a ser tocado por manos pequeñas y suaves, pues su rudeza y fuerza era lo que verdaderamente estaba empujandome al borde de la locura.

— Hyungwon... —volvió a susurrar contra mi cuello pero sin detener sus manos de crear movimientos en mi cadera para que hubiera fricción entre nuestros cuerpos— ¿tienes...?

— En la habitación... —lo interrumpí enredando mis dedos en su cabello— vamos ahora...

Él asintió sin dudar, pero cuando se disponía a levantarse y llevarme en sus brazos hacia mi habitación para conocer el paraíso por fin, su maldito celular empezó a timbrar tan ruidosamente que nos hizo voltear.

Al ver su reacción y su intención, tomé sus manos y las volví a poner en mi cuerpo.

— Déjalo para después... —le pedí a su confusa mirada.

Por un momento él se pensó mi sugerencia, pero como si algo lo hiciera retractarse en segundos, negó con la cabeza.

— Solo veré quien llama... —susurró apartando sus manos de nuevo— lo siento.

Yo suspiré con molestia pero no me movi de su regazo a propósito así que tuvo que esforzarse para poder obtener su celular y ver quien se atrevía a interrumpir nuestro momento caliente, cuando evidentemente nuestros pantalones ya estorbaban. Pero lo que no me esperé nunca fue la expresión descolocada de su rostro.

— ¿Soyoung? —fruncí el ceño y lo miré fijamente al escucharlo contestar la llamada mencionando precisamente el nombre de una chica— ¿Qué ocurre? —a pesar de mi enojo guardé silencio y por más que intenté, no podía entender lo poco que lograba escuchar del auricular del celular y su cara estaba bastante inexpresiva— ¿Hablas en serio? Porque sabes que si es por... —volvió a guardar silencio y por fin noté una clara señal de preocupación en su cara— Toma la camioneta, ya sabes donde están las llaves y por favor ven a la dirección que te di. —le indicó con prisas al tiempo que me quitaba de encima suyo como si fuera un costal— Si claro, esta bien.

A esas alturas estaba sorprendido, molesto y sinceramente no sabía que decir. ¿Quién se creía ese tipo? ¿Por qué esa mujer tenía mi dirección? ¿De verdad iba a irse así de fácil? ¿Estaba casado? ¿Por qué cojones...

Suspiré fuertemente y me levanté del sofá viendo como él iba de un lado a otro buscando las cosas que había traído consigo.

— ¿Alguien más tiene mi dirección? —pregunté un poco molesto, no tenía ánimos de guardarme eso en el pecho— pensé que nuestras salidas eran algo especial entre nosotros y no algo monitoreado.

Él detuvo sus movimientos y volteó hacia mi soltando un fuerte suspiro.

— Hyungwon, hay una buena razón, créeme. —me susurró sin poder borrar la preocupación de su cara— Voy a compensar todo esto, pero por ahora tengo que irme, es una emergencia.

Mi pecho estaba doliendo de enojo.

— ¿Con ella? —cuestioné sintiendo unos celos terribles aflorar en mi pecho cuando él asintió— ¿Eres casado? Porque si es así, entonces...

Wonho suspiró y tomó mis manos entre las suyas.

— Es una larga historia que intenté explicarte hace un rato. —comentó haciendo que tuviera ganas de golpearme a mí mismo— no pienses de más. Debo irme ahora pero...

— Esta bien. —lo interrumpí y solté sus manos empujandolo por el pecho levemente— No importa, solo... Vete y no me vuelvas a llamar hasta que estés seguro de poder salir sin problemas.

Sabía que quizá mis palabras estaban siendo un poco crueles y sin dejarle espacio para explicaciones, pero el enojo estaba abrumandome. Sin embargo, aún en medio de mi molestia él se acercó y me besó suavemente. Lo peor fue que no reuní la suficiente fuerza de voluntad para empujarlo lejos como sentía que debía.

Cuando terminó de besarme, me vio directo a los ojos y volvió a suspirar, seguramente notando la cara de pez globo inflado que ponía cada vez que me enojada, no podía evitar inflar mis mejillas y estirar mi labio inferior como un niño en plena rabieta.

— No te enfades... —me pidió en un susurro, al tiempo que pasaba su mano izquierda por mis calientes mejillas— esto es una emergencia hospitalaria, no hay manera de que estuviera en mis planes... —explicó— Además, estoy más que contento de por fin haber besado tus hermosos labios y quiero volver a probarlos muchas veces más... Realmente siento que las cosas no llegaran a más hoy. —asentí con la mirada puesta en el suelo— si me lo permites, hablaremos de esto y... Si me aceptas, entonces podremos acabar con lo que empezamos hoy...

Fruncí el ceño por su comentario.
¿Aceptarlo? Ya lo había aceptado así. Es decir, estuve a punto de dejarlo poner su llave en mi cerrojo. ¿Qué otra prueba de mi aceptación quería?

Aún así, ver su rostro pensativo me hizo sentir un poco cruel. Dicen que al final todos merecemos el beneficio de la duda y ya que la situación no se prestaba para tener una charla y aclarar todo lo que queríamos decir, por agradecimiento a su buen trato y a lo bien que me hizo sentir me limité a callarme, a suspirar y a asentir.

En ese momento escuchamos el sonido desesperado de la bocina de un auto y ninguno tuvo que suponer porque estabamos seguros de quien era. Sentí que se me revolvió la sangre.

— No sé si quiera continuar con esto. —me sinceré— pero esta bien... Después de que me des las explicaciones lo decidiré, hasta entonces, cuídate.

Sabía que mi respuesta no le había agradado, pero no reprochó en lo absoluto, al contrario sonrió con gentileza.

— Tú también hermoso. —respondió apretando mi hombro suavemente.

Entonces tomó sus cosas, se arregló la ropa y salió de mi casa sin decir nada más. No sabía cómo sentirme en ese momento porque cierta parte de mi se sentía avergonzada, casi humillado por ese hombre, pero otra solo quería abrir la puerta y retenerlo más tiempo conmigo.

No sabía desde cuando, pero sin darme cuenta estaba teniendo emociones demasiado fuertes respecto a él.

Preso de mis propios pensamientos, no pude evitar mirar por el balcón de mi hogar hacia donde él se supone que estaría. A los pocos segundos él salió del edificio casi corriendo y por extraño que pareciera, no recurrió a las puertas delanteras para subirse, sino que al contrario, fue directo a la puerta trasera de la camioneta e ingresó.

Tan pronto como la puerta se cerró, el auto partió y me quedé observando como simplemente iba en dirección contraria a su casa. Sabía que había mencionado algo acerca de una emergencia, pero seguía sintiendo que era solo un pretexto.

¿Que demonios ocultaba ese tipo?

¿Que demonios ocultaba ese tipo?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Karma Se Escribe Con Mayúscula Donde viven las historias. Descúbrelo ahora