19.

235 52 5
                                    

Mentiría si dijera que no estaba ansioso por no recibir ninguna llamada de Wonho en todo el día mientras estuve en el trabajo. Realmente traté de no prestarle atención y ocuparme en cualquier cosa, y eso funcionó al menos hasta que se llegó la hora de salida y no tenía nada más que hacer.

Pensé en ser el primero en llamar, pero como una persona que se había desempeñado en una empresa, sabía que los procesos eran tardados y muy formales, así que era normal no atender el celular cuando había algo de mayor importancia delante, así que abandoné la idea y tomando el auto que mi padre me prestó, decidí ir al taller de confianza donde mi papá había dejado la camioneta de Wonho.

Al llegar vi al mecánico trabajando obedientemente en la vieja camioneta como si fuera una prioridad y me sentí feliz de saber que probablemente estaría listo pronto.

—¿Qué tal todo por aquí? —saludé quizá con demasiados buenos ánimos que no eran para nada normales en mí. —¿Acabarás pronto?

El amigo de mi papá a quien cariñosamente llamaban Teobo, se deslizó de debajo del auto y me miró como un adulto joven mira a un adolescente que asegura que a sus 25 años ya estará graduado de la universidad, con un trabajo estable, pagando una casa y a punto de casarse. O sea, su mirada me gritó «iluso» en 30 idiomas diferentes.

—Chico, espero que tengas suficiente dinero para pagarme todos los repuestos que le he comprado a este auto, porque si le pides prestado a tu papá va a enojarse mucho. —respondió con un tono de resignación que no me dio muchas esperanzas. —Tu papá dijo que dejara la camioneta funcional y que le diera un mantenimiento general, pero no esperé que siguiera funcionando de milagro. ¿De donde sacaste este vejestorio?

Guardé silencio sintiéndome un poco decepcionado de la forma en que estaban llamando al objeto que para Wonho parecía ser muy importante, pero a Teobo no le importó mucho mi mirada y simplemente volvió a lo suyo.

—No importa lo que cueste, yo cubriré los gastos. —afirmé evitando responder a su pregunta. —Siempre y cuando puedas entregarla pronto...

El hombre se detuvo para mirarme nuevamente, pero esta vez con una expresión de «esperas demasiado» tatuada en el rostro.

—No puedo prometer nada. —respondió sinceramente. —Hay muchas cosas por hacer en esta cosa, y como puedes ver, tengo más trabajo por hacer. No puedo retrasar a los demás para que me ayuden en esto. Lo siento.

Se suponía que la respuesta era un rotundo «no» que tenía que romper mis esperanzas y ayudarme a aceptar que mis deseos no iban a cumplirse, pero a mi me encantaba mirar el vaso medio lleno, así que aquella respuesta no fue más que una alternativa curiosa para poder alcanzar mi objetivo, por lo que no pude esconder la sonrisa que se pintó en mis labios.

—Entonces si te ayudo en lo que necesites acabarás pronto, ¿verdad? —pregunté ladeando la cabeza como un perrito esperando atentamente una respuesta. —Sabes que soy fanático de los autos y que incluso tomé um curso de mecánica el verano antes de graduarme de la universidad. —le recordé. —Incluso tú fuiste mi supervisor.

Teobo sentía que no podía creerse lo que yo había dicho. Era verdad que desde pequeño me habían acostumbrado a hacer cualquier cosa para mantenerme ocupado y por eso era un sabelotodo en muchas áreas, pero al crecer decidí seguir ocupándome en cualquier cosa por decisión propia. Lo irracional de la situación es que en aquel momento era un chico que apenas iba a graduarse de la universidad y tenía mucho tiempo libre y energías como para jugar a ser mecánico, pero después de un par de años y convertirme en la persona que hizo crecer la empresa, casi dueño de una sucursal, no era demasiado creíble que quisiera arreglar personal y voluntariamente un vejestorio de origen desconocido.

Por fortuna, Teobo me conocía lo suficiente como para saber que discutir en mi contra sólo sería una perdida de tiempo, así que en su lugar, fue hasta un casillero cercano y sacó de él un overol que era básicamente el uniforme que llevaban todas las personas en su taller, y sin mediar palabras me señaló el lugar donde podía cambiar mi costoso traje por algo más adecuado para el trabajo que iba a hacer.

Como un niño que recién recibe un dulce, fui a cambiarme casi dando saltitos de felicidad y volví para ponerme manos a la obra bajo la supervision del hombre que consideraba como mi tío.

Una vez que me puse manos a la obra, perdí la noción del tiempo. Habían pasado un par de años desde que dediqué horas a tocar un motor en un constante ciclo de pruebas y de alguna manera se sentía muy bien estar fuera de la oficina y disfrutar como niño en un parque, sin temor a ensuciarse ni a echar a perder las cosas porque siempre podía volver a empezar.

—Esto también es nuevo. —comentó una ronca voz que me obligó a voltear. —Hijo, no pensé encontrarte aquí y menos en esta situación. —admitió mi papá.

Tan pronto como escuché su voz, la realidad se me volcó encima y me dio una repentina ola de vergüenza. No es porque entre él y yo hubieran secretos, es que con mis hechos estaba gritando por todo lo alto que era un tortolito enamorado, ya que nunca había hecho una cosa así ni siquiera por él.

—Papá, ¿Que haces aquí? —pregunté disimulando mis sentimientos y tratando de hacerlo parecer un encuentro casual.

Él sonrió y avanzó hacia nosotros, echándole un profundo vistazo al uniforme sucio que llevaba puesto.

—Estaba haciendo papeleo y como sabía que Teobo trabajaría hasta tarde en esta vieja camioneta, decidí pasar a dejarle la cena pero no esperé encontrarte aquí. —explicó revolviendo mi cabello cariñosamente.

Seguido de la muestra de afecto procedió a depositar los recipientes de comida en una mesa cercana que era destinada a servir como comedor para que los mecánicos disfrutarán las comidas en sus recesos.

—¿Cena? ¿Qué hora es? —pregunté desorientado mientras iba en busca de mi celular, y de una vez aproveché a explicarle a mi papá el motivo por el cual estaba ahí. —Estoy aquí para ayudar, Teobo dijo que con un poco de mano de obra extra podría llevarmela hoy mismo.

Mi padre asintió de una forma que me hizo sentir que no necesitaba mis explicaciones, que después de todo era libre de hacer lo que quisiera, mientras fuera legal, claramente.

—Eso está bien, pero de momento ve a lavarte las manos y cenamos, ¿si? —me llamó con suavidad, entonces asentí en respuesta—Recuerda lavar tus antebrazos también.

No pude evitar poner los ojos en blanco al escuchar su recordatorio, pero al final terminé haciéndole caso igual que siempre. Me sentí bien por el hecho de no ser juzgado por él ante mi apresurada decisión de gustar tanto de alguien, pero me sentí un poco mal al encontrar mi celular y ver que no había ni una llamada perdida de parte de la persona que más quería. 

Dejando de lado la molestia, la leve espina de decepción y tristeza me senté con ambos hombres a la mesa y compartimos una amena cena como en los viejos tiempos cuando los acompañaba a jugar golf o a pasear una tarde en la playa.

Recordar y volver a vivir momentos bonitos de la infancia que había olvidado se sentía realmente confortante, lo único doloroso del momento era que...

De alguna forma sentía que extrañaba demasiado a Wonho.

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Karma Se Escribe Con Mayúscula Where stories live. Discover now