09.

622 128 31
                                    

Cuando detuve el auto frente a la casa de Wonho, sentí que mis piernas eran como gelatinas, y mi trasero parecía de plomo. Y eso que no tenía más de lo suficiente.

Me obligué a tragar con fuerza, mirando al volante, siendo incapaz de clavar mi mirada en él. Ni siquiera entendía con claridad como fue que llegué a estar en esa situación, aunque si repasaba mentalmente lo ocurrido, me sentía muy triste.

Claramente mi risa estuvo fuera de contexto para él, y junto a su última y contundente afirmación de que tenía una de esas cosas llamadas "hijo" en su casa, llegó una mirada que fue tan afilada como una espada.

Nadie me había mirado así antes.

Era una mirada feroz y no en el sentido "feroz" que me gustaba... Era solo feroz, pero sin ser agresiva. Era la mirada de alguien que quería dejar en claro que su posición era inamovible y yo tenía frente a mí la puerta abierta, que no iba a protestar sin importar la decisión que yo tomara y que si decidía irme, no iba a detenerme.

Tuve miedo por un momento y fue justo en esos segundos de debilidad que mi bocota habló su verborrea sin parar. Diciendo cosas sin sentido como "no te preocupes, un hijo es un hijo, ¿quien no tiene uno?"

Todavía recordándolo quería pegarme una buena bofetada.

¿Quien no tiene uno? ¿En serio, Hyungwon?
¡Tú no tienes uno, gran estúpido!

¿Acaso querías hacerle creer a Hoseok que eres esa clase de hombre que podía tener hijos por aquí y por allá sin recordar su existencia y sin mencionarlos más que de vez en cuando a causa de un desliz?

Afortunadamente Wonho era demasiado bueno. Un ángel, o quizá hasta un Dios. Él entendió mi estúpida reacción y aquel semblante que se tensó por un momento, decorado por una mirada feroz, se relajó y sonrió.

Mi corazón tembló una vez más por su sonrisa y me sentí todavía más asustado. No quería perderlo, pero tenía que luchar contra mi fobia mas grande por él y no sabía si estaba preparado. Entonces, él de nuevo me entendió, colocó su mano sobre mi hombro y susurró un suave "no tienes por qué responder ahora, date tu tiempo y yo entenderé lo que sea que decidas. No es la primera vez que me ocurre de todas formas." pero el inseguro era yo y temía que si Hoseok me veía dudando, pensando fervientemente en esta situación, daría por hecho que yo no estaba lo suficientemente dispuesto a una relación seria con él.

Pero si quería. Por primera vez en la vida quería algo serio.

¿Cómo podía decirle que quería al padre y no al hijo? Estaba claro que eso era imposible.

Estaba jodido, muy jodido. Así que tomando mis migajas de valor le respondí un “tranquilo, nos llevaremos bien...” que me hundió en el barro llamado desgracia, hasta la coronilla.

Entonces, después de una sonrisa y un café para calmar los nervios, me encontraba frente a su casa porque me ofrecí a llevarlo. Seguía teniendo miedo de que pese a mi falsa comprensión y aceptación por aquella pequeña bestia que todavía no conocía, él quisiera alejarse.

— ¿Te sientes bien? —susurró Wonho en el asiento del pasajero, sacándome repentinamente de mi agridulce recuerdo.

Me di cuenta que había estado mirando al volante por demasiado tiempo y seguramente me veía como un estúpido que quería que el auto se manejara sólo, a traves de algun tipo de telequinesis. Pero en ese momento, el motor del auto se apagó.

— ¡No es telequinesis, lo juro! —mencioné un poco asustado, apartando las manos del volante y mirándolo.

Noté que su mirada estaba un poco aturdida un par de segundos y luego volaron en sus ojos las chispas de una emoción que no sabía describir a ciencia cierta, cuando su sonrisa apareció.

— Claro que no es telequinesis... —susurró acariciandome una mejilla casi con compasión— yo apagué el motor del auto, así no gastaras todo el combustible antes de acabar de pensar en todo este embrollo...

Su tono era gentil, pero sus palabras claramente daban tintes de tristeza. Quizá había visto mi cara de aflicción con la cual lucía como un muerto de hambre, y sintió pena por mí. Tal vez hasta culpabilidad.

Si era cierto que estaba afligido, pero no quería verlo triste. Sin duda era mi mayor dilema.

— Lo siento... —susurré finalmente dejándome caer sobre su hombro. Abatido.

Ni siquiera yo supe por qué me disculpé. Tal vez era por pensar de forma tan tonta sobre los bichos esos, por mentirle solo para mantenerlo a mi lado, o porque había tenido que soportar mi cara de pazguato muerto de hambre por demasiado tiempo.

— No tienes que disculparte... —mencionó cerca de mi oído, dándome una genuina sensación de calidez y tranquilidad— tendrás todo el tiempo del mundo para pensarlo. Yo esperaré a tu llamada.

Quería saltar hacia él, hacerme un ovillo en su regazo y no dejarlo salir del auto nunca más. Pero afortunadamente mi minúscula parte adulta y madura salió a flote en ese instante, por lo tanto ignoré al diablillo rojo que me susurraba al oído y me obligué a asentir.

— ¿Te vas tan pronto? —pregunté casi necesitado de sus mimos, ignorando que literalmente estábamos frente a su casa y que yo mismo lo había traído.

¿Que sentido tenía traerlo y luego no dejarlo llegar? Pero, nada parecía tener sentido tampoco. Es decir, ¿Por qué un hombre tan guapo como él preferiría tener una mini bestia en casa en vez de dejar a su descendencia bastante bien guardada en otro sitio? En mi interior, por ejemplo.

— ¿Quieres que me quede un poco más? —preguntó su dulce voz interrumpiendo mis tontos pensamientos nuevamente.

Entonces asentí sin poder negarlo.

Sus calidas manos acunaron mis mejillas y me dejé llevar por el leve movimiento de atracción que hicieron sobre mí, para acercarme a su rostro y me embriagué en sus labios cuando acariciaron los míos.

No me había dado cuenta desde cuando sus labios tenían un efecto tan grande en mí, pero aquella calidez que me profesó, se extendió por todo mi pecho, inundandome y casi haciéndome flotar en el aire.

Cuando nuestros labios se separaron, lo miré a los ojos, casi desesperado, como si quisiera exigirle una explicación que él no tenía.

Sentí mis ojos humedecerse y sintiendo todo el miedo latente en mi pecho, grité en mi mente.

“¡Mamá!
¡¿Por qué no me amaste así?!”

“¡Mamá!¡¿Por qué no me amaste así?!”

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.
Karma Se Escribe Con Mayúscula Onde histórias criam vida. Descubra agora