17.

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No sé por cuanto tiempo lo miré pero no pude salir de mi aturdimiento hasta que lo vi reír mientras me veía, tomando una servilleta de la mesa y acercándola a mí. Fue hasta ese momento que me di cuenta que el helado que estaba comiendo se había derretido en la cuchara y que gran parte había caído sobre mi pantalón. Genial, lo que me faltaba.

— Joder... —me quejé devolviendo la chuchara al recipiente.

Su suave risa seguía presente mientras me miraba como me lamentaba y me enojaba conmigo mismo silenciosamente.

— ¿Puedo? —preguntó alzando la servilleta que había tomado de la mesa segundos antes.

Al enterarme de lo que quería hacer, sentí que un fuego me recorrió la cara y quería desaparecerme de ahí. Definitivamente el Señor Labia estaba de vacaciones en esos momentos, pues aunque siempre había sido un descarado al pensar en Hoseok, cuando se había presentado una situación tan trivial me sentía como un adolescente en la cúspide de la pubertad. O sea, un idiota.

Asentí dándole el permiso que esperaba porque tampoco quería parecer grosero y negarle algo estúpido, o en otras palabras, no quería que se enterara de que esa tontería me estaba desquiciando de vergüenza.

Mi sonriente novio se acercó, y con toda la paciencia del mundo empezó a limpiar el helado que había caído en mi pantalón, para ser más precisos a la altura de medio muslo. Cuando terminó, acarició mi mejilla con una mano e inmediatamente me besó, dando cortos besos una y otra vez sobre mis labios para finalmente limpiar sus propios labios con su lengua.

— Pistacho, mi favorito. —comentó con su imborrable sonrisa antes de guardar silencio en espera de mi reacción.

Cargado de emociones que no podía demostrar, solté un largo suspiro y me contuve de gritar como quería, así que de nuevo arreglé mi postura y puse delante de él, el helado que le compré. Él lo tomó con gusto y después de un corto agradecimiento, empezó a comerlo.

— ¿Qué tal el día? —pregunté intentando calmar mi agitado corazón— ¿Estabas ocupado? Quizá no debí llamarte...

Él negó y agarró mi mano dejando suaves caricias en ella mientras tragaba un poco del helado.

— No te preocupes, he hecho casi todas las cosas que necesitaba hacer, y si se trata de ti, el resto puede esperar... —contestó pareciendo sincero— El único problema con tu auto, es que todos me ven raro. —admitió frunciendo el ceño y robándome una risita— Imagínate ser el tipo que siempre va a todos lados en una camioneta vieja y de repente llega en un auto de lujo. —comió un poco más de su helado— No quiero que piensen que asalté un banco o algo por el estilo...

Solté una nueva risita y suspiré por él.

Incluso teniendo una charla tan vanal me sentía tan bien que no quería que el helado se acabara nunca.

— No tiene nada de malo si es el auto de tu novio... —respondí con la única intención de alardear acerca de nuestra relación descaradamente— Puedes pedirlo cuando quieras. No tengo problema.

Él asintió y de repente vi como su expresión radiante se apagó repentinamente, así que mi pecho se oprimió pensando en que quizá dije algo que lo hizo sentir mal.

— Sobre eso... —resopló con la mirada baja— Creo que realmente soy una molestia para ti, pero necesito que me prestes el auto un día más... —agarró mis manos entre las suyas y me vio con una mirada suplicante que por algún motivo me hizo sentir agobiado. Realmente no me gustaba esa expresión— Sólo será un día más, lo prometo.

Rápidamente dejé mi helado aparte y me acerqué un poco temeroso de aquella reacción tan extraña por una petición trivial.

— Acabo de decir que no tengo problema con prestártelo, ¿por qué esa expresión? —cuestioné directamente— ¿Ocurre algo mal con... —mi garganta se cerró inmediatamente cuando intenté referirme a su minibestia, por lo que cambié las palabras un poco— Quiero decir, ¿pasó algo en tu casa? ¿Hay algo que deba saber?

Karma Se Escribe Con Mayúscula Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang