15.

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Con un inmenso cielo estrellado, el sonido del vaivén de las olas y las leves luces iluminándonos el camino, dimos un paseo por el muelle de aquel lugar.

Realmente había olvidado la última vez que salí a algún sitio sin planes específicos de trabajo o de conveniencia personal. Incluso hasta podría decir que esa era la primera vez en la que pude estar ahí, caminando de la mano de una persona, con la mente vacía de pensamientos y el corazón lleno de calidez.

— ¿Te gustó la cena? —preguntó la suave voz de mi acompañante, que se detuvo justo a mi lado cuando yo lo hice— ¿Cuál es tu puntuación para el nuevo restaurante?

Sonreí.

¿Quién demonios prestaría atención al sabor de algo cuando tenía a semejante hombre delante mirándome como si fuera un diamante?

— Me gustó. Le doy un nueve. —contesté sinceramente.

Él se rió.

— Te gustó pero le das un nueve. ¿Por qué no es merecedor de un diez? —preguntó pasando levemente su mano alrededor de mi cintura— ¿Qué lo impide?

En retrospectiva no había nada malo con el restaurante. La atención era buena, el lugar muy limpio, la ubicación perfecta, la comida deliciosa y en general, era excelente pero inconscientemente degradaba su calidad un poco por costumbre. De alguna forma sentía que nada o nadie podía merecer una impresión perfecta, pero lo extraño era que con Hoseok, pese a tener un hijo y ser ese mi mayor obstáculo para ser feliz, nunca lo había considerado como alguien que se mereciera menos de un diez.

— No lo sé, solo lo pensé. —me excusé girándome para poder ver el mar debajo de nuestros pies— No lo pienses tanto, sólo... Me gustó. Me gusta este lugar y... —suspiré y lo miré de reojo— Me gusta estar contigo.

Fui yo quien lo dijo, pero también fui yo quien casi muere por escucharme decir tales palabras resbalosas tan fácilmente. Mi corazón estaba palpitando como un loco por mi propia culpa.

Mi acompañante soltó una risita seguramente porque notó mi vergüenza, y sin pedirme consentimiento alguno, me abrazó por detrás, envolviendo sus manos alrededor de mi cintura y dejando descansar su barbilla sobre mi hombro derecho.

— Muy lindo. Realmente eres muy lindo... —susurró contra mi oído— Si dices cosas así, sólo me dan ganas de abrazarte y esconderte en mi pecho, protegerte y hacerte feliz.

Sus palabras no ayudaban a calmar mi corazón. Realmente corría el riesgo de sufrir una taquicardia si me susurraba cosas así al oído, incluso mi oreja estaba teniendo escalofríos. Y sin darme cuenta solté un largo y sonoro suspiro.

No me había sentido así en mucho tiempo, quizá nunca, pero siempre estaba en medio aquel tema que me hacía tan infeliz.

— No digas cosas así a la ligera. —le regañé con la mirada baja, todavía viendo como las olas chocaban contra la estructura en la que estábamos— No es como si esto fuera sólo tu decisión después de todo...

Hubo un largo silencio después de mis palabras. Sentí que realmente había arruinado el dulce momento y mientras más pasaban los segundos, más me martirizaba pensando en que mi bocota era lo que menos podía controlar en momentos como ese y por ende, acababa arruinando las cosas. Me agobié tanto por el silencio que sentí que estaba a punto de romper en llanto justo en ese lugar.

No podía definir lo que sentía.

No había forma de que desenredara la telaraña que se había ido formando a lo largo de mi vida y saliera intacto. Siempre hay algo que se rompe, siempre hay algo que duele.

Karma Se Escribe Con Mayúscula Donde viven las historias. Descúbrelo ahora