11.

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La puerta del auto se abrió, pero no me inmuté en voltear. Al contrario crucé más los brazos y exageré mi puchero.

— Baja ya. Se nos está haciendo tarde. —regañó mi papá viendo el reloj en su muñeca.— Hyungwon, no estoy jugando date prisa.

A pesar de sus insistencias, no tenía intenciones de ceder. Yo jamás había querido ir a ese lugar, ni antes ni ahora.

Mi papá siempre creyó que sería buena idea que visitara a un psicólogo para recibir algún tipo de terapias, debido a que mi aversión por los niños era extrema, llegando a afectar mis relaciones personales e incluso siendo el motivo principal de mis rupturas amorosas. Y no, no es que todas las personas con las que estuve quisieran hijos o ya fueran padres. A veces simplemente no podía tolerar al hermanito preguntón que hablaba hasta por los codos, y que cada vez que me veía, me inspeccionaba para buscar cualquier defecto y humillarme.

Odio a las minibestias. Es todo.
¿Que hay de malo con eso?

A pesar de ser reacio, mi papá parecía no dispuesto a rendirse esta vez. Después de mi profunda confesión aquel día, se tomó la libertad de reservar una cita, me engañó para que subiera al auto con él y cuando me di cuenta del lugar al que iba, decidí no bajarme del auto, pero insistía.

El problema es que heredé su terquedad y me rehusaba a bajar del auto, haciendo mi rabieta hasta que se cansara.

— ¡Bien! —suspiró fuertemente y cuando pensé que se estaba rindiendo, él continuó— sino es por las buenas, entonces...

En ese momento se acercó apresuradamente para quitar el cinturón de seguridad que me mantenía sujeto al asiento, y al verlo supe que no podía permitirlo. El cinturón era literalmente lo único que me detenía, si él lo quitaba, moverme era tan fácil como soplar una pluma.

— ¡Ni se te ocurra! —le gruñí forjeceando con él para que le fuera imposible soltarlo.

Lastimosamente yo estaba perdiendo la batalla. Heredé su altura y su terquedad, pero su cuerpo fornido no, al contrario, heredé el cuerpo esbelto y delicado de esa mujer. Pero aún así no quería darme por vencido y cuando noté que no podía ganar al forjecear, mordí su antebrazo como había hecho muchas veces atrás.

— ¡Hyungwon, malo! —me regañó señalandome con un dedo— ¡no muerdas a papá!

Celebré felizmente para mis adentros pero aproveché a gruñirle de nuevo en amenaza. Lo malo es que él fue más rápido que yo, y cuando me distraje por mi efímera victoria, él soltó el cinturón de una vez y para cuando me quise dar cuenta, ya estaba siendo llevado sobre su hombro como un costal de papas.

— ¡Bájame! —le pedí en medio de mi rabieta, pero sabía que era imposible. No lo haría hasta que estuviera justo donde quería que yo estuviera.

Abatido por la inminente derrota hice un puchero y hundí mi cara en su espalda, llorando de mentira.

— Ya estoy muy viejo para estas cosas... —confesó entrando al lugar e ignorando las muchas miradas sorprendidas, pues no era común que un adulto cargara a otro de esa forma y menos en un lugar como ese.

Al estar en la sala de espera, me bajó de su hombro y me depositó en una silla. Por supuesto que mis pucheros no acabarían y mi falso llanto tampoco.

— Yo no pedí venir... —solté en un tono lastimero, alargando la última sílaba al mismo tiempo que mi puchero crecía.

Mi padre, en cambio, acostumbrado a ser la única persona en la tierra que veía de mí este tipo de comportamiento, no le dio mucha importancia, solo se sentó a mi lado en silencio, arreglandose el traje y sonriendo brevemente en forma de saludo a las personas que aún nos veían atónitas.

— No lo pediste, lo prometiste. —susurró después de un tiempo.

Lo vi y me recosté en su hombro, como si eso hiciera que pudiera revertir el tiempo o hiciera que olvidara mis propias palabras dichas un par de años antes.

— No lo dije en serio... —justifiqué, aunque en realidad sabía que solo estaba mintiendo por salvarme de la situación, en el momento que las dije, mis palabras fueron en serio.

Mi padre no dijo nada inmediatamente, más bien se dispuso a arreglar la manga de mi ropa, que en el momento del forcejeo se había convertido en un desastre.

— Claro que lo dijiste en serio. —susurró tranquilamente sin dejar de arreglar la camisa con la mayor paciencia y perfección posible— tus palabras claramente fueron: “papá, si algún día quiero algo en serio con alguien, entonces tomaré terapia para poder formar mi propia familia. Lo prometo”

Suspiré pesadamente.

En aquel momento nunca creí que algún día quisiera algo en serio con alguien y menos que ese alguien ya fuera padre incluso antes de estar conmigo. ¿Como se supone que se afronta esa situación?

— ¿Señor Chae? —llamó un joven desde una puerta blanca.

Al escuchar el título, que claramente podría ser mío o de mi padre, se me erizó la piel de los pies a la cabeza. Me había negado por años a cruzar esa puerta y en ese momento estaba ahí, a punto de hacerlo, por Hoseok.

¿Valdría la pena?
¿Valdría el dolor?

— ¿Quieres que te acompañe? —cuestionó mi padre al ver que no había ninguna reacción de mi parte. Entonces negué. No supe porqué me negué a tenerlo a mi lado en ese momento cuando sabía que era él mi mayor pilar en la vida.

Quizá solo quería parecer maduro o evitarle el dolor de tener que reabrir viejas heridas, pero quise tomar ese paso yo solo.
Él ya me había empujado hasta la puerta de un cambio (literalmente) así que lo mínimo que podía hacer era pensar en Hoseok, en todo lo que sentía por él y creer que sin importar lo que sucediera detrás de esa puerta, sería para mejorar.

— Espérame aquí. —le solicité con la voz débil.

Me miró fijamente y asintió apretando mi mano con cariño, como si quisiera decirme “yo nunca te voy a dejar solo, mi niño” y solo entonces sentí la valentía para ponerme de pie.

— Si hay algo que no te guste de lo que ocurra allá dentro, entonces sal de ahí y nos iremos, ¿vale? —asentí a su consejo, pero aún tenía miedo, por lo que él continuó— todo saldrá bien, ya verás. Y si no, estoy seguro de que este chico te amará sea como sea.

Asentí una vez más, ignorando a la gente que seguía viéndonos raro como si nos estuvieramos despidiendo porque uno se iba a la guerra. La verdad no nos importaba, esta era mi guerra y él mi único apoyo, con él podría ser tan infantil y maduro como quisiera y no habrían reproches de ningún tipo.

Y así, después de un suspiro,
crucé la puerta.

Y así, después de un suspiro,crucé la puerta

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Karma Se Escribe Con Mayúscula Where stories live. Discover now