CAPÍTULO 25

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ZIAH Y YO

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DIANA AYLEEN

Ya vienen.

Los brazos me empujaron hacia la puerta, y yo trataba de mirar hacia atrás en busca de las chicas que no aparecían a por ningún lado. En ese instante Atlas tomo mi cintura y me cubrió con su cuerpo, obligándome a correr. Pasamos por la cocina, y no pude evitar ver los cadáveres de las muchachas. Al llegar a la salida, un aullido monstruoso tuvo eco en todo el pasillo.

—Atlas—Murmure con miedo y él me dio su más calmada sonrisa. Me apegue a él, esperando ver cruzar a Jessica y Amina por esa entrada, sanas y salvas.

Vamos. Mi corazón se acelero al escuchar disparos descontrolados, ambas entraron al pasillo, sin dejar de dispararle a lo que estuviera en la cocina. Jessica nos hizo unas señas con la mano, y apuntó hacia la puerta.

Atlas la derribo de un empujón, cargó la arma y salió, conmigo a sus espaldas. Se nos unieron las chicas segundo después. Levante la vista al cielo, ese negro y nubloso cielo, cubrió el día de noche. La bruja logró un eclipse con solo unas gotas de nuestra sangre. Otro disparo retumbo en mis oídos, este salió de la pistola de Atlas y una sombra negra cayó al suelo retorciéndose de dolor.

—Corran, corran, corran—Ordenó Jessica.

No veía absolutamente nada, y me guie por las voces de los chicos que decían mi nombre para que no me perdiera. Metí la mano a mi bolso y saqué la pistola. Con las manos temblorosas, pero firmes, mantuve el dedo cerca del gatillo.

Mierda, tengo miedo

Entonces, como magia, un camino de antorchas se encendió sobre los árboles, la llama era roja, pero lograba una iluminación perfecta. Se veía cada hoja, y piedra. Comencé a recordar que es el camino de vuelta. Corrí, con los chicos detrás de mí, tiroteando a los costados del camino, donde se encontraba la oscuridad.

Al forzar mi visión, pude ver las sombras que se movían a la misma velocidad. Trate de respirar profundo, y cuestionar todo, menos lo que eran esas cosas.

Minutos o segundos, realmente no importaba, lo lograríamos. La camioneta se veía a pocos metros, mire para ambos lados y no había rastro de Octavio. Pero, mi angustia cambio de nombre radicalmente: Zept estaba dentro del límite, con los ojos blancos, la nariz y oídos chorreando sangre.

Mi pecho se estrujó, al tener la certeza, que él encendió el fuego. No, el tiene que irse de aquí.

—¡Zept! —Grite, y sus ojitos volvieron a negro natural.

Pero las antorchas no se apagaron.

—¡Corre! — Su grito quedo en la espesa niebla del bosque, cuando fue capturado entre los brazos de Carlos y llevado a rastras fuera del límite y al parecer, escondido en un lugar seguro.

Un metro y ya estaba con mi hijo.

Pero no lo permitió, una sombra cayo frente a mi violentamente cuando ya veía el claro al otro lado. Alcé mi cabeza, viendo el fin de esos dos metros de plumas negras, sentí su respiración en mi cuerpo, y temblé al contacto del aire caliente. Mi mano extendida tocó por accidente el plumaje suave. De un tirón alejaron de eso, y los tres, me protegieron en un circulo formado por ellos, y le apuntaron a las sombras.

Como bombas nucleares cayeron tres sombras detrás, y otras cuatro a la derecha y la izquierda, rodeándonos.

La sombra más grande, la que evito nuestro escape, se descubrió la cabeza y lo que creí que era piel, era una capa hecha de plumas. Su cabello era rojo fuego y tiene ojos azules que penetraban con facilidad, pero demostraban estar somnolientos y un poco cansados.

Black Onyx [1]Where stories live. Discover now