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Impacto, consecuencias y recaídas.


Damián.


«Metástasis» «Tumor cerebral» Mis ojos no avanzan más, no leen otra palabra que no sean esas, alternándose entre ella, mientras mis oídos zumban, la saliva se me atasca en la garganta y el ritmo de mi corazón me produce taquicardia y una extraña sensación en el centro de mi estómago.

El papel es arrancado de mis manos, y ni siquiera me molesto en mirar a Hansel. Con simpleza me estiro sobre el sofá hasta tomar el vaso de whisky que deje en la mesita de centro.

De algo tenía que morir.

—Se están equivocado.— dice con la voz ronca, llegando hasta a mí y arrebatándome el vaso que regresa a la mesa.— ¡Es una grandísima estúpidez!— reclama y me deslizo sobre el sofá como sí la noticia no me afectara en lo absoluto.

Empieza a hablar. Habla y habla más de lo que de por sí lo hace, esa es su manera de liberar frustración, miedo y nerviosismo. Yo por otro lado me quedo con los ojos fijos en la niña que sonríe inmortalizada en el retrato en la pared.

Está junto a su madre y sonrío al recordarla a ella celosa, valiéndose de “disimulo” para intentar preguntar cosas que no le interesan. Cree que no me doy cuenta, y me enloquece de sastifacción saberla ágil, decidida a hacer lo que le dé la gana para entorpecer lo que cree que son encuentros “furtivos” con otras.

Sí no fuera por ella, no estuviera leyendo los resultados del examen que hace días están listos, a las once de la noche. Porqué justo cuando yo me decidí a pasar por ellos, ella se decidió a no dejarme un solo segundo libre del día.

Cierro los ojos recordando la tarde que la encontré aquí recogiendo mis cosas, el mismo día que Hansel se dió cuenta de lo que llevaba meses ocultando.

“Esperemos a qué los resultados estén listos para decirlo.” Fué lo que le dije para qué no dijera a nadie que estando en la petrolera tuve una hemorragia casi masiva que me hizo perder el conocimiento antes de despertar con él en un hospital.

No sabía lo que tenía. No se me hacía normal pero tampoco podría ser tan grave, después de todo casi ni me enfermo. Y de no ser por el enfermero que frente a Hansel expresó su preocupación, estaría bien. Sí no fuera porqué el doctor que me hizo los estudios en los que el pelinegro también estuvo presente, resultó ser el padre de Charlotte estaría realmente despreocupado.

Ya que después de encontrarme con el doctor el viernes, en el restaurante dónde fuí a hacer todo lo que le dije hoy que iría a hacer, me encontré hablándole un poco a la chica de mis síntomas, recibiendo preocupación e insistencia ahora no sólo del padre, sino también de la hija, en qué fuera por los resultados que estaban listos desde el martes.

Casi una semana estuvieron con el doctor.

—¿Me estás escuchando?— pregunta mi amigo y elevo las cejas en sus dirección.— ¡¿Por qué carajos estás tan tranquilo?!— reclama y me encojo de hombros.

Se vuelve, camina de aquí para allá, aprieta el papel en sus dedos y niega, volteando a mirarme cuando los ojos se le empañan. Enseguida me levanto, desviando mis ojos hacia otro lado antes de empezar a caminar hacia las escaleras al tiempo que me desabotono la camisa.

No ha sido tan mala vida después de todo; tuve todo lo que quise, tuve un buen amigo, conocí a su hijo, a mi hija, y mi mujer aún me ama...

Una pequeña espina se me incrusta en el pecho al evocar todo eso, trago saliva y sigo mi camino.

Mil razones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora