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Impacto.


Mayo, 10

Ámbar.

Abro los ojos sintiendo que la cabeza va a explotarme cuando lo primero que veo es una potente luz blanca que me lastima la vista y me manda a cerrar los párpados una vez más. Me siento pesada y la garganta seca me ruega un poco de agua.

—Bien—mencionan y no reconozco la voz.—Ya despertaste.—sonríe apareciendo en mi campo de visión cuando me obligo a abrir de nuevo los ojos y buscarla.

Suelto aire con pesadez entendiendo todo al mirarla vestida de blanco. Se echa el cabello rizado hacia atrás y procede a acercarse mientras yo logro entender que estoy en una camilla, en un consultorio y conectada a un maldito suero.

—Tuviste un ataque de pánico—me explica con voz calmada la chica que no ha de tener más de mi edad.—Causado por un fuerte episodio de estrés.—baja el iPad dónde lee y me enfoca.—Sumándole a eso la información que dió tu primo sobre tí, es importante decir que debes tener más cuidado con tu salud.—frunzo las cejas.—El estrés puede causar perdida del apetito y náuseas, pero es importante estar bien alimentado, mucho más sí estas sometiéndote a momentos de gran presión como la intervención de tu hermano.

Maldito Hansel.

—¿Dónde está él?—indago queriendo incorporarme. Me mira un poco confundida y la enfoco sentandome en la camilla.—Mi primo.

—Ah.—sonríe, señalando hacia atrás.—Pobre, ha pasado la última hora de aquí para allá, también está muy estresado y le he dicho que debería estarse tranquilo, pero hace un momento dijo que iría a ver qué tal iba la cirugía y vendría a verte.

«Una hora» salgo de la cama mareandome inevitablemente al tocar el piso frío con los pies descalzos, la doctora se mueve, me ayuda, y procede a sacarme la aguja del brazo para desconectarme del suero. «He perdido una maldita hora». Visualizo mis zapatos y sentandome en un banco los cojo para ponermelos bajo la atenta mirada de la morena.

—Para descartar anomalías y bajo la autorización de tu primo que teme a un posible desorden alimenticio hemos mandado una muestra de sangre al laboratorio.—«Hansel cada día se consume mi paciencia con sus tonterías». Revisa su reloj de pulsera.—Estaran aquí dentro de treinta minutos ¿Deseas esperar?

Niego poniéndome de pie y tomando mi bolso del sofá dónde lo veo.

—Bien—me dirijo a la puerta.—¿Podrías decirme en qué área de operaciones se encuentran para hacerte llegar los resultados?

—No te preocupes, no tengo ningún desorden alimenticio.—salgo cerrando a mis espaldas a pasos rápidos e intentando descifrar el lugar dónde estoy para saber por dónde debo ir.

No tengo paz, no la voy tener hasta que todo tome su curso y por ello sólo me centro en mantener la respiración, en que las emociones que me ponen el corazón acelerado no me tumben, no me ganen una vez más. En qué el mundo no vuelva a oscurecerse de nuevo, me centro sólo en mantenerme, en sostenerme en medio de la turbulencia.

En el ascensor subo los nueve pisos que me alejaban del lugar y cuando las puertas se abren me encuentro de lleno con Hansel. Primero se sorprende y luego me sonríe.

—Vaya, yo ya iba a dejarte otra almohada para que estuvieras más cómoda.—reprocha con sarcasmo mirándose el reloj.

Salgo rozando su brazo cuando le paso por el lado.

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