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Mayo, 08

Ámbar.

—¡Adiós, mamá!—se despide de la mano de Harley y la amiga de ella.

Alzo la mano y con una sonrisa me despido, sabiendo que no tardarán ya que sólo caminarán un poco hasta la cafetería dónde irán por helado.

El almuerzo lo hago aún lado, tomando de nuevo una botella de agua. Me he tenido que ajustar nuevamente a una dieta, la cual tiene un horario estricto para el almuerzo y aunque son las doce del medio día, mi hora de comer es a las dos de la tarde a petición de Marlene. Bebo de mi agua mientras me ajusto el arbornoz con una sola mano y Ximena mastica su sandwich de atún sentada en la mesa de mi camerino.

No me ha dado tregua el trabajo, ya que apenas tomo el receso de las fotos debo ponerme a organizar, proponiendo lugares perfectos para ubicar la pasarela en el jardín que ya seleccionaron. Mi ayuda es sólo en pro a las modelos, así que es ella quién elige colores, diseños y todo lo demás, yo simplemente me encargo de decir cuál es el mejor lugar para que las chicas se sientan más cómoda, y por supuesto, desde mi experiencia indico en qué ángulo y en qué dirección estaría mejor la pasarela para que ninguna se enceguezca con las luces.

Qué la parte trasera del escenario dónde ellas tendrán que esperar para salir a la pasarela, este lo más cerca posible de un baño ya que a algunas los nervios le ganan y en más de una ocasión las modistas han tenido que improvisar por culpa de un vestido dañado por vómito. En fin, en cosas así debo ayudarla aunque ella se mira muy capaz de hacer todo sola, pero en definitiva, se enfoca más en la comodidad del público.

De hecho tiene sus propias agencias, y he oído también qué no sólo es diseñadora ya que también está al frente de una enorme transnacional.

Me acerco a la mesa justo cuando deja se almuerzo en una mini bandeja de plástico y se limpia los labios con una servilleta. Con un dedo hace mover la pantalla del iPad que tiene detallando los planos con una gráfica increíble de como debe quedar todo.

La gráfica está casi terminada y en serio ella es muy buena en lo suyo.

En los quince minutos que tiene aquí su celular suena como por milésima vez y sin apartar la mirada del gráfico al que al parecer le detecta algo que no le gusta, coje el celular al cual no le mira la pantalla hasta tenerlo en frente.

Suspira cansada, presiona el botón para bajar el volumen y el teléfono queda en silencio, vibrando sobre la mesa con el nombre de su hija y una foto de la misma en la pantalla. Es muy linda la pequeña; idéntica a ella.

Hemos convivido mucho en los últimos días, por lo que para estás alturas tenemos un poco más de confianza, sin embargo; me ha bastado un sólo instante para deducir que el tema de su hija es uno que no le gusta mantener mucho, es por ello que ni siquiera digo algo cuando el celular suma la llamada que se pierde uniéndose a otras veintitrés que al parecer son la cuenta total de las llamadas de ayer y hoy.

—¿Ves esta luz?— me dice ignorando también la siguiente llamada. Observo el lugar que señala y asiento.—Mira—mueve la pantalla de manera tal que ahora da la perspectiva de estar sentada frente a la pasarela.—Esta mal ubicada, molestará la visión de los invitados, así qué...—la presiona hasta que la aplicación que utiliza le da la opción de moverla y dejar junto a  un grupo que alumbra solo lo que hay debajo de ellas: la pasarela.—Sí la muevo acá ya no molesta a los invitados—hace un rápido moviento volviendo a quedar en el sitio dónde lo comprobó.—Comprueba tú sí molesta a las modelos.

Mueve dando la espectativa que se requiere y...

—Supongo que no.—digo y asiente guardando la modificación.

Mil razones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora