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Junio, 20

Ámbar.

Llegar a casa me roba un suspiro de calma después de un día agitado pero sastifactorio, pues finalmente y luego de casi un mes la construcción del proyecto antiguamente más tedioso de los Smith, ha concluido su segunda fase, y se espera iniciar con la tercera en dos semanas ya que inevitablemente, se le tuvo que dar al personal, el descanso exigido en el contrato luego de cada fase, y el cual Hansel les negó al concluir la primera, debido a sus faltas.

Salgo del auto que dejo aparcado en frente, y luego cojo mis cosas del asiento a mi lado antes de salir con las llaves en las manos. En silencio abro la puerta de la calle y me adentro a mi jardín antes de volver a cerrar.

Camino por el sendero, evitando que se me caígan los planos y todo lo que tuve que traerme de la oficina debido al tiempo que estaré sin ir allí.

La casa me recibe tranquila, y sin ningún otro sonido más que la música suave y melodiosa que se oye desde la cocina. Suelto un suspiro sin perder la sonrisa cuando dejo el maletín, los planos y las carpetas gruesas con recibos, actas y todo eso, en la primera encimera que me encuentro luego de salir del recibidor y entrar en la sala de estar.

Sólo con mi cartera en mano, continúo el camino hacia la cocina dónde por el aroma sé que voy a encontrarme con Denisse.

—Señora.—me saluda algo sorprendida al verme entrar.

—Buenas tardes.—correspondo también, con una sonrisa y acariciando su espalda cuando paso justo por detrás de ella.—¿Que tal el día en casa?

Sigo hacia el refrigerador abriéndolo y metiéndo la cabeza dentro en busca de algo para beber.

—Muy bien, señora.—asegura.—La pequeña Mía llegó hace un rato de la academia—asiento, los viernes siempre sale temprano.—Antes de irse almorzó muy bien y hace unos minutos le subí la merienda.—cojo el jugo de moras y vierto un poco en un vaso.—El señor Lennyn salió después de dejarla, dijo que tenía algo importante que hacer.—asiento regresando la jarra a su lugar para luego cerrar el refri.—Y pensé que usted llegaría a la misma hora de siempre, por ello su comida aún no está lista.

Termino de beber todo el jugo y niego dejando el vaso en el lavamanos.

—No te preocupes.—soluciono cogiendo mi bolso de la isla.—Puedo esperar un rato más.

Asiente y antes de seguir al umbral de la salida arranco cuatro uvas del racimo verde en medio de la isla.

—Me daré un baño mientras tanto, está noche será larga.—suspiro y ella ríe.—¿Dónde puedo encontrar a mi bebé?

—La dejé en su recámara, estaba en videollamada.—anuncia y me meto una uva a la boca enderezando mi espalda y asintiendo.

Agradezco después de tragar y salgo de la cocina con rumbo al segundo nivel de la casa. El silencio en el lugar se siente bien hasta que la música infantil me hace sonreír maravillada.

No viene de su cuarto así que sigo de largo cuando paso por su puerta abierta y noto el lugar vacío. Continúo hacia mi habitación dónde la melodía se intensifica a un volumen moderado.

Abro mi puerta y a simple vista no la veo, pero sí a su iPad que con la pantalla encendida deja ver el vídeo de la canción, en tanto la voz de Mía se oye en voz baja desde el baño. Dejo el bolso sobre un sillón y en él mismo, me siento para sacarme los zapatos sin dejar de sonreír.

Mil razones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora