30

4.3K 380 239
                                    


*********

Ámbar.

Mayo,26



Su rostro demuestra que mi noticia no le simpatiza y de hecho a mí tampoco. Le he dedicado muchos años a esas empresas; ir y trabajar allí se ha vuelto parte de mi vida. Sin embargo, como ya he mencionado; esto es algo que he decidido con mucha antelación, con paciencia y calma desde días antes de salir de Seattle.

Y es que de cierta forma ya no me siento cómoda y realmente me jode que mis motivos sean más personales que laborables, pero no tengo de otra. Me agobian los señalamientos y sé que deberían importarme poco al tener claro que es lo que realmente pasa detrás de todo, pero no... Ya no más.

Damián y yo dejamos de ser esposos hace años, todos saben que en ese tiempo he recibido demasiado más de lo que como ex esposa merecía. Se señala mi cargo como un consentimiento, un capricho admitido por el hombre del que según me he aprovechado. Y todo esto ha tomado más fuerza desde que se supo lo de su enfermedad y yo no hice nada al respecto, desde que nos apreciaron a ambos con parejas diferentes en la fiesta de aniversario de la empresa.

Y nada de esto es real, entiendo que no debería afectarme debido a que tengo muy claro que sus opiniones sólo son un vistazo desde sus perspectivas, pero... Pero quizás yo estoy usando esto como excusa para desligarme de lo que sé, no es mío y no debo tener.

Cómo modelo me va de maravilla, no necesito más.

—¿Renuncias?—inquiere leyendo algo de los documentos y no titubeo al asentir.

—No es mío lo tuyo, y ya no quiero tenerlo.—se ríe amargamente.—Estoy cansada de escuchar que soy una trepadora y que luego de obtener tu puesto te he dado la espalda...—alza las cejas y niega.—Sí necesitas tiempo para decidirte por cualquiera de los perfiles señalados ahí, no te preocupes he adelantado algo en la empresa desde aquí, puedes pensar con calma.

Me mira haciendo un gesto con los ojos y se aleja un paso mostrando insuficiencia.

—Creí que por lo menos tenías el don de separar lo personal de lo laboral.—inquiere filoso, y respiro apretando los labios.—Qué poco te importaban las habladurías sin fundamento, pero... ¿Qué se puede esperar de la novia del juez Thompson?

Mi pecho recibe la descarga de molestia pero no me exalto y me quedo quieta en mi lugar con los ojos en los suyos.

—Firma Damián.—pido seria.—Es todo lo que debes hacer.

Sin esperar más me doy media vuelta para salir de la habitación, pero su voz alta me detiene a pocos pasos.

—¡No estás en ese maldito puesto por ser bonita, por ser mi mujer o la madre de Mía!—ruge molesto y yo me giro para encararlo.—Te deje en él porqué eres capaz, porqué eres buena en lo que haces y lo sabes.—estira los documentos en mi dirección pero no me acerco a tomarlos, simplemente niego.—Sí te han pedido que lo dejases únicamente porqué es mi nombre el que reluce como el del dueño, recuerda que quizás antes de lo que puedas imaginar será el de la hija de ambos el que lo reemplace.

En vista de que no me acerco lo hace él, cauteloso pero seguro y desafiante, haciéndome retroceder un paso cuando se acerca demasiado.

—Así que anda; hazle caso a tu novio—insta dándole fuerza a lo que se imagina.—Pero sé tú quien elija al estúpido que se hará cargo del legado de tu hija mientras te vas a servir de ama de casa, a lavar y planchar las túnicas del juez. Porqué yo no puedo, no debo ni quiero hacerme cargo de nada ahora.

Mil razones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora